Por Wilson Tapia Villalobos
En estos días parecen haberse puesto de acuerdo para que un coro de voces del pasado se escuchen con fuerza dando recetas de futuro. Si estuviéramos en una época sin tantas convulsiones -algunas provocadas o sembradas por ellos mismos- los consejos se agradecerían. Pero no es el caso. Y en la mayoría de los consejos se nota que pesa más la soberbia y las ansias de poder que el interés por lo que ocurre en el país.
El ex presidente Ricardo Lagos (2000-2006) ha vuelto decididamente a la palestra a aportar soluciones. Pero antes de hacerlo, como en toda pre campaña, se ha encargado de mostrar el panorama del país. Un panorama negro, con un horizonte más negro aún, si no se le escucha.
Afirma que la crisis que vivimos es integral. No es política solamente. Ahora también es institucional. No lo dice, pero muy distinto a cuando él, durante su mandato, aseguraba que en Chile las instituciones funcionaban. Hoy, sin embargo, ya no es así. Ni el Gobierno, ni el Parlamento, ni la Justicia, operan adecuadamente, afirma. Todo el aparato estatal se encuentra bajo sospecha o directamente desprestigiado. Y eso pone a Chile en un escenario macabro. Es, según sus palabras, la peor crisis que ha vivido el país, dejando de lado la dictadura de 1973-90. Y si a eso se agrega -sostiene- que no tenemos a la economía marchando como se merece, las perspectivas son siniestras.
Para Lagos, es todo este cúmulo de razones lo que hace que la ciudadanía se encuentre molesta, rechace a la política y denigre a las instituciones. Por lo tanto hay que actuar con celeridad. Pero como éste es un régimen presidencialista, no queda más esperar a que termine su período la actual administración.
En la extensa entrevista concedida al diario La Tercera, el ex mandatario anuncia que estudia la posibilidad de presentarse como candidato presidencial en la próxima elección. No especifica cuáles serían las soluciones que aportaría para la crisis. Y, tampoco, reconoce que en ella haya tenido alguna responsabilidad su administración. Omite que el turbio financiamiento de la política fue pactado por él con la derecha a través de Pablo Longueira. Olvida que el cansancio de la ciudadanía lo producen obras o lineamientos que él mismo construyó o ayudó a erigir. Como el cuestionado Transantiago o el estímulo a las universidades privadas. También se podrían mencionar las leoninas condiciones que se impusieron en las autopistas concesionadas. El sistema de salud pública, que tampoco recibió una especial atención bajo su mandato. Olvida su responsabilidad en el fraudulento manejo de los millonarios aportes que el Estado hace hasta hoy a las FF.AA. En resumen, el gobierno de Ricardo Lagos fue una profundización del sistema neoliberal impuesto por la dictadura.
El domingo 31 de agosto, El Mercurio publicó un sesudo comentario de José Miguel Insulza. El actual representante de Chile ante la Corte de La Haya, también habla de la crisis, pero lo hace de una manera muy distinta a Lagos. Ostensiblemente bajó el diapasón de los calificativos. Dice que Chile mantiene su prestigio. Que “no es la Honduras del golpe de Estado ni la Venezuela actual. Ni el Chile de 1973, ni de 1891”.
Curiosa la lejanía que manifiestan públicamente estos dos personajes. Estos dos socialistas o socialdemócratas del corte más liberal europeo. Estábamos acostumbrados a verlos caminar juntos. Pero hoy las cosas parecen haber cambiado. Es posible que uno esté dispuesto a sepultar lealtades. Todo en aras de subir sus bonos en las encuestas y que eso respalde su decisión de ser nuevamente presidente de la República. Las motivaciones de Insulza pueden ser más complejas. Si lo movió solo la lealtad, es encomiable, sobre todo en un momento como el actual. Sin embargo, también existe la posibilidad de un ajuste de cuentas por compromisos no cumplidos. Porque comunicacionalmente, Lagos es el desleal e Insulza el amigo confiable, a toda prueba. Tal vez el único mensaje que pudiera ser ajeno al tiempo.
Estos dos personajes, sin embargo, son voces de pasado. Líderes que comprueban que en el amor, en la guerra…y en la política, todo está permitido. Pero aún nos falta el tercer eco de antaño. Lo trajo José Piñera. Sí, el hermano de Sebastián, el ex presidente de la República. Durante la dictadura cívico militar, José fue el autor del sistema de AFP. Y, según informó profusamente, vuelve al país a defenderlo. Un sistema previsional que solo ha sido implementado aquí con la rigidez que se le conoce. En el mundo desarrollado nadie se atrevió a hacerlo. Era un atentado a las reglas de la democracia, según sostuvieron en su momento dirigentes políticos norteamericanos, durante el gobierno de Ronald Reagan. Solo se podía establecer bajo una fuerte dictadura.
Hoy los resultados se conocen y el costo lo pagan más de dos millones de jubilados que deben vivir con pensiones miserables. Cuando anunció el sistema, José Piñera prometió jubilaciones cercanas al 70% del último sueldo. Hoy no alcanzan al 30%. Mientras, los conglomerados económicos que manejan el dinero de los trabajadores siguen percibiendo ganancias multimillonarias.
José Piñera aporta otro ejemplo de las soluciones del pasado. Tal vez también vuelve con la intención de presentarse nuevamente como candidato a la presidencia de la República. De él se puede esperar cualquier cosa.
Todo esto es parte importante del panorama que rodeará las elecciones municipales del 23 de octubre. Y, también, las presidenciales del 19 de noviembre de 2017. Es posible que en ambas un porcentaje importante de los electores den otra muestra de hastío y se abstengan de votar o anulen su sufragio. Las voces del pasado ya no tienen encanto. O, peor aún, pocos les dan crédito.
Voces del pasado dando recetas de futuro – Por Wilson Tapia, leer en https://t.co/Lzkuvv7EKe
VOCES DEL PASADO DANDO RECETAS DE FUTURO https://t.co/bY9XD6jxfq
RT @gvalpo: Voces del pasado dando recetas de futuro – Por Wilson Tapia, leer en https://t.co/Lzkuvv7EKe