Por Uwe Rohwedder
Académico Escuela de Arquitectura y Paisaje, UCEN
Hace ya unos años que los edificios en altura, con razones fundadas, han sido objeto de cuestionamientos, principalmente aquellos que han sido caracterizados como guetos verticales.
Violencia que inunda nuestras calles cada vez con menos vergüenza, también expresada simbólicamente en estos permisos de edificación otorgados para muchos edificios que declaran una forma de vida con diseños y estándares para una cantidad de personas y que luego de recibidos, transforman su uso.
Como muchos obedecen a inversiones inmobiliarias que recuperan lo gastado mediante arriendos, al poco andar sufren una metamorfosis que implica malas condiciones de habitabilidad y graves peligros asociados a ello. Como no hay ningún control o inspecciones post entrega y los reglamentos de copropiedad y convivencia quedan olvidados, en espacios diseñados para 4 personas empiezan a vivir 12, arrendando camas.
Además de vivir mal, imaginarse un terremoto o incendio provocado por sobre uso de artefactos eléctricos, todos los sistemas verticales de evacuación quedarán estrechos con las situaciones de pánico tan difíciles de controlar. Es absolutamente necesario evitar estas prácticas que, por existir demanda, se salen de toda norma legal y ética.
Los que enseñamos, municipios y colegios profesionales, deberíamos unirnos para evitar futuras tragedias y no permitir estas formas de habitar, las que seguramente contribuyen al descontento social.