Por Luis Alonso
Arquitecto
La arquitectura y la ciudad deben adquirir un mayor protagonismo en las agendas políticas y sociales, por el bien de nuestro entorno, de nuestra calidad de vida, y de nuestros ciudadanos. Y, por supuesto, con el necesario apoyo para apuestas urbanas de largo recorrido. Cualquier apuesta precisa de no menos de 10 años para su gestación, aprobación, desarrollo y consolidación.
Hacer ciudad requiere de premisas fundamentales como priorizar sinergias entre el sector público y el sector privado, potenciando las concesiones administrativas y los FUC ( Financiación urbana compartida). Los edificios públicos pueden convivir perfectamente con actividades privadas, disminuyendo drásticamente los costos de mantenimiento. Se debe potenciar la “Promiscuidad funcional” de nuestros edificios y barrios que no es otra cosa que la mezcla de usos. La gran mayoría de actividades son compatibles entre sí: una residencia de adulto mayor puede convivir con equipamientos infantiles, que a su vez pueden convivir con espacios de coworking que son compatibles con centros de salud, y así suma y sigue.
Se debe evitar seguir el modelo norteamericano que ha marcado la pauta del crecimiento en Latinoamérica en los últimos años. Convierte al ciudadano en un esclavo del automóvil porque se crea una perversión espacial, un triángulo, donde un vértice es donde resido, el otro donde trabajo y el otro donde me voy a divertir o a comprar. Por ende, está todo disgregado generando traslados obligados y alto consumo energético. Históricamente la ciudad ha sido promiscua funcionalmente, la gente vivía, trabajaba y compraba en sus barrios y zonas cercanas. Deberíamos recuperar ese concepto con barrios y edificios multifuncionales. Nos llenamos la boca con la sustentabilidad, con el ahorro de energía, pero eso no se logra solo con placas solares. Los edificios han de estar el mayor número posible de horas y días en funcionamiento. No nos sirve uno que muere el viernes en la tarde hasta el lunes en la mañana.
Hacer ciudad implica también involucrar al sector privado en la rehabilitación patrimonial, asignatura pendiente y significativa , económica y socialmente. Debemos humanizar el espacio público, la estética de éste es un problema de ética y de justicia social. No demonizar la edificación en altura porque ayuda a compactar la ciudad, lo que es positivo desde todos los puntos de vista, pero siempre y cuando tal altura otorgue a la ciudad espacios o equipamientos públicos, y en lugares donde el transporte público tenga un importante papel. Crear comisiones ciudadanas de calidad, en especial para proyectos de significancia estratégica con perfiles profesionales lo más variados posible. Apostar por la ciudad 8/80. Es decir adaptada a todas las edades , desde la infancia a la senectud, potenciando las particularidades de cada edad vital y con accesibilidad realmente universal en todos los espacios públicos, no solo en los edificios.
Hace escasos días me preguntaban sobre estos temas tras la presentación de mi nuevo libro ART-quitectura, y tras una gratificante charla con dos grandes personas, apasionadas por lo que significa hacer ciudad, como Evelyn Matthei y Rodrigo Guendelman. Felizmente estamos de acuerdo en se necesita hacer buenas ciudades, humanas, gratas, habitables, que generen buenos ciudadanos y con buenos ciudadanos se generan excelentes países.