Por José Pedro Hernández Historiador y académico de Universidad de Las Américas
Me gustaría llevarlos por un momento a cómo era el mundo antes de que pudiéramos enviar un mensaje instantáneo con un solo toque en la pantalla. Antes de los celulares, de internet, incluso antes de que la radio o la televisión llegaran a los hogares. En aquel entonces, comunicarse a distancia era un verdadero desafío, y la única forma de hacerlo era a través de cartas que podían tardar días, semanas o incluso meses en llegar a su destino o a través del telégrafo.
Pero todo cambió un 10 de marzo de 1876, cuando Alexander Graham Bell, en un laboratorio en la ciudad de Boston, Estados Unidos, hizo historia con una simple, pero trascendental frase: “Sr. Watson, venga aquí, quiero verlo”. Con estas palabras dirigidas a su asistente, Thomas Watson, Bell demostró que la voz humana podía viajar a través de cables, revolucionando la manera en que el mundo se conectaba.
El teléfono no tardó en llegar a Chile, aunque con ciertos toques de ingenio y adaptación. El 28 de abril de 1880, se realizó la primera comunicación telefónica en el país entre la quinta compañía de bomberos de Santiago y el cuartel general de bomberos de Valparaíso. La proeza no fue menor, y se utilizaron las líneas del telégrafo ya existentes para hacer posible la hazaña. ¿Quiénes habrán sido los primeros en hablarse a través de esos rudimentarios teléfonos? ¿Qué habrán sentido al escuchar la voz del otro a kilómetros de distancia, sin necesidad de enviar un mensaje escrito? Seguramente, fue una mezcla de asombro y emoción, como si la ciencia ficción se hiciera realidad ante sus propios ojos.
Pocos meses después, en julio del mismo año, apareció el primer teléfono de servicio público en nuestro país, ubicado en el Palacio de la Intendencia de Valparaíso. Imaginemos la escena: diferentes personas acercándose con curiosidad al aparato, preguntándose si realmente funcionaba, si era seguro, si la voz de quien hablaba al otro lado del hilo era genuina o algún truco de la modernidad.
Desde entonces, las comunicaciones han avanzado a pasos agigantados. Hoy, la idea de depender de cables para hablar por teléfono nos parece arcaica. Llevamos en el bolsillo dispositivos con los que podemos hablar, escribir, fotografiar y transmitir en vivo desde cualquier parte del mundo.
Sin embargo, hay algo de nostalgia en recordar aquella primera llamada, cuando la voz viajaba por cables y el asombro era tan grande como la distancia que lograba recorrer. Quizás, en medio de la inmediatez de hoy, valga la pena detenerse un instante y maravillarnos, como lo hicieron Bell, Watson y aquellos bomberos chilenos, con la posibilidad de escuchar una voz lejana. Porque, al final, más allá de la tecnología, lo que realmente importa es la conexión humana que sigue latiendo en cada conversación.