Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
Académico, Escritor e Investigador (PUC- UACh)
“La ciencia moderna aún no ha sido capaz de producir un medicamento tranquilizador que sea tan eficaz como lo es el hecho de recibir unas pocas palabras bondadosas” (Dr. Sigmund Freud, padre del Psicoanálisis).
Todas las futuras mamás reciben por boca de su médico de cabecera una importante indicación: la prohibición total de fumar, consumir alcohol o drogas durante el proceso de gestación, dado que estos elementos interfieren severamente en el crecimiento normal del feto. Lo anterior, a raíz de los efectos teratogénicos y anómalos que tienen, tanto el cigarrillo como el alcohol y las drogas.
Sin embargo, son escasos los médicos –si es que hay alguno– que pongan en sobre aviso a las futuras madres acerca de lo contraindicado que resulta para la integridad y la salud del bebé en gestación –y la propia salud de la madre–, el consumo de ciertos medicamentos, tales como los que se identificarán más adelante.
Es más. Se sabe, por ejemplo, que el consumo de antiinflamatorios como el Ibuprofeno aumenta peligrosamente el riesgo de infartos cardíacos, accidentes cerebrovasculares, insuficiencia renal o muerte súbita.
Ahora bien, la teratogenia corresponde a una alteración de tipo funcional, bioquímica o morfológica que se produce durante la gestación, y los expertos señalan que un agente teratogénico corresponde a una sustancia, un agente físico u organismo que está en condiciones de generar una malformación –o defecto congénito grave– en el feto. Muy conocido, es el síndrome alcohólico fetal (o niños condenados sin culpa), el cual, entre otros efectos, provoca: anomalías cráneo-faciales, deformaciones óseas y articulares, defectos cardiovasculares, labio leporino, retardo mental, trastornos de aprendizaje, hiperactividad y, en algunos casos, abortos espontáneos e, incluso, la muerte prematura del bebé. Es decir, estamos hablando de trastornos, malformaciones y anomalías de carácter muy grave.
Según un estudio del año 2012 de los investigadores Jordán, Navarro, Batista, Cuba y González, entre la tercera y la octava semana del desarrollo –y para algunos órganos, hasta la duodécima semana, en que se lleva a cabo la organogénesis– la acción de sustancias externas sobre el feto en desarrollo –tales como ciertos medicamentos, el consumo de alcohol o tabaco–, pueden interferir severamente con los procesos celulares de proliferación y crecimiento de las células y, por esta vía, modificar los procesos de diferenciación de los órganos, favoreciendo la aparición de anormalidades y defectos congénitos de tipo mayores y menores.
De acuerdo con los estudios, las malformaciones y/o anomalías de carácter anatómico o funcional, ocasionadas por la ingesta de medicamentos durante el proceso de gestación, se denominan “efectos teratogénicos” cuando el fármaco es capaz de atravesar la barrera placentaria. En ocasiones, las alteraciones pueden manifestarse años después del nacimiento, visibles a través de un desarrollo problemático de los niños:
Diazepam: este fármaco derivado de la benzodiazepina que tiene propiedades ansiolíticas, relajantes, anticonvulsivantes y sedantes puede aumentar en cuatro veces la aparición en el feto de labio leporino con fisuras del paladar.
Warfarina: anticoagulante oral que se usa para prevenir la formación de trombos. Puede producir hipoplasia del cartílago nasal, defectos del SNC, retraso mental y atrofia del nervio óptico en el feto.
Yoduro de potasio: es una sal de yodo estable (no radiactivo) que impide que la tiroides absorba el yodo radiactivo, protegiendo a la tiroides del daño que provoca la radiación. Puede provocar bocio y retardo mental en el feto.
Imipramina: es un antidepresivo, también prescrito para casos clínicos de enuresis. Puede producir deformaciones de los miembros en el feto.
Estreptomicina: es un antibiótico quepuede producir sordera.
Tetraciclina: antibiótico que puede producir, posteriormente, deformaciones en los huesos y anomalías en los dientes.
Anfetaminas: agente adrenérgico y estimulador del SNC, que puede producir fisura de la cavidad bucal y anomalías cardiovasculares en el feto.
Citarabina: medicamento que se emplea en el tratamiento de algunos tipos de cáncer, principalmente leucemia mieloide aguda y linfomas. Puede producir agrandamiento del bazo y anomalías cromosómicas.
Doxiciclina: antibiótico del grupo de las tetraciclinas que previene el crecimiento y propagación de las bacterias Gram positivas y Gram negativas. Puede generar toxicidad fetal, con posibilidad de muerte del feto.
Aminopterina/metotrexato: medicamento contra el cáncer. Genera anomalías del desarrollo caracterizado por déficit en el crecimiento, dismorfismo facial; defectos neurales, del cráneo y de las extremidades; hidrocefalia, labio leporino, fisura del paladar, anencefalia.
Fenitoína: antiepiléptico y anticonvulsivo de uso común. Puede provocar anomalías cardíacas, hendiduras faciales, microcefalia, anomalías del crecimiento y deficiencia mental.
Acido valproico, también conocido como valproato, valproato sódico o valproato de magnesio, es un fármaco antiepiléptico y estabilizador del estado de ánimo. Puede provocar anomalías cardíacas, microcefalias, defectos del tubo neural, defectos cráneo-faciales.
Trimetadiona es un fármaco antiepiléptico. Puede producir anomalías cardíacas, malformaciones en las orejas, anomalías del aparato urogenital y del esqueleto, retraso mental y físico.
Por si lo anterior no fuera suficiente, no hay muchos médicos que se preocupen de recomendar a las futuras madres evitar estar sometidas a condiciones de estrés, ya que de acuerdo con una investigación de la Dra. Vicky Clifton de la Universidad de Adelaida, en Australia, se detectó, que el factor estrés en las madres puede alterar el tamaño del feto, especialmente, en el caso de los fetos de sexo femenino. O bien, generar complicaciones que terminan en una pérdida o aborto espontáneo.
En este sentido, el fenómeno que se produce, es que los fetos responden al estrés de las madres durante el embarazo, ajustando sus pautas de crecimiento, por cuanto, el estrés causa alteraciones hormonales en el organismo que afectan la placenta, al aumentar el nivel de cortisol, que corresponde a una hormona del estrés. Esta hormona cambia las condiciones del tejido de la placenta –que es la encargada de alimentar y proteger al feto–, al alterar el paso de los nutrientes y del oxígeno, afectando así, al bebé.
El estrés más peligroso sería el de tipo psicológico, es decir, aquél producido por las peleas y discusiones entre la pareja, la falta de dinero y recursos, o bien, el estrés a causa de un clima laboral insalubre (en el caso de las futuras mamás que trabajan), entre otras causas.
Es lamentable tener que señalarlo, pero es preciso hacerlo: son muy escasos los medicamentos que no tienen graves efectos secundarios -que de “secundarios” no tienen nada- en los seres humanos, al igual que son muy escasos los médicos que se preocupan de estudiar estos nocivos efectos y comunicárselos a los pacientes a quienes le son prescritos, de modo tal, que las personas puedan estar INFORMADAS.
Lamentablemente eso no sucede. Lo único que queda, es que cada uno de nosotros haga sus propias investigaciones con respecto a los efectos “secundarios” (que pueden ser muy graves) del medicamento que deberá tomar, de modo tal, de no caer de la sartén directamente al fuego, y que la medicina sea peor que la enfermedad.