Por Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
Académico e investigador (UACh)
“La diferencia entre un dolor de cabeza y una migraña es como comparar los dolores de un parto con un malestar estomacal” (Jenny MacQueen).
Cuando el cerebro “reclama” por intermedio de alguno de estos dos síntomas –una cefalea o una migraña– lo más saludable –y recomendable– es prestar mucha atención a aquella señal que su cerebro y su cuerpo le quieren transmitir.
Aún cuando no siempre un dolor de cabeza que atormenta e incordia a una persona tiene, necesariamente, en su origen una patología que uno pudiera considerar como grave, tanto las cefaleas como las migrañas representan una de las quejas más habituales en las consultas médicas y psicológicas, especialmente, cuando están asociadas a altos niveles de estrés y que, por cierto, se convierten en una fuente de preocupación cuando se reiteran en el tiempo y duran más de lo que una persona está dispuesta a soportar y tolerar.
La cefalea se describe como una molestia o dolor intenso y persistente que puede afectar cualquier parte de la cabeza, que va acompañada de una sensación de pesadez y que muy a menudo está relacionada con la tensión nerviosa que experimentan algunas personas. La cefalea es un síntoma muy frecuente, y las estimaciones señalan que en los países occidentales se presenta a lo menos una vez en el año en más del 50% de la población mundial, condición que puede ser originada por una larga lista de causas y factores, tales como: la contaminación ambiental, experimentar emociones fuertes y negativas, sentirse muy fatigado, por la falta de sueño, por el consumo de algunos fármacos, por el uso de anticonceptivos, sufrir de hipoglicemia y por el consumo de algunos tipos de alimentos.
La sensación que experimentan las personas es la de un dolor opresivo y de que “algo aprieta la cabeza” del sujeto afectado, sensación que puede disminuir a través de la práctica de la relajación o de la realización de ejercicio físico liviano para descontracturar los músculos y hacer circular la sangre en el organismo. De acuerdo con sus orígenes, las cefaleas se clasifican en cuatro tipos básicos: (a) las vasculares (o migrañas), que se producen por trastornos en los vasos sanguíneos del cerebro, (b) las tensionales que se generan a causa de la tensión que sufren los músculos de la cara o el cuello, (c) las de tracción y (d) las inflamatorias. Estas dos últimas formas de cefalea pueden ser síntomas de otras enfermedades de carácter algo más graves.
La migraña, por su parte, se describe como un intenso y punzante dolor en la frente, la sien, alrededor de los ojos, los oídos y la mandíbula, que puede durar de seis y hasta cuarenta y ocho horas, que comienza, habitualmente, en un lado o en una parte de la cabeza y, eventualmente, puede extenderse hacia el otro lado, con un dolor de tipo pulsátil, y que a menudo va acompañado de náuseas, vómitos, mareos y trastornos visuales. También puede presentarse con una marcada sensibilidad a la luz y a los sonidos fuertes. La principal víctima de las migrañas son las mujeres y los episodios críticos de migrañas son tres veces más frecuentes en las personas de sexo femenino que en las de sexo masculino.
Las causas de las migrañas –que afectan a alrededor del 15% de la población mundial, pueden ser hereditarias y tienden a aparecer entre los 10 y los 45 años– se asocian a una actividad cerebral anormal, condición que puede implicar la dilatación y constricción de los vasos sanguíneos de la cabeza. Los ataques de migraña pueden ser desencadenados por cualquiera de las siguientes causas y factores: estar expuesto a condiciones de estrés, experimentar altos niveles de ansiedad, cambios o problemas con los hábitos y/o patrones del sueño, abstinencia de cafeína, ingesta de alcohol, presencia de ruidos fuertes o luces muy brillantes, olores muy fuertes o perfumes muy intensos, el hecho de saltarse comidas, fumar o estar expuesto al humo del cigarrillo.
Por otra parte, ciertos alimentos que se consumen pueden dar origen a una migraña. Algunos de estos alimentos pueden ser: el chocolate, productos alimenticios que contengan glutamato monosódico (aditivo presente en muchos alimentos procesados), algunas frutas (como el plátano, los cítricos, palta, higos), carnes que contengan nitrato (como las salchichas, tocino, salame, carnes curadas), alimentos que contienen tiramina (como el vino tinto, el pescado ahumado, el hígado de pollo, el queso curado), cebollas, pickles, cierto tipo de quesos curados, maní (nueces y algunas semillas), entre otros alimentos.
Una de las características principales de la migraña es la aparición del fenómeno llamado “aura” que se produce a los 10 o 30 minutos antes del ataque de dolor. Este concepto –que representa una clara señal de alerta– se refiere a ciertos síntomas neurológicos que experimenta la persona que se caracterizan por una visión con líneas en zigzag, luces brillantes o manchas oscuras, fotofobia (o intolerancia a la luz) fonofobia (o intolerancia a los ruidos). A lo anterior se suman la dificultad para hablar, una sensación de adormecimiento de brazos o piernas, temblor de cara o labio, confusión mental e incluso hemiplejía temporal.
Las personas deben saber que un ataque de migraña puede producirse en cualquier momento y puede ocurrir varias veces a la semana o bien, tan infrecuentes como una vez al año. No obstante lo anterior, hay pacientes que pueden presentar lo que se llama una “jaqueca predecible”, por ejemplo, cada sábado por la mañana después de intensas jornadas de trabajo durante la semana, o bien –en el caso de las mujeres–, antes, durante y después de la menstruación debido a fluctuaciones de tipo hormonal.
Pese a que todavía no existe certeza absoluta en torno al mecanismo que conduce a las crisis de migraña, hay un cierto consenso en señalar que este síntoma se inicia cuando los vasos sanguíneos alrededor del cerebro se contraen, reduciendo de manera transitoria el flujo de oxígeno y energía al cerebro. Esta vasoconstricción es la que causaría el aura.
Por otra parte, las cefaleas tensionales ocurren, generalmente, en situaciones de estrés y son generadas por las contracciones en los músculos del cuello, cara y cuero cabelludo. El dolor puede ir de leve a moderado, sintiéndose como una fuerte presión sobre la cabeza. De acuerdo con los especialistas alrededor de un 85% de las cefaleas caen en esta categoría. Ocasionalmente, este tipo de cefaleas pueden ir acompañadas de trastornos gastrointestinales y visión borrosa, pero sin que se manifieste el aura de las migrañas clásicas. No se relacionan ni con los alimentos ni con hormonas del organismo y tampoco tienen una clara conexión del tipo hereditario.
Sin embargo, esta cefalea puede ser de tipo crónica, con una duración que puede ir desde algunas semanas, hasta meses y años. Los pacientes afectados describen su condición como un dolor permanente y localizado como una “banda alrededor de la cabeza” o como si ésta estuviera metida en una especie de jaula que la presiona.
A menudo, esta cefalea está asociada con depresión y angustia. De hecho, los pacientes que experimentan este síntoma relatan que tienden a experimentar este dolor de cabeza muy temprano en la mañana o bien, por la tarde, es decir, precisamente cuando se anticipan los conflictos que podrían producirse con su llegada al trabajo o con su arribo a su hogar.
Ahora bien, no sólo los factores llamados “emocionales” (o heridas del alma) pueden desencadenar una cefalea tensional, ya que también pueden influir determinadas posturas físicas de carácter viciosas que conducen a que la persona tense los músculos de la cabeza y del cuello, tal como mantener una conversación telefónica con el teléfono entre el hombre y la oreja, o bien, por la disfunción de la articulación temporomandibular producida por el bruxismo, sea éste diurno o nocturno.
Como la cefalea es un síntoma que nos envía nuestro cerebro, esto nos puede servir de señal que nos permita desenmascarar una enfermedad detrás del síntoma. Es lo que sucede de manera habitual con las cefaleas de tracción o de tipo inflamatorias. Es así, por ejemplo, que detrás de la cefalea puede esconderse algún defecto o problema de tipo visual, un hematoma producto de un trauma encéfalo craneano (TEC), meningitis, otitis, una infección dental, un glaucoma, una neuralgia del nervio trigémino. Es más. Este síntoma puede estar mandando una señal de un accidente vascular encefálico o de un tumor cerebral, que están presionando tanto las fibras nerviosas, como así también los vasos sanguíneos.
Señalemos finalmente, que para tranquilidad y alivio de aquellas personas que se sienten afligidas por las cefaleas, jaquecas o migrañas que sufren, que existe una serie de tratamientos para combatir los ataques agudos de dolor. En algunos casos, incluso un buen y relajante masaje puede hacer la gran diferencia para que ciertos dolores de cabeza desaparezcan. Pero lo más importante, es hacer una labor de prevención que identifique las posibles causas o factores que están influyendo para que se desencadene la migraña o cefalea en una determinada persona.
Ahora bien, cuando el problema reviste de cierta gravedad, recurrencia y presencia de mucho dolor, la atención del paciente debe adquirir el carácter de integral, es decir debe intervenir por fuerza un equipo multidisciplinario conformado por varios especialistas: médicos, psicólogos, kinesiólogos, nutricionistas, e incluso dentistas, con el fin de descartar cada uno de los posibles factores que pudieran estar generando el malestar del paciente.
Como siempre, la máxima que debe prevalecer es: “Prevenir es mejor que curar”.
¿Quién, en alguna oportunidad, no ha sido víctima de una cefalea o migraña? En más de alguna ocasión, este síntoma se puede tornar molesto, incómodo y, en algunos casos más extremos, inhabilitante para seguir funcionando o rindiendo en nuestras labores diarias, cuando se apodera de nuestro organismo. Es importante averiguar por qué se puede estar produciendo este malestar para poder definir alguna estrategia para combatirlo (consultar a un especialista, practicar algún sistema de relajación, salir a tomar aire fresco, etc.) y no caer en la automedicación para poder acabar con el dolor, ya que, con el tiempo los analgésicos (pastillas que se ven aparentemente mágicas) se tornan adictivos y con el tiempo, hay que ir aumentado las dosis para obtener los mismos efectos en el organismo, lo que puede, a la larga, traer daños colaterales a nuestro organismos por los efectos secundarios que causan algunos medicamentos en el tiempo, aunque estos parezcan inofensivos. Nunca está de más informarse e investigar.