Por Paula Sánchez Morales
Académica Psicología, Universidad Andrés Bello
El trastorno bipolar (TB) es una patología compleja, caracterizada por cambios extremos en el estado de ánimo que oscilan entre la exaltación y la depresión. Sin embargo, la verdadera dimensión del trastorno bipolar trasciende las meras etiquetas diagnósticas. Las personas afectadas por el trastorno bipolar no solo enfrentan su sufrimiento interno, sino que también lidian con los efectos de una sociedad que a menudo no comprende sus luchas emocionales.
Es crucial entender que el trastorno bipolar no se reduce a una simple enfermedad, siendo un fenómeno complejo y dinámico que está influido por la interacción entre factores biológicos y ambientales. Por ejemplo, haber vivido distintas experiencias traumáticas en la infancia, pueden modificar e intensificar el curso clínico del trastorno.
Un aspecto preocupante de la comorbilidad del trastorno bipolar es el alto riesgo suicida que enfrentan estos pacientes. Las fluctuaciones extremas en el estado de ánimo, junto con la carga emocional y el estrés asociado con la enfermedad, contribuyen a este riesgo significativo. Además, los pacientes pueden presentar comorbilidades adicionales como, por ejemplo; el abuso de alcohol, trastornos por déficit de atención entre otros. Por lo tanto, es fundamental abordar tanto los síntomas del TB como las comorbilidades adicionales de manera integral para mejorar la calidad de vida y reducir el riesgo de complicaciones graves.
En Chile la prevalencia de TB es de 1,9% en población general (Kohn, Rioseco, Saldivia, 2006). Sin embargo, estas cifras pueden subestimar la magnitud de los casos, ya que el diagnóstico oportuno puede verse dificultado por que sus síntomas pueden pasar desapercibidos o enmascarados bajo otras condiciones como la depresión y el alcoholismo.
Por otro lado, puede interferir con el diagnóstico oportuno el hecho de que personas para evitar los efectos secundarios de los medicamentos o el estigma social, recurran a tratamientos alternativos o a terapias no probadas, existiendo el riesgo de caer en “charlatanerías”, lo que complica el proceso de diagnóstico y tratamiento.
Por último, las dificultades para acceder a especialistas en salud mental, especialmente en zonas de difícil acceso, pueden obstaculizar la capacidad de las personas para recibir evaluación y tratamiento adecuados para el TB. La falta de recursos y la escasez de profesionales capacitados en salud mental pueden dejar a muchas personas sin la atención que necesitan, lo que puede tener graves consecuencias para su bienestar y calidad de vida.
Es fundamental abordar estos desafíos y mejorar el acceso a evaluaciones y tratamientos precisos y oportunos para garantizar el mejor resultado posible para aquellos que viven con esta enfermedad. El tratamiento del trastorno bipolar debe abordarse de manera integral, considerando tanto la medicación como la psicoterapia y otros enfoques terapéuticos complementarios. Siendo esencial proporcionar un ambiente de apoyo y comprensión, donde los individuos puedan encontrar esperanza y recuperación.
Además, debemos desafiar los estigmas asociados al TB y promover una mayor conciencia y comprensión de esta condición. La estigmatización y el desconocimiento perpetúan un ambiente que dificulta la búsqueda de ayuda y el acceso a tratamientos efectivos. Debemos desmitificar la idea de que tener TB impide a alguien contribuir a la sociedad, además de que es importante que las personas tengan la oportunidad de ser agentes activos en su proceso de recuperación y crecimiento personal, permitiéndoles así alcanzar un mayor bienestar emocional y una mayor autonomía en su camino hacia la salud mental.