Por Dr. Franco Lotito C.
Académico, escritor e investigador (PUC-UACh)
“Enfrentamos el sedentarismo con caminadores, al insomnio con pastillas, a la soledad con aparatos electrónicos” (José Mujica).
Hoy en día, con los tiempos que corren, son muy pocas las personas que pueden asegurar que jamás en sus vidas han tomado una píldora para poder dormir.
De acuerdo con una encuesta realizada en el año 2018 en 13 países de América Latina por la compañía tecnológica Philips con ocasión de la celebración del día mundial del sueño, bajo el lema: “Mejor sueño, mejor salud”, los resultados indicaron que menos de la mitad de las personas encuestadas mantenía horarios de sueño regular y/o estable, en tanto que sobre el 60% de los adultos presentaba algún tipo de trastorno del sueño, ya fuera, que se tratara de: (a) insomnio propiamente tal, (b) incapacidad para conciliar el sueño, (c) despertar muy temprano, sin posibilidad alguna de poder volver a dormir, (d) sueño intermitente y poco reparador.
Ahora bien, en esta preocupante realidad de países insomnes y con dificultades para conciliar un sueño reparador, el estilo de vida que llevamos actualmente ejerce una gran influencia en las personas, ya que el exceso de luz, el uso habitual de computadores, celulares y televisores hasta altas horas de la noche, sumado al exigente y acelerado ritmo de vida, está afectando gravemente el poder conciliar el sueño y descansar de manera adecuada, siendo los trastornos más recurrentes el insomnio, los ronquidos y la apnea del sueño. Estos dos últimos factores, son los más peligrosos para la salud humana, porque pueden causar infartos cardíacos y accidentes cerebrovasculares.
Al filtrar las cifras y hacer un estudio por separado, se determinó que quienes se llevan la peor parte son las mujeres, con más del 50% de personas afectadas, de las cuales, el 31,3% consume en forma regular fármacos para poder dormir algunas horas.
Los principales factores que afectan a las mujeres están asociadas a: embarazo y síntomas físicos y emocionales propios de esta etapa (dolores, calambres en las piernas, acidez estomacal, movimientos del feto, angustia y ansiedad); jaquecas, dolores de cabeza y cambios de ánimo en los días previos al ciclo menstrual; tener una pareja que ronca, que sufre de apneas y/o que presenta el síndrome de la pierna inquieta; tener hijos adolescentes que se acuestan muy tarde, condición que afecta el sueño de ambos padres.
A lo anterior, es preciso agregar los siguientes factores que afectan el sueño –tanto en hombres como mujeres–, y que están asociados a períodos de crisis e inestabilidad de diversa naturaleza: preocupaciones de tipo laboral y económico (cesantía, falta de dinero, incremento de las deudas del hogar); vivir una separación traumática; experimentar el duelo por la pérdida de un ser querido; presentar problemas graves de salud; sufrir depresión o cuadros de ansiedad; sufrir violencia intrafamiliar; sentir inseguridad y miedo a ser objeto de asaltos, encerronas, tiroteos y balas perdidas, etc.
Como se podrá advertir la diversa gama de factores vivenciales que estamos obligados a soportar, día tras día, en nuestra agitada agenda diaria, no nos permite encontrar el espacio apropiado para poder disfrutar de algunos instantes de relajación, de modo tal, que –sin tener que experimentar ansiedad y angustia– podamos disfrutar de momentos de quietud, tranquilidad y de un sueño reparador, especialmente, cuando se tiene una familia por la cual se es responsable.
Con mayor razón, cuando hay meses en el ciclo familiar que resultan tremendamente agobiantes, cual es el caso, por ejemplo, cuando las familias deben afrontar una serie de gastos extras que, a menudo, sobrepasan el presupuesto familiar: pago de matrículas para escolares y estudiantes universitarios, compra de ropa y de útiles escolares, pago del permiso de circulación automotriz, seguros, etc.
Otro factor importante que se suma a todo lo anterior, es el hecho que el insomnio afecta, asimismo, al 30% de los menores entre seis meses y cinco años. Paralelamente, el 27% de los niños entre 5 y 12 años presenta resistencia para ir a dormir, el 11% experimenta latencia de sueño prolongada, es decir, el tiempo que se tarda la persona en lograr la transición de la vigilia total al sueño, el 6% presenta despertares frecuentes en medio de la noche, el 17% dificultades para levantarse por las mañanas.
En los adolescentes, en tanto, alrededor del 38% presenta mala calidad subjetiva del sueño y el 23% una latencia de inicio del sueño mayor de 30 minutos.
De acuerdo con el Dr. Ramón Ugarte Libano, pediatra mexicano, el sueño es un proceso complejo, donde se imbrican una serie de factores de tipo biológicos, sociales y psicológicos, que puede llevar a una serie de trastornos, dependiendo de la sociedad de la cual se trate. Es así, por ejemplo, que tal como se señaló más arriba, en las sociedades occidentales el insomnio afecta alrededor del 30% de la población pediátrica entre los seis meses y los cinco años de edad.
Por lo mismo, el insomnio infantil se ha convertido en un motivo recurrente de consulta pediátrica, en que la mayoría de los casos se debe a los malos hábitos de sueño de los menores, o bien, al denominado “insomnio conductual de la infancia”, es decir, el acto de acostar al menor siguiendo una determinada rutina y dejarlo en su habitación, sin hacer caso a ninguna de sus demandas.
Ahora bien, existen una serie de técnicas y/o metodologías que ayudan a las personas a conciliar el sueño, pero éstas requieren de una cierta disciplina y de una práctica habitual, de modo tal, de acostumbrar al organismo ante ciertos estímulos que se repiten en el tiempo: (a) desconectarse y evitar objetos y factores que puedan despertar y/o mantener despiertas a las personas (celulares, radios, computadores, TV, etc.), (b) evitar las comidas copiosas y a horas que sean muy tarde, (c) evitar la ingesta de alcohol, de bebidas energizantes o estimulantes, incluyendo el café (d) evitar practicar actividades físicas muy intensas justo antes de acostarse, (e) crear un ambiente relajado en el dormitorio, (f) establecer rutinas positivas asociadas al sueño (leer un libro, por ejemplo, o contar cuentos a los menores), (g) mantener un horario regular para ir a dormir y asociar mentalmente cama y sueño, (h) mantener el dormitorio a una temperatura agradable y que permita a la persona no sentir exceso de calor o de frío, (i) practicar la técnica de respiración 4-7-8, es decir, inhalar cuatro segundos, mantener el aire durante siete segundos y expirar lentamente el aire durante ocho segundos, (j) uso de plantas medicinales a modo de infusión, tales como la manzanilla, valeriana, melisa, menta, etc.
Si la persona –a pesar de todos sus esfuerzos–, continúa presentando graves irregularidades en sus intentos de poder dormir y descansar, lo recomendable en este caso, es consultar con un especialista en alguna Clínica del Sueño, con la finalidad de ser evaluado y descartar alguna patología o trastorno que pudiera estar interfiriendo con la capacidad del sujeto de conciliar el sueño.
Si hay algo que frustra, desanima y nos pone de mal humor, es cuando no podemos conciliar el sueño, lo cual, tiene como consecuencia la imposibilidad de poder descansar en forma reparadora, recuperar nuestra energía y disponer del 100% de nuestra vitalidad.