Por Katerin Farías, académica del Instituto de Ciencias Naturales, UDLA Sede Viña del Mar
Con el inicio de la primavera se observa un aumento de la flora, representada con el desarrollo de flores de distintos colores y la renovación de la cobertura vegetal, que otorga sostenibilidad a una fauna asociada que aumenta su actividad, reproducción e interacción. Claramente, esta transformación del medio ambiente produce un efecto positivo en nuestras vidas, pero ¿estos cambios son realmente indicadores de un aumento de diversidad?
Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la biodiversidad se puede entender como la amplia variedad de flora, fauna, ecosistemas y las interacciones que se establecen entre sus miembros. Entonces, para reconocer el real efecto de la primavera debemos considerar las variables estacionales que influyen en el desarrollo y comportamiento de los organismos vivos, tales como el aumento de la temperatura, humedad y rango de horas de luz solar, y que contribuyen a la renovación de los ecosistemas e incrementan la riqueza natural.
Actualmente, el Ministerio del Medio Ambiente menciona que el impacto del cambio climático se manifiesta con el aumento de temperaturas medias y la alteración de los climas a nivel mundial, provocando derretimiento de glaciares, aumento de sequías, inundaciones, precipitaciones e incendios forestales. Si además sumamos el comportamiento humano y la fragmentación de hábitat, visiblemente se ven amenazadas la riqueza y abundancia de especies.
La suma de los múltiples y complejos procesos biológicos que permiten la renovación de la flora en primavera, afectan positivamente el aumento de la diversidad estacional. Por ello, es necesario preguntarse si tendrán nuestros ecosistemas la resiliencia ecológica necesaria para mantener la biodiversidad primaveral o producto de nuestras acciones irá disminuyendo nuestro patrimonio natural.