Por Pedro Serrano Rodríguez
Académico Departamento de Arquitectura
Universidad Santa María
Hace muchos años, el 26 de Marzo de 1965, un tranque de relave se reventó, con un terremoto de epicentro en La Ligua y terminó con la vida de 350 chilenos de una localidad cerca del El Melón. Miles de toneladas de desechos mineros acumulados en la altura de un valle arrasaron un pueblo, matando y desapareciendo horriblemente a centenares de compatriotas.
A fines de 1930, la Andes Cooper Minning Company comenzó a botar relaves mineros al Río Salado. Se calcula que fueron 29.000 toneladas diarias, por mas de cuarenta años, que se depositaron por gravedad en la bahía de Chañaral, alejando el borde costero, generándose una kilométrica playa de residuos innombrables, terminando para siempre con la vida marina. Unos trescientos millones de toneladas de basura minera, que son hoy en día un depósito borde mar de material tóxico. Hablamos de lo que es hoy Codelco, con Potrerillos y el Salvador.
Chuquicamata es otro ejemplo de estos desechos. La mina de cobre más grande del mundo tuvo que cerrar su campamento de Chuquicamata y trasladar todo el pueblo a Calama. Desde 2008, el pueblo de Chuquicamata comenzó a ser tapado por los ripios de mineral y estériles de la mina.
De acuerdo a un catastro de depósitos y relaves hecho por SERNAGEOMIN en 2010, en Chile hay unos 125 relaves activos y 324 no activos; o sea, 449 depósitos registrados de desechos mineros. La mayoría de ellos entre Antofagasta y la zona central, llevando el record la región de Coquimbo. En Tarapacá como no hay agua, el sistema es otro y se acumulan las “tortas “ de estériles que también son enormes. Muchos de estos relaves están en tranques artificiales, pendientes sobre valles poblados y cuelgan como muda amenaza ,esperando algún evento telúrico o mala factura que los reviente. También por su composición contaminan el suelo, liberan polvo tóxico como en Arica o Antofagasta, contaminan las aguas y cubren para siempre el territorio nacional donde se depositan.
Estos “regalitos” ambientales, son el resultado de la actividad de grandes mineras que trabajan suelos y rocas de leyes más bien bajas. Por ejemplo, en el rajo abierto de Chuquicamata se extraen a diario unas 280.000 toneladas métricas de material, de los cuales unos 80.000 tienen cobre a una ley del 1,08 %, o sea los 80.000 ton entregan 800 ton/día de cobre, lo que en español significa que por cada tonelada de cobre extraído al final, se desechan poco más de 350 toneladas de “áridos estériles”.
Si el lector puede imaginar la enorme excavación de Chuquicamata, de unos 4,5 kilómetros de diámetro y unos 700 metros de profundidad, podrá darse cuenta que el 99% de ese material se bota allí mismo, al ladito. Esto es una montaña de unos 4,5 kilómetros de diámetro y unos 700 metros de altura, al lado de un agujero ídem. El desierto no tiene la culpa y menos mal que la densidad de población por allí es baja.
Ahora, las proyecciones de la nueva Chuquicamata subterránea, son mil setecientos millones de toneladas con una ley del 0,7%, o sea otra enorme montaña más, menos del 1 % es cobre refinado, son mil setecientos millones de toneladas que van a quedar allí sin costo, (nadie paga esto) como pasivos sucios de la patria de todos.
Finalmente, en esta época y entre otras barbaridades, viene Pelambres, una mina mayor, que entrega 324 mil toneladas de concentrado de cobre y unas 9.800 de molibdeno al año. La reserva estimada es de 2.125 millones de toneladas, un número de ceros que no calza en esta línea, y la ley es de sólo el 0.6%. Esto promete un “regalito ambiental” de estériles por el 99,4%, unos 2.112 millones de toneladas, que mezclados con agua, que fue pura y limpia de Chile, más otras sustancias toxicas, van a depositarse aumentadas en un enorme tranque de relave, hoy tristemente conocido como El MAURO.
El Mauro tiene hoy en día una orden judicial de demolición, algo más bien difícil, porque ya hay depositadas millones de toneladas de desechos, sobre un pobre valle que ya está perdido para siempre.
De paso, personalmente apoyé a un amigo antropólogo celeste y soñador que trató de detener el tranque El Mauro, porque este iba a cubrir para siempre un enorme grupo de piedras con hermosos petroglifos preincaicos, cuyos dibujos y posición relativa, guardaban relación con las estrellas que miraban nuestros ancestros precolombinos. Un observatorio astronómico preincaico. Bueno, ganó el dinero y hemos perdido para siempre un tesoro invaluable. Rescatar algunas piedras sueltas, anulaba su relación.
Analistas del futuro podrán recordar lo estúpidos y codiciosos que fuimos y hacer la culpa histórica de una perdida inconmensurable para la historia humana, solo por unos dólares más, a comienzos de siglo XXI.
Sin embargo, el conflicto del Mauro de Minera Pelambres y la pequeña comunidad de Caimanes, por un pequeño estero local, no es único, ni el primero, ni el último. Vienen muchos otros. La más reciente historia minera de Chile, poco más de un siglo, acumula día a día sus “impactos colaterales gratuitos”, (somos muy tontos). Desde la locura del salitre cuyas “tortas” y muertos siguen allí en el desierto; las minas de oro ajeno como Pascua Lama y Casale; las minas de hierro, de litio, hasta el “sueldo de Chile”, con sus millones de toneladas de depósitos incalificables, invasivos, tóxicos y peligrosos.
Agregando, no está demás decirlo, con los mismos dineros uno que otro “depósito” privado en paraísos fiscales y alguna que otra privada evasión de impuestos, algunos sobornos a funcionarios y políticos corruptos, tranques de relaves colaterales, que están a punto de explotar sobre quienes resulten responsables.
RT @gvalpo: Tortas y relaves. El costo lateral del sueldo de Chile.
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