Por Anna Kowalczyk
Directora Carrera de Ciencias Políticas, U.Central
Al inicio del 2024 Ucrania se vio sacudida por un devastador ataque que, en términos de intensidad, se cuenta entre los más brutales desde el inicio de la guerra. Rusia lanzó misiles balísticos y una gran cantidad de drones, lo que activó el estado de alerta en Polonia, llevando al despliegue de dos pares de aviones de combate F-16 y un avión cisterna, con el objetivo de proteger el espacio aéreo del país vecino. Este episodio, además, marcó un hito preocupante al constatarse el primer empleo de misiles balísticos norcoreanos de largo alcance en este conflicto.
A pesar que los ataques aéreos han causado muertes y heridos en Ucrania, la mayoría de los misiles y drones fueron interceptados por las fuerzas armadas del país. Sin embargo, surgen dudas sobre la capacidad de Ucrania para enfrentar esta intensidad de ataques a largo plazo. La preocupación radica en las proyecciones que indican que el país enfrentará escasez de armamentos durante este año, sumando a las dificultades ya existentes para aumentar su contingente militar.
A todo esto, se suma la incertidumbre sobre el respaldo occidental hacia Ucrania. La atención mediática se concentra en el conflicto en Medio Oriente, mientras que, en Estados Unidos, el año electoral del 2024 plantea la posibilidad de una victoria republicana, crítica al apoyo hacia Ucrania. Además, la política exterior de la Unión Europea enfrenta desafíos: la influencia de líderes como Víctor Orban de Hungría puede obstaculizar la asignación de fondos a Ucrania.
Rusia inició el año con un tono optimista. Durante un encuentro con veteranos de guerra, Putin destacó los logros militares, diciendo que “el ejército ucraniano emplea diariamente entre 5 y 6 mil balas de calibre 155. En contraste, Estados Unidos produce alrededor de 14 mil de estas balas al mes, con planes de aumentar la producción a 20 mil mensuales para el 2024. Si Ucrania continúa utilizando 5 mil balas al día, su suministro se agotará rápidamente, como ya se está observando. Mientras tanto, nosotros continuaremos incrementando nuestra producción de balas, asegurándonos un suministro cada vez mayor.”
Si bien es importante tomar las cifras oficiales de ambos bandos en este conflicto con precaución, es cierto que Rusia ha aumentado su presupuesto militar para este año, alcanzando al menos 120 mil millones de dólares, en comparación con años anteriores cuando gastó 76 mil millones o 77 mil millones de dólares entre 2022-2023 y 48 mil millones de dólares en 2021. A estos montos se suman el gasto canalizado a través de la policía, los servicios de seguridad, y empresas militares privadas como el Grupo Wagner. Además, Rusia ha recibido armamentos de Corea del Norte y colabora con Irán para instalar una fábrica de drones en su territorio.
Además, Rusia parece superar Ucrania en la incorporación de nuevos conscriptos. El Ministro de Defensa, Siergei Szojgu, ha afirmado que el reclutamiento no es un problema, indicando la incorporación de casi 500 mil voluntarios en 2023. Si bien estas declaraciones suscitan sospechas, debido a indicios de que entre estos “voluntarios” se encuentran migrantes, prisioneros e incluso deudores sometidos a chantaje, no se puede desestimar la posibilidad de movilización universal si Putin se mantiene en el poder después de las elecciones en marzo.
Ante la abrumadora superioridad militar rusa y el continuo desgaste de Ucrania por las operaciones bélicas en su territorio, la resistencia contra la incursión rusa en su soberanía depende del respaldo militar, moral y sancionador internacional. ¿Quién triunfará en las elecciones estadounidenses? ¿Podrá la Unión Europea reformar su política exterior? ¿Logrará la comunidad internacional modificar el diseño de las sanciones para contrarrestar de manera más efectiva el crecimiento del poderío militar ruso? Y la pregunta clave: ¿Ganará Putin nuevamente las elecciones en marzo? Las respuestas determinarán el curso del conflicto en 2024.