EL AUTOGOL DE IVAN ZAMORANO

Publicado por Equipo GV 13 Min de lectura

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El partido más difícil de su vida debe estar viviendo Iván Zamorano. Sus ya públicos problemas económicos, lo tienen de cabeza en Tribunales, y los medios de comunicación.

Aquí una reseña de los errores cometidos, las lealtades familiares mal entendidas, algo que Zamorano parece no tener muy claro.

Equipo GV.

La noticia corrió por las salas de redacción de todos los medios de comunicación: el Banco BCI demandaba a Iván Zamorano por una suma cercana a los 2.000 millones de pesos, por graves incumplimientos de pagos por más de un año.

Hace rato que los problemas económicos de Zamorano son parte de los comentarios de pasillo, y sólo se aguardaba un capítulo judicial para dar rienda suelta a toda la información que existe, y que data del año 2009.

Abandonó las canchas con US$ 20 millones pagados por los clubes extranjeros en los que jugó, cuyas cifras son públicas. Periodistas deportivos calculan que por primas, premios por partidos ganados por la selección y por los clubes recibió otros US$ 10 millones, incluyendo publicidad. Sí desembolsó US$ 5 millones en gastos personales y familiares, cifra alta, pero no para quienes lo conocen y describen como hombre generoso y de buen vivir.

Sus cercanos estiman que el monto con el que contaba La Ciudad Deportiva comenzó con algo poco común a este nivel de inversiones: sin licitación privada. Su cuñado y brazo derecho Wilson Flores llamó a un amigo constructor para desarrollar las obras. Tras el amigo, que no concretó su cometido, vino un segundo constructor, que tampoco tuvo éxito. Finalmente, por consejo de un asesor, se llamó a licitación, “pero la inversión superó con creces las estimaciones iniciales”, sostiene un ex gerente.

Iván Zamorano no reparó en gastos: pagó muy caro por un club house, cuya losa cedió, quedando inutilizado; usó el mismo pasto del Real Madrid e instaló infraestructura deportiva de última generación que pudo haber hecho por etapas. “Al final, la inversión fue de US$ 10 millones financiada enteramente con crédito en lugar de haber optado por una porción de capital propio y otra de deuda”, agrega un ex director.

 

Todos quienes trabajaron en el complejo coinciden en que el futbolista nunca intervino en las decisiones, delegando toda responsabilidad en su cuñado, un ingeniero en ejecución en informática de la Universidad Diego Portales. “Ese fue uno de sus principales errores“, aseguran.

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Desde su inauguración, en 2002, la Ciudad Deportiva nunca arrojó utilidades. Bam Bam, según un ex ejecutivo, debió colocar anualmente de su bolsillo cerca de US$ 1 millón para cubrir los gastos.

El panorama mejoró con la llegada de un gerente general externo, Ernesto Osses, ex gerente de marketing de Telefónica, a quien Zamorano conoció como rostro de la compañía. Osses armó un equipo con Carlos Croxatto, en la gerencia comercial, y Carlos Solar, en la de administración y finanzas. “Se alcanzaron resultados operacionales positivos: $ 250 millones en 2005 y $ 300 millones en 2006, además de ventas por $ 2.500 millones y $ 3.000 millones, respectivamente”, comenta uno de ellos. Sin embargo, los costos financieros, asociados al crédito, impedían obtener utilidades.

A mediados de 2007 no quedaba ninguno de los ejecutivos que había colaborado en la mejoría del proyecto. “Wilson Flores usó su influencia para convencer a Zamorano de sacar al equipo y retomar la gerencia general“, asegura un ex colaborador.

Un nuevo traspié fue el fracaso de la emblemática Universidad del Deporte. Se dilató tanto la decisión, que los inversionistas conseguidos por Álvaro Vial (su gestor y desarrollador), entre ellos, algunos socios del Banco Security y de Detroit, echaron pie atrás dudando de la factibilidad de la iniciativa.

Entretanto, el ex pichichi se deshizo de dos elegantes departamentos que tenía en Madrid y acciones de dos hoteles en Almería, por los que obtuvo cerca de $ 1.400 millones en ganancias.

Pero esas utilidades se vieron opacadas por las pérdidas de la firma de ropa deportiva Kelmex, que no prosperó y cuyo déficit fue cercano a $ 1.500 millones por problemas de gestión, según afirma un ex director.

Un hombre que se esforzó tanto por salir adelante y que llegó tan alto no tuvo más alternativa que optar, tras el fracaso de su proyecto, entre dos universidades para lograr financiar y obtener ganancias en la Ciudad Deportiva.

Una fue la de Álvaro Vial con la Universidad Andrés Bello: consistía en arrendar todas las instalaciones para una sede deportiva de la UAB. El pago era de 37.500 UF (unos $ 788 millones) por una vez y 3.930 UF anuales (casi $ 83 millones) hasta 2026, cuando vence la concesión que licitó la junta de alcaldes de Providencia, Las Condes y La Reina.

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Wilson Flores negoció en paralelo con la Universidad San Sebastián (USS). Y Zamorano se inclinó por esta última, por lo que debió pagarle a Vial una indemnización debido a que éste obtuvo los permisos y el cambio de uso de suelo para la Universidad del Deporte.

Punto aparte merece la concesión de los terrenos que ocupa la ciudad deportiva, materia que siempre ha merecido dudas a las autoridades municipales respectivas. Fuentes consultadas por GV sobre los beneficios que implica, para las comunas involucradas, no pudieron entregar detalles concretos de programas deportivos generados por los acuerdos de la concesión.

Pero los problemas no terminaron ahí.

El 1 de octubre del 2008 debe haber sido uno de los días más importantes en la vida comercial de Iván Zamorano. El ex futbolista lograba escalar un peldaño más en su proyecto de ciudad deportiva firmando un contrato de alianza estratégica con el centro de salud “Ciencia Entrenamiento y Salud” (Ciens), del empresario Juan Rodolfo Ulloa Vilarín.

Un sueño hecho realidad que le permitiría tener dentro de su propio recinto un centro de atención médica para todas las personas que asistieran al gimnasio y escuelas deportivas del lugar. Un gran proyecto que luego de 3 años de trabajo conjunto se derrumbó, y lo obligó a pagar una indemnización de 30 mil UF, lo que se traduce en $654.042.300 por incumplimiento de contrato.

Más de un millón de dólares que debería desembolsar la empresa Del Inca Sociedad de Inversiones Limitada, dueña de la Ciudad Deportiva Iván Zamorano (CDIZ) representada legalmente por Wilson Flores, cuñado del ex capitán de la Selección Chilena de fútbol, según estipula la demanda arbitrarial interpuesta ante el Centro de Arbitraje y Mediación de Santiago de la Cámara de Comercio el 18 de mayo del 2011.

El problema entre estos 2 empresarios comienza desde el primer día en que el centro médico se instaló en la ciudad deportiva según detallaba la demanda, donde se asegura que los incumplimientos van desde no respetar la exclusividad del servicio médico por parte del gimnasio hasta entregar una instalación sin aire acondicionado para las atenciones médicas por el cual la empresa Ciens pagaba mensualmente 101 UF, algo así como $2 millones, por concepto de arriendo.

CDIZ se obligó a no prestar ni permitir que terceros presten servicios médicos”, estipula la demanda haciendo referencia a la exclusividad que el recinto del ex futbolista le habría prometido al centro médico, y que aseguran no ha respetado manteniendo una estrecha relación con la Clínica deportiva Meds.

También acusan al proyecto deportivo de no respetar el acuerdo del llamado “pase médico” que acordaron sería exigible a todos los miembros del gimnasio y escuelas deportivas, y que en la demanda se expresa de la siguiente manera:

Hacer exigible a todos sus clientes del gimnasio y de las escuelas deportivas la realización de un examen médico en el centro médico de Ciens antes de integrarse a la práctica deportiva, el que tendrá una vigencia de un año y, por lo tanto, deberá repetir una vez al año”.

Servicio que según la empresa Del Inca sería obligatorio e, incluso, impediría el ingreso a las instalaciones a los clientes que no hubiesen cumplido con esta obligación, ejercicio que nunca se llevó a cabo.

En esta últimas horas, se hizo público la acusación judicial del Banco BCi en contra de Iván Zamorano, la cual se interpuso el 21 de abril pasado en el 3° Juzgado Civil de Santiago e involucra a las siguientes firmas de las que Zamorano es representante: Del Inca Sociedad de Inversiones Limitada, Sociedad de Inversiones Santa Alicia Limitada y Ciudad Deportiva Iván Zamorano.

Además, la acción judicial compromete a las empresas Servicios Deportivos, Gimnasio y Salud Limitada, Del Inca Sport Limitada y Servicios de Capacitación y Asesoría en Computación Limitada, las que tienen a Wilson Enrique Flores Cariz, cuñado del ex Real Madrid, como representante y a quien también se le presenta como deudor.

Nada alentador el panorama para una de las máximas figuras deportivas de nuestro país.

Llama la atención que el nombre de Wilson Enrique Flores Cariz, su cuñado, se repita en cada situación descrita en el presente reportaje. Es efectivo que, al final de la jornada, el responsable final sea Zamorano, pero no es menos cierto que Flores Cádiz cuenta con su confianza, es familiar directo, y actúa en su nombre. Cada decisión equivocada, cada cambio erróneo, cada detalle con un costo final, tiene un denominador común: la familia de Zamorano.

A la luz de los acontecimientos, y salvo una mediación que no conocemos, Zamorano deberá pagar una suma millonaria por las deudas acumuladas con el Banco BCI, lo que significará una nueva pérdida a su patrimonio acumulado en años de carrera deportiva.

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Para el final hemos dejado la peor decisión de Iván Luis Zamorano Zamora. Su decisión, previo pago de la no despreciable suma de 300 millones de pesos, de apoyar con su imagen y capital público, la implementación del peor proyecto social que se recuerde en la historia reciente de nuestro país: TRANSANTIAGO, fracaso que arrastró por el suelo su fama, popularidad y credibilidad.

Memorable la conferencia de prensa donde reconoce su error, y su intención de devolver los honorarios pagados por el Estado de Chile, a la brevedad posible.

Nunca supimos si esa devolución se efectuó.

EQUIPO GV

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