El Dr. René Valdés, académico de la Facultad de Educación y Ciencias Sociales UNAB, Sede Viña del Mar, es investigador responsable de un proyecto Fondecyt de Iniciación cuyo objetivo es comprender cómo los equipos directivos lideran el desarrollo de escuelas con orientación inclusiva en un sistema educativo altamente estandarizado como es el chileno.
El investigador y su equipo de trabajo aplicaron y validaron a la realidad chilena el instrumento español LEI-Q “Liderando la educación inclusiva en centros de educación obligatoria” que permite explorar las prácticas de liderazgo inclusivo y con esto saber cómo los equipos directivos se involucran en la atención de la diversidad, promueven la participación escolar, desarrollan profesionalmente a sus docentes y, por lo tanto, impulsan una cultura escolar inclusiva.
El instrumento evalúa el liderazgo inclusivo desde la perspectiva de las familias y desde la perspectiva de los funcionarios docentes y no docentes; las familias evaluaron la escuela como espacio inclusivo y su apertura a la comunidad; mientras que los profesionales evaluaron la escuela como comunidad y los procesos de enseñanza y aprendizaje”, precisó el Dr. René Valdés.
El cuestionario se aplicó a 2808 participantes (1873 familias y 935 funcionarios docentes y no docentes) de 47 escuelas pertenecientes a las regiones de Tarapacá, Antofagasta, Metropolitana, Valparaíso y del Biobío.
“Las escuelas participantes, tanto desde la perspectiva de familias como de los profesionales de la educación, presentan prácticas de liderazgo inclusivo entre parcialmente y sustancialmente implementadas; aunque las familias observan mayores niveles de implementación de las prácticas de liderazgo de los equipos directivos”, enfatizó el investigador.
Principales Resultados
El académico René Valdés afirmó que el instrumento español LEI Q, que evalúa liderazgo escolar inclusivo, se validó exitosamente en Chile con adecuados valores psicométricos de validez y confiabilidad y que ya está disponible para ser utilizado por investigadoras/es y comunidades educativas. Los resultados en esta primera etapa de aplicación son interesantes. Desde la perspectiva de los profesionales de la educación, las prácticas de liderazgo mayormente implementadas son aquellas que involucran al profesorado en las actividades de las escuelas (71,8%), la presencia de un plan de trabajo para atender a la diversidad (62%), la flexibilización del curriculum escolar para atender a todo el alumnado (74%) y la presencia de protocolos para el abordaje de los conflictos (75,2%). Las prácticas de liderazgo menos implementadas se vinculan con la promoción de redes de apoyo (70%), la promoción de una participación que evalúe las tareas del equipo directivo (59,4), el establecimiento de sanciones por el uso de símbolos y acciones que promueven la exclusión (48,3%) y en la generación de oportunidades para que toda la escuela participe en la toma de decisiones de la escuela (45,2%).
Desde la perspectiva de las familias, las prácticas de liderazgo mayormente implementadas son aquellas que informan a los apoderados de las acciones que realiza la escuela (63,2%), el desarrollo de un clima institucional en que todo el alumnado es reconocido (62,3%), entrega de información sobre la admisión y matrícula (72,2%) y aquella que se relaciona con compartir funciones con el profesorado (62,2%). Las prácticas de liderazgo menos implementadas se vinculan con la participación con otras instituciones y redes de apoyo (46,19%), la participación y convivencia entre familias (49,67%), la promoción de una participación que evalúe las tareas del equipo directivo (49,3%) y el establecimiento de sanciones por el uso de símbolos y acciones que promueven la exclusión (48,03%).
Otros hallazgos relevantes son que la investigación dio cuenta que las escuelas menos vulnerables evalúan mejor el liderazgo inclusivo de sus escuelas (69% de prácticas mayormente implementadas). Además, los profesores jóvenes valoran mejor el liderazgo inclusivo de sus escuelas (75% de prácticas mayormente implementadas).
Conclusiones del Estudio
Para el ejercicio de un liderazgo escolar para la inclusión, tanto desde la perspectiva de familias como de las y los profesionales de la educación, se encontraron prácticas entre parcialmente y sustancialmente implementadas; esto quiere decir que existe cierta evidencia de su desarrollo pero que todavía requiere de mejoras. Sin embargo, “las familias son más positivas con sus escuelas y observan mayores niveles de implementación de las prácticas de liderazgo en comparación con los funcionarios a la hora de abrir la escuela a la comunidad”, enfatizó el investigador.
Otra conclusión es que las prácticas de liderazgo más implementadas se vinculan con la dimensión pedagógica y organizacional, como protocolización de la inclusión, con el clima institucional y el trabajo pedagógico con la diversidad; mientras que la participación escolar sigue siendo una dimensión que se promueve y se fomenta menos desde el equipo directivo, tanto desde las familias como de los funcionarios”, informó el docente.