Por Pablo Varas, escritor.
Nadie firmó declaración para que los testimonios de miles de torturados fueran guardados por 60 años para cuidar la intimidad de los miles de chilenos y extranjeros que fueron agredidos, violentados, maltratados en todos los cuarteles de militares, carabineros e investigaciones. Guardar esa información constituye amparar con un manto de impunidad a los responsables de practicar el más violento de todos los delitos, el más perverso para agradar y entregar información al alto mando, sabiendo que todo era un juego macabro.
Tantos tormentos sufrieron los chilenos, hombres, mujeres de todas las edades, ancianos y niños, para que respondieran por un supuesto PLAN ZETA que nunca existió, toda una estrategia para justificar lo que no tenía el más absoluto asidero. Tanto palo, golpe, vejámenes y electricidad para buscar a los enemigos de la patria y la bandera que los mismos uniformados habían traicionado a bajo precio. En esos primeros tiempos cuando las botas militares eran los dueños de la noche y de todo, absolutamente de todo.
De forma ordenada y tranquila los ex presos políticos fueron contando como la perversión, la agresividad que contaba con la anuencia de todas las FF.AA dejaron escrito para la historia y las futuras generaciones, la paupérrima victoria de los torturadores/uniformados/oficiales que no actuaban de forma individual, no se trataba de acciones individuales. Existió todo un completo entramado uniformado, locales, vehículos, salarios, drogas, funcionarios diplomáticos, integrado por todos y de todas las ramas de ejército.
Ningún torturador lo hacía de forma voluntaria, ninguno ad honoren, todos eran funcionarios que recibían un salario y sujeto a un escalafón militar, al mismo tiempo que asesinaba o hacía desaparecer hacía carrera militar, se ganaba sus preciados galones.
Villa Grimaldi, Londres 38, el Palacio de la Risa en Punta Arenas, la Comisaria de Rahue Bajo o el Cuartel Silva Palma en Valparaíso, el Cuartel Borgoño y todos los cuarteles militares de todo Chile
La concertación liderada por Ricardo Lagos cumplió lo que prometió al entonces comandante en jefe. No se haría público ningún antecedente que pudiera constituir elemento para un eventual proceso ante los tribunales de justicia. Una vez más los sencillos, los invisibles, quedan de lado para dar espacio a los derechos que le pide la clase política binominal. Una prisión de lujo y la verdad escondida.
Qué justa fue la acción de Raúl Castro Montanares en el caso Tapia Barraza…
Cuando la patria se encontraba en esos momentos de septiembre de 1973 extremadamente difíciles y complejos durante el gobierno de Salvador Allende, cuando la derecha desbocada junto al imperialismo norteamericano, se conjuraron para derrocar a un gobierno legítimo y votado por los chilenos. Ese presidente había decidido justamente aquel día, que marca la más miserable de las victorias militares, llamar a una CONSULTA NACIONAL.
Ese día en septiembre y desde la Universidad Técnica del Estado se convocaría para que el pueblo pueda ejercer su derecho, para que los chilenos decidan. Pero las urgencias de la burguesía fueron mayores, no estaba en su modelo ideológico un sistema económico y social diferente al que dictaban en las universidades norteamericanas, brutal les había parecido que las riquezas básicas de un país hubieran llegado a las manos de millones de hombres y mujeres para ser dignos y vivir mejor. El más valiente desde la Independencia de Chile.
El poder real de un país está sostenido en sus ciudadanos y sus instituciones democráticamente elegidas, y que demuestran con su trabajo entregar las respuestas para que el Estado cumpla con su notable fin, el bien común,
Por nuestra historia han existidos presidentes que dejaron marcado con hechos su legítimo derecho para que las futuras generaciones puedan considerarlo con pilares de un país que estará siempre en construcción. Hombres y mujeres para quienes su vida es construir proyectos y también aportar para que se construyan más casas, más caminos, para que un enfermo se sane y en edad mayor la vida le sonría, sencillamente… que le sonría.
Ricardo Lagos Escobar no está a la altura de los grandes hombres que eligió el pueblo para seguir colocando los ladrillos de una ecuánime repartición de la riqueza y de consagrar derechos fundamentales para todos.
Involucrar y hacer fundamentales a los banqueros en el derecho a la educación que significa el futuro de millones es de carácter aberrante. Olvida Lagos que él fue hijo de la educación pública, de calidad y gratuita. Miles de jóvenes profesionales están pagando actualmente y por años, un préstamo que los condena a una dura hipoteca para placer de banqueros y ganancias para los defensores del neoliberalismo, en el rostro más agresivo, para quedar habitando en los bolsillos de miles de jóvenes.
Ricardo Lagos pasa por la historia sencillamente como un viento malo, que no fue capaz de levantar las hojas feas y podridas de largo invierno para dar espacio a la ansiada primavera por millones anhelada y que le prometieron. Camina como un cansado general derrotado por su propio tiempo, cargando un uniforme raído tratando de inventar alguna batalla, o una carta como cuenta magistralmente García Márquez y que lo convierta en algo parecido a esos pocos que se llaman estadistas, y para quienes la historia se escribe con letras grandes y bonitas.