Por Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
Académico e Investigador (UACh)
“El modo de contener los delitos y fomentar los valores y principios, es castigar al delincuente y proteger al inocente” (Manuel Belgrano, político, periodista, abogado y militar argentino).
¿Cómo me defiendo entonces, cuando la justicia y las autoridades fallan de manera miserable? ¿A tiro limpio, tal como lo hizo recientemente una valerosa mujer que fuera asaltada por cuatro delincuentes armados y violentos? ¿Dejándome robar, asaltar y asesinar? ¿Emigrando del país?
Hoy en día, el temor, el miedo, la inseguridad y el sentimiento de victimización de la población de nuestro país ante una delincuencia que opera y se mueve a sus anchas –y libremente–, han escalado hasta niveles impensados y que ya no es posible superar.
Es, justamente, esta misma mezcla de miedo, rabia, temor e inseguridad existente en nuestro país, la que llevó a una profesora norteamericana de Yoga residente en Chile –quien fuera asaltada en su propio hogar de Batuco por cuatro delincuentes armados–, a defenderse por su propia cuenta, matando a dos de sus asaltantes con sus armas debidamente inscritas. Días antes, el dueño de casa de un sector de Chicureo que era asaltado por varios malhechores armados, también abatió y dio muerte a otro delincuente.
Son cientos de miles los ciudadanos que han querido manifestar a través de las redes sociales, Twitter, Facebook, etc., su apoyo incondicional a esta profesora. Algunos incluso, han señalado que ha sido una pena que ella no abatiera a los cuatro delincuentes que la asaltaron. Otra persona que comentó y apoyó la acción de esta profesora norteamericana, señaló con justa razón que, al igual que el ministro del interior, Mario Fernández, “la justicia chilena sufría de Alzheimer y que se encontraba extraviada de los tribunales de justicia, y que últimamente se la había visto deambular sin rumbo a través de todo el país”. Comentario que no requiere comentario alguno, ya que tiene una sola lectura.
¿La razón para tanto apoyo popular por parte de la ciudadanía que se siente violada en sus derechos? Porque los delincuentes no tienen (ni muestran) ningún tipo de límites, respeto, reparo o cuidado por la integridad de las víctimas –sean las víctimas de turno niños, adultos mayores o mujeres– cuando deciden asaltar de manera concertada a una familia o a un hogar. Muchos de estos criminales están bajo la influencia del alcohol o de las drogas, lo que determina que las inhibiciones de tipo moral han sido eliminadas totalmente de su conciencia y les da lo mismo matar, violar o torturar. Una parte de estos delincuentes son menores de edad que se saben “inimputables y sin discernimiento”, en función de lo cual, sienten que pueden hacer cualquier barbaridad sin que la justicia los pueda tocar o que pueda hacer su trabajo (que igual no hace)
Entonces… ¿qué elementos o factores gatillan en los ciudadanos el acto de buscar defenderse de los ataques de los delincuentes con el mismo tipo de fuerza y violencia con los que son atacados? La respuesta, aún cuando no es sencilla ni simple, tiene algunos elementos en común: (a) el fuerte deseo de resguardar la seguridad, bienestar e integridad física de mi propia familia, (b) la defensa de mis bienes, bienes que he adquirido legítimamente y con el sudor de mi frente, así como (c) la defensa de mi propiedad que ha sido violentada de una manera brutal, (d) en función de la rabia y la frustración que yo experimento al ver cómo se pisotean, una y otra vez, mis derechos, sin que la justicia, las fuerzas policiales y las autoridades de gobierno responsables, sean capaces de frenar esta vulneración y se muestren –para colmo de males– absolutamente incompetentes e ineficaces en garantizar mi seguridad y mis derechos ciudadanos.
En más de una ocasión se ha dicho –y, al tenor de los acontecimientos que vemos a diario, ya parece ser absolutamente cierta–, que la guerra contra el narcotráfico está perdida. Pues bien, si hemos de decir las cosas por su nombre, entonces habremos de señalar que, al parecer, la guerra contra la delincuencia –si se continúan manteniendo las actuales (e inefectivas) fórmulas y estrategias de combate que hasta ahora se han estado utilizando– también parece estar perdida y obligará cada vez más, a que más ciudadanos de este país comiencen a armarse, a electrificar sus hogares, a poner barricadas en sus propias casas, a mantener perros guardianes, a defenderse y a tomar, en definitiva, la justicia por sus propias manos.
La gente está, simplemente, saturada y cansada de que la injusticia prevalezca por sobre la justicia. Que la incompetencia de las autoridades responsables se demuestre de manera flagrante con cada delincuente, asesino, violador y narcotraficante que sale libre, feliz y campante a la calle, sólo horas después de haber sido detenido y “puesto ante la justicia”. La pregunta que surge de manera natural, es… ¿de qué tipo de justicia estamos hablando? ¿La que sólo favorece los derechos de los delincuentes, asesinos y malhechores? ¿La que suelta a los delincuentes antes de tiempo y a las horas de haber sido puestos en libertad ya han violado, asaltado y cometido nuevos delitos?
El año 2016 se ha convertido en un año emblemático para nuestro país, donde la indignación ciudadana se ha mostrado en toda su magnitud, castigando abiertamente al gobierno actual de la presidenta Michelle Bachelet en todos los frentes: (a) alto nivel de desaprobación a su gestión, (b) elevadísimo nivel de rechazo a la propia figura de la mandataria, (c) severo castigo propinado a la Nueva Mayoría en la elecciones de octubre y, por ende, al gobierno a través de la entrega del voto a la oposición, (d) indignación con los reiterados paros y huelgas del sector público –que son absolutamente ILEGALES–, afectando directamente a millones de ciudadanos en todos los ámbitos de la vida cotidiana, (e) castigo al equipo político y económico que rodea a la presidenta por su incapacidad de manejar de manera adecuada los asuntos que son de su responsabilidad, (f) alto grado de molestia e indignación ciudadana por los elevados niveles de delincuencia, así como de los miles de delitos que quedan totalmente impunes y sin castigo, (g) rabia y frustración vinculada a la puerta giratoria que representa la justicia chilena actual, la que además de dejar en libertad –mucho antes de que cumplan sus condenas– a miles de ladrones, violadores, asesinos, traficantes de drogas, etc., se dedica, además, a garantizar de forma muy meticulosa los derechos de los delincuentes, asaltantes y asesinos, no así los derechos violentados de las miles de víctimas de estos delincuentes, así como también de los familiares de todos aquellos que mueren a manos de asaltantes y ladrones, familiares que quedan a la deriva y entregadas a su propia suerte.
En una de las últimas encuestas CEP (Centro de Estudios Públicos), alrededor del 60% de la población mencionó como prioridad número 1, el combate a la delincuencia, superando incluso a temas tan relevantes como la Salud y la Educación. Otra encuesta conjunta de Paz Ciudadana y ENUSC (Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana) demostró que el 79,9% de las miles de personas encuestadas declararon percibir que la delincuencia en Chile había aumentado notablemente en estos últimos años y que nada se había hecho al respecto para detenerla.
Es más. El combate a la delincuencia, es una de las áreas PEOR EVALUADAS en cuanto a la gestión del gobierno actual, llegando a obtener nada menos que un ¡93%! de rechazo, de acuerdo con la última encuesta de ADIMARK al respecto de este tema.
En estos dos últimos años ha quedado claramente de manifiesto que en materias de seguridad ciudadana el gobierno y el Estado de Chile tienen una enorme y gigantesca deuda con los 17 millones de habitantes de este país, quienes sólo ansían vivir en paz, con seguridad, en armonía y con el resguardo pleno de sus derechos ciudadanos. ¿Lo entenderá eso alguna vez el gobierno de Chile, o habrá que esperar a que se desate una suerte de guerra civil en contra de la delincuencia para que eso suceda?
RT @gvalpo: La delincuencia en Chile… ¿Cómo me defiendo cuando la justicia no funciona y falla miserablemente? – https://t.co/8nEuxbcC0w
En Chile es al reves. Se castiga al buen ciudadano y se protege al delincuente. Ojo, que se empieza de arriba. O sea, de las autoridades hacia abajo…
Alex tiene toda la razón: la víctima es la que queda en la absoluta indefensión y se lo castiga obligándolo a costearse todos los gastos y pérdida en las que incurre, ya sea en sus bienes robados, la destrucción de sus pertenencias. la contratación de abogados, las atenciones médicas y hospitalarias, en tanto que el delincuente, el asesino, el violador recibe TODAS LAS GARANTÍAS del Estado sin poner un solo peso de su parte. Más injusticia ¿dónde?
Estimado Rodolfo: sólo para agradecer el haber compartido con más personas este artículo. Puede que de esa forma ayudemos a crear un poco más de conciencia acerca de esta lacra que azota a Chile.
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No basta que el trabajo de los carabineros y funcionarios de investigaciones sean eficaces en el combate en contra de la delincuencia. También hace falta que el congreso endurezca, de una vez por todas, las penas que se deben aplicar en las sentencias que se dan a los delincuentes. Igual cosa con la insostenible defensa para jóvenes y peligrosos delincuentes de 15, 16 y 17 años con largos prontuarios calificándolos -en forma casi ridícula- de INIMPUTABLES Y SIN DISCERNIMIENTO. Si la ley no puede protegernos y está siendo absolutamente ineficaz en sus penas aplicadas, que más nos queda si no es la decisión de defendernos nosotros mismos.
Concuerdo plenamente con VAMZ: hace mucha, pero mucha falta que en nuestro país se endurezcan las penas. No es posible que luego de asesinar a una personas el asesino salga en libertad después de cumplir sólo 7 años de cárcel por buena conducta o que jóvenes delincuentes se rían en la cara de sus víctimas porque los tribunales de justicia hacen valer su “inimputalilidad” o por el hecho de actuar “sin discernimiento”, cuando en realidad saben perfectamente lo que están haciendo. Al parecer, el crimen sí paga.