Por Boris Cajas Luna
Académico Psicología UDLA Viña del Mar, Doctor en Educación.
“¿Se escucha?, ¡sí profe, se escucha! ¡chao profe!”, han sido frases muy repetidas en el actual contexto de pandemia, específicamente, en la educación online.
En el principio de esta modalidad, estas frases se podían entender en la adecuación a la forma emergente de impartir docencia, pero con los días se fue configurando en un escenario repetitivo, habitual e incluso incómodo, aunque en ningún caso generalizable, por ejemplo, desde la perspectiva postpositivista que acepta en el hoy “la no certeza”, para otros “el mapa no es el territorio” o los constructivistas dirán “existen tantas realidades como observadores”, declamaciones ontológicas en un momento y epistemológicas en otro.
Es allí donde surge un cuestionamiento en particular: ¿Por qué en la mayoría de las dinámicas comunicacionales de clases online están ausentes de vista en cámara?, o en simple, ¿por qué evitamos mostrarnos o mirarnos?
El no generalizar avalaría, en algunos casos, que las condiciones de espacios o infraestructura convengan la opción de no mostrarse. Pero ¿qué ocurre con aquellos que pueden mostrarse y con ello mirarse en una comunicación digital, no obstante, lo evitan? Situaciones como estas dejan no solo a los docentes, sino también a los alumnos y a los procesos formativos, sumidos en una comunicación distópica, con ribetes ficticios, sin certezas de bidireccionalidad comunicativa, como hablando sin lenguaje a un espacio-pantalla, un cuadro inerte, con solo nombres o imágenes, a sabiendas que el botón “record” avala el tiempo transcurrido.
Cuenta la historia que Charles Chaplin participó en un concurso de su propio doble; resultado, obtuvo el segundo lugar, es decir, ni su propia imagen era tan real como él. Por otra parte, en su momento Platón criticó a los pintores, señalando que las imágenes en sus pinturas eran mera apariencia, copia de copia, simulacros, fantasmas. ¿Entonces, cómo resignificamos y recuperamos la mirada online en el contexto educativo?
Debiésemos recordar y cultivar que un signo de respeto es mirar a quien nos habla, que el mirar también permite acompañar, contener, que mirarnos también emociona, que hoy ronda en nuestros pensares acallados frases como “qué ganas tengo de verte”.
Finalmente, no extraviemos el sentido que escucharnos, respetarnos, mirarnos, es parte del tratarnos.