Por Wilson Tapia Villalobos
Nadie lo esperaba. Los resultados de la elección presidencial han sorprendido. Pero la verdad es que la sorpresa está en el sector progresista. La irrupción de Beatriz Sánchez (20,30%) ha sido inesperada. Pese a llegar en el tercer lugar, estuvo muy cerca de pasar a la segunda vuelta, desplazando al candidato oficialista Alejandro Guillier (22,66%). Y, por otra parte, el resultado obtenido por el ex presidente Sebastián Piñera (36,65%) está lejos de lo que se esperaba. Sobre todo lejos de lo que decían las encuestas. La más reputada, la del Centro de Estudios Públicos (CEP) llegó a vaticinar para Sánchez un 8% y a Piñera lo dejaba prácticamente al borde de pasar a la segunda vuelta, con un 44,4% de la votación. Además, sostenía que el sector juvenil -18 a 24 años- apoyaba dos veces más a Carolina Goic (5,88%) que a Beatriz Sánchez. Fue la entrega que hizo el CEP en octubre. Los resultados dijeron otra cosa.
Tal vez desde aquí sea conveniente mirar los efectos de la primera vuelta presidencial. Porque es evidente que las encuestas tienen alguna incidencia en la percepción de los votantes. Y los que las realizan persiguen ese objetivo. Por lo tanto, es conveniente saber quiénes están detrás de estos influyentes centros. En el caso del CEP, lo primero que hay que decir es que tiene un enfoque de derecha. Fue creado en 1987 por el empresario Eleodoro Matte, quien lo presidió hasta el 2015. Ese año lo reemplazó el abogado Enrique Barros Bourie. Ambos coinciden con la visión de Piñera y Barros ha ocupado importantes cargos cercanos al ex presidente de la República. Por lo tanto, uno de las enseñanzas que deja esta elección es que hay que mirar las encuestas con más atención. Y, fundamentalmente, tener muy claro cuál es el objetivo que persiguen sus realizadores.
Otro punto importante es que, pese a los esfuerzos comunicacionales realizados, los votantes disminuyeron respecto de la elección de 2013. En aquella oportunidad votó el 49,35% del padrón electoral. Esta vez lo hizo el 43,8% (6.485,720 electores).
En los pocos días que quedan hasta el 17 de diciembre, fecha en que se llevará a cabo el balotaje, los dirigentes políticos tendrán que resolver varios puzles complejos. Los principales desafíos los enfrentará el sector progresista. Desde ya, tendrá que reconocer la aparición de un referente con el que no contaba: el Frente Amplio. Una coalición de izquierda, que rescata muchos de los puntos que dejó de lado primero la Concertación y luego la Nueva Mayoría. Y es un aliado indispensable, si es que los partidos que apoyan a Alejandro Guillier pretenden seguir gobernando. Es necesario subrayar que el Frente Amplio extendió su plantilla de diputados, de los 2 con que hoy cuenta, a 20 en el nuevo Congreso. Las conversaciones no se anticipan sencillas ni fáciles. Beatriz Sánchez ya adelantó que las decisiones de su sector provendrán de consultas a las bases. Considerando el escaso tiempo con que se cuenta, la labor tendrá que ser ardua. Además, ya se conoce que tal sistema no es expedito y produce tensiones.
Hay varias otras enseñanzas que arroja esta elección y, con seguridad, con el correr de los días aparecerán otras. Pero desde la tarde de este domingo, los vientos que soplan sobre la Democracia Cristiana (DC) son huracanados. La apuesta de su presidenta y abanderada presidencial en esta elección, Carolina Goic (5,88%) tuvo un resultado negativo, como lo reconoció la propia senadora. El porcentaje de electores que atrajo su candidatura no estuvo cerca de los dos dígitos que esperaba la DC. Y eso significa claramente que vendrán graves tensiones internas. El nuevo liderazgo democratacristiano que asuma la responsabilidad del Partido, tendrá que resolver cuestiones inminentes. Lo más inmediato es su apoyo a la candidatura de Guillier. Pero ello no podrá desligarse de una decisión frente a su relación con el Partido Comunista, cuestión que ha tensionado a la DC en los últimos meses.
Además, tendrá que asumir la desaparición de personajes emblemáticos. El actual presidente del Senado, Andrés Zaldívar, no resultó electo. Con él se va uno de los articuladores de las más diversas operaciones políticas que debió enfrentar la DC en los últimos años.
Con el correr de los días deberá analizarse el nuevo panorama político. Pero desde ya resulta claro que los desafíos que dejó planteada la elección muestran un nuevo panorama. Uno de los elementos a considerar es que ha surgido una fuerza que parece traer nuevas propuestas a la política nacional. Al menos así lo dejó ver en la campaña de esta primera vuelta. También resulta claro que el centro político se difumina. Ya no es la estructura que balanceaba la institucionalidad chilena. ¿Qué novedades provocará esta situación? Está por verse.
Pero el poco tiempo que queda para ultimar preparativos y recoger el desafío, ha hecho que personajes significativos de la política local se definan. El ex presidente Ricardo Lagos se apresuró en anunciar su apoyo a Alejandro Guillier. Esto demuestra que el progresismo quiere recomponer los entendimientos y dejar de lado rencores por derrotas pasadas. Además, en este caso específico, es claro que Lagos aspira a seguir jugando un rol de liderazgo en su sector. Y sabe que con el nuevo panorama su influencia puede decaer mucho más de lo que se deterioró al no ser ungido como candidato presidencial de la coalición que hoy gobierna el país.
Son varias las visiones que puede generar esta elección. Sin embargo, una de las que se tendrá que analizar con mayor detenimiento es la nueva estructura política que muestra el país. Hoy ha quedado claro que Chile está en un proceso acelerado de renovación política. Algo similar a lo que está sucediendo en distintos países del mundo. Y ello obedece, entre otras cosas, a que las nuevas miradas que aparecieron en el progresismo luego de la caída de los socialismos reales, no dieron respuesta a las inquietudes que seguían surgiendo desde la izquierda para terminar con las inequidades. Pareciera que las posturas socialdemócratas más conciliadoras con el neoliberalismo -que entre nosotros lideró Lagos- no han logrado convencer. Y esto resulta especialmente claro en las generaciones jóvenes.