Por Nicole Chaigneau, psicóloga y académica Facultad de Psicología, U. San Sebastián
El suicidio en un acto que consterna a la totalidad de las personas que tienen información sobre su ocurrencia, mucho más aún a sus familiares, amigos y conocidos.
Es considerada hoy como una de las formas más brutales y dramáticas de terminar con la vida, dejando una huella imborrable en quienes conocieron a la persona, además de suscitar enormes cuestionamientos acerca de las formas en que se pudo haber evitado o prevenido.
Pese al dolor que ocasiona esta decisión y los múltiples efectos psíquicos que produce en su entorno directo e indirecto, su ocurrencia va en aumento a nivel mundial y Chile presenta un inquietante segundo lugar en su tasa de crecimiento.
A nivel país, son dos los grupos sociales más vulnerables: los adolescentes y los adultos mayores. La frustración estaría implicada en ambos, pero los primeros la han tolerado durante largos procesos. Además, se explicaría por la existencia de trastornos depresivos de distinta índole y data, además de la sensación de soledad y abatimiento que antecede a su concreción.
Múltiples investigaciones han establecido pautas desde las cuales debieran realizarse acciones comunitarias, familiares y personales de prevención. La comunicación e información acerca de su acontecer son elementos centrales, además de la compañía, siendo la amistad un elemento protector ante la posibilidad de tomar esta decisión.
En el caso de los adultos mayores, se suman generalmente problemas de salud física y el estrés asociado a su abordaje y tratamiento. La exclusión social, la pérdida de condiciones favorables previas, el dolor crónico, la discapacidad funcional y la disminución en su autonomía e incluso el miedo a perderla, constituirían los principales factores desencadenantes del riesgo suicida en este grupo etario.
Faltan muchas medidas preventivas a nivel público y privado, pero un aspecto a considerar decididamente, es que existiría una actitud más tolerante hacia el adulto mayor que toma la decisión, existiendo mensajes implícitos y explícitos alusivos a su edad, según los cuales sería más “aceptable” que dejara de luchar o de sufrir, en vez de tenderle una mano y considerarlo sujeto de derecho de contar con una vida más satisfactoria.
Se hablaría incluso de un “guion facilitador” de la decisión, cuando la frustración los embarga ante una serie de puertas cerradas y falta de compromiso con su existencia menoscabada. Es importante reiterar que a todo nivel la prevención es posible, siempre y cuando exista la concreta voluntad de realizarla.