Por Uwe Rohwedder G.
Director Escuela de Arquitectura
Universidad Central
Como en los cuentos que no tienen final, aún no logramos construir una cultura marítima-costera, considerando que habitamos un territorio ligado al borde mar.
Las marejadas en Viña del Mar y que también han ocurrido en otras partes del país, dejaron en evidencia que hay problemas de planificación y falta de políticas públicas, lo que nos muestra muy vulnerables ante los fenómenos naturales, que ya se están haciendo cada vez más habituales. Por lo tanto, es necesario aprender a convivir con el mar, saber de él, conocerlo para disfrutarlo y no verlo como una amenaza.
En el caso de Viña del Mar, la avenida Perú ha sido siempre un atractivo turístico, de una costanera abierta que mira al Pacífico hacia el norte. Es la misma que hace unos 70 años, con algunas operaciones cosméticas y mejoramiento de mobiliarios. Pero, en lo sustancial, se ha hecho muy poco en su relación con el mar.
Desde lo arquitectónico ha habido varias propuestas, que se fueron quedando por razones normativas. Sin embargo, se debiera motivar la construcción de un muro-malecón habitable protegido de las marejadas. Se puede diseñar una forma de defensa para la primera línea, un sistema de recolección y evacuación de aguas o como en Japón, donde hay edificios resistentes a los tsunamis en el borde y con azoteas para protegerse de las corrientes de los maremotos. También se puede construir una primera contención en el mar, de manera de amortiguar la fuerza de la rompiente.
Por ahora, parece faltar la voluntad de construir entre todos un imaginario participativo y no esperar eternamente que habrá alguna autoridad que lo resuelva.