Por Mónica Oyarzun Salinas
Académica de Terapia Ocupacional, U.Central
La Organización Mundial de la Salud (OMS) afirma que los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) son la tercera enfermedad crónica más común en adolescentes y mujeres jóvenes en edad reproductiva y los describe como comportamientos alimentarios anormales que se acompañan por una distorsión de la percepción de la imagen del cuerpo, una preocupación excesiva por el peso y por la comida.
Entre los factores de riesgo que contribuyen al desarrollo de este tipo de trastornos están los aspectos individuales biológicos, genéticos y fisiológicos y los ambientales como, el contexto familiar, muchas veces sobreprotector y/o desestructurado, pero el que destaca como el principal foco de vulnerabilidad es el contexto social, con un entorno altamente centrado en cánones asociados a la imagen corporal y estándares de éxito, que muchas veces normaliza conductas poco saludables a través de los medios de comunicación y las redes sociales.
Precisamente el incremento en el uso de las redes sociales, sumado a una mayor exposición a la información relacionada con la cultura del cuerpo, como dietas e ideales de belleza, se encontrarían entre los factores psicosociales que influirían mayormente en el desarrollo y aumento de este trastorno.
La hiper-conectividad y el acceso a figuras negativas, en etapas de consolidación de la identidad tales como la adolescencia, impactan profundamente en esta población más vulnerable y han puesto en alerta a los profesionales del área debido al incremento del diagnóstico de TCA, incluso en población menor de 12 años. Por ejemplo, etiquetas tales como #Pérdidadepeso en TikTok tiene miles de visitas y sólo el 1,4% de los consejos nutricionales, son publicados por especialistas.
En períodos como el verano comienza la invasión en los medios de comunicación para las clásicas “carreras de kilos”, bajar de peso, tips para tratar de “cumplir” con los estándares de belleza impuestos y el aumento de las altas temperaturas, genera también una mayor exposición del cuerpo, surgiendo así comentarios o juicios (externos o internos) y/o comparaciones en torno a la figura, que podrían fomentar inseguridad e insatisfacción corporal en población con baja autoestima.
En el periodo de vacaciones por autocuidado, se busca reducir las actividades productivas, lo que sin duda va en beneficio de nuestra salud mental ya que modificamos hábitos y rutinas para aumentar nuestro tiempo de ocio y descanso, pero en la población adolescente, muchas veces se destina este espacio a largas jornadas de uso de dispositivos móviles y exposición a las RRSS, a juegos en línea con una mayor libertad para dormir o acostarse tarde y “libertad” en la alimentación para saltarse comidas, etc., lo que podría en algunos casos hacer pasar por desapercibido un cambio en la conducta alimentaria.
Por ello es fundamental que familiares y cuidadores estén atentos a las señales, que nos alerta de la existencia de algún tipo de trastorno en los adolescentes, como por ejemplo la obsesión por la comida, que quieran comer solos, el aumento de la impulsividad y falta de control con algunos alimentos, conductas de compensación como hacer mucho ejercicio por la ingesta realizada o privación de algunas comidas, estados de humor inestables o aislamiento, una reocupación extrema por el aspecto físico y el cuerpo o la necesidad de ocultar el cuerpo, cuando antes no ocurría.
Atender a tiempo este trastorno es fundamental ya que quienes cursan un TCA tienen un elevado nivel de sufrimiento, con un profundo malestar físico, psicológico y social, por lo cual requieren de un abordaje de un equipo multidisciplinario y capacitado en el tema para contribuir a la recuperación de su equilibrio ocupacional, fomentar la satisfacción en la participación de actividades significativas y mejorar su calidad de vida.