Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
Académico, escritor e investigador (PUC-UACh)
Todos los seres humanos, sin distinción de edad, sexo o nivel de inteligencia, utilizan tres formas de pensar: (a) a través de imágenes, (b) uso del pensamiento abstracto o palabras, (c) a través de sensaciones o emociones.
No obstante lo anterior, una de ellas constituye la base de nuestra forma de ser, de pensar y actuar en el mundo, a saber, las imágenes. El filósofo griego Aristóteles aseguraba que “nada hay en el intelecto que antes no haya pasado por los sentidos”.
Todos los 10 de octubre de cada año se celebra el Día Internacional de la Salud Mental, por lo tanto, no está de más, analizar qué nos dice la Programación Neurolingüística (PNL) cuando la enfocamos como un modelo de comunicación que se centra en identificar modelos de pensamiento que ejercen influencia sobre la conducta de una persona, como una manera efectiva de mejorar la calidad y la efectividad de la vida de dicha persona.
En este sentido, la PNL representa: 1. Un modelo de cómo las personas estructuran sus experiencias individuales de vida. 2. Refleja una determinada actitud del sujeto y una forma de ser en el mundo. 3. Su propósito principal es ser útil para la persona, buscando incrementar las opciones para mejorar la calidad de vida. 4. Su función es descubrir qué es lo que no está funcionando en un determinado individuo, con la finalidad de cambiar estos aspectos hasta que funcione.
En cierto sentido, se podría decir que “es el arte y la ciencia de la excelencia personal”, donde cada individuo entrega su “toque” único y de estilo personal, vinculado a todo aquello que esté haciendo la persona. Richard Bandler y John Grinder fueron los creadores de este enfoque de comunicación, desarrollo personal y psicoterapia. Ellos sostienen que existe “una conexión entre los procesos neurológicos (neuro), el uso del lenguaje (lingüística) y los patrones de comportamiento aprendidos por intermedio de la experiencia de cada ser humano (programación)”, condición que lleva a estos investigadores a afirmar que tales patrones de conducta pueden ser modificados, con la finalidad de poder alcanzar objetivos específicos en la vida de carácter superior, con la finalidad de dejar atrás la mediocridad.
De acuerdo con Bandler y Grinder, a través de este enfoque terapéutico se podrían tratar diversos problemas y trastornos de salud, tales como: depresiones, problemas de movimientos estereotípicos, enfermedades psicosomáticas y trastornos del aprendizaje, entre otras problemáticas que pueden afectar a una persona.
Aún cuando la PNL ha sido adoptada por algunos hipnoterapeutas y se enseña en seminarios dirigidos a empresas e instituciones gubernamentales, el análisis de una serie de revisiones científicas revela que la PNL contendría algunos errores fácticos, en función de lo cual, no produciría todos los resultados y efectos que aseguran los defensores de este modelo psicoterapéutico.
Ahora bien, no cabe duda alguna que existe una relación entre la PNL y el aprendizaje, donde el proceso de aprendizaje se define como “un cambio interno de un sujeto que es más o menos permanente, producto de la experiencia”. El problema radica, en que la mayoría de las personas se preocupa más acerca de “qué aprende”, más que prestar atención a “cómo hace el aprendizaje”.
Esta falta de comprensión con respecto al aprendizaje, nos hace caer en dos problemas: 1. Las personas no centran su atención en el hecho de que hay muchas áreas y aspectos de nuestra vida en las que desarrollamos una suerte de “resistencia al aprendizaje”, a menudo de carácter inconsciente. 2. Dejamos de apreciar y valorar el hecho de que aunque aprendemos, en realidad lo podríamos haber hecho mucho, pero mucho mejor.
Llegados a este punto, cada uno de nosotros debería reflexionar acerca de tres cruciales preguntas: ¿Quiénes hemos sido? ¿Quiénes somos? ¿Quiénes podemos –y queremos– llegar a ser?
En función de lo anterior, existen tres disposiciones emocionales consideradas “facilitadoras del aprendizaje individual”: la curiosidad intelectual, la apertura al cambio y la capacidad de asombro personal. De ahí se deriva una realidad que es esencial en cualquier proceso de aprendizaje, a saber: ¿cómo podemos aprender a aprender?
Alvin Toffler, estudioso, escritor y futurólogo estadounidense va incluso más allá, y asegura que “las personas analfabetas del siglo XXI no serán aquellas personas que no sepan leer ni escribir, sino que aquellas personas que no sepan aprender, desaprender y reaprender”.
Ahora bien, para efectos de aprender cualquier habilidad en cualquier área del quehacer humano, es preciso cumplir con cuatro requisitos básicos:
- Reconocer que no sabemos, o que aún tenemos mucho que aprender. Asumir nuestra ignorancia, es ponernos en el umbral del aprendizaje.
- Hay que encontrar a alguien de quien podamos aprender, alguien que nos pueda enseñar y asumir que será nuestro profesor en esa área. Puede pasar, eso sí, que esa misma persona no nos sirva como profesor en otras áreas de nuestro interés.
- Es preciso mantener una actitud y disposición emocional favorecedora del aprendizaje.
- Hay que comenzar con la práctica constante de aquellas habilidades que se quieran incorporar. Sin práctica no existe aprendizaje, por cuanto, si no practicamos en forma regular, no existe posibilidad alguna de que se produzca una modificación neuronal que cambie la conducta que se desea desechar o eliminar.
De ahí la importancia de saber que existen cuatro estados de conciencia: 1. Inconcientemente incompetente: la persona no sabe que no sabe, siendo el más peligroso de todos los estados. 2. Inconcientemente competente: no sabe que sabe. 3. Concientemente incompetente: el sujeto sabe que no sabe. Este representa el segundo estado de conciencia más peligroso y que puede convertir a la persona en su sujeto tóxico, ya que aparenta saber y manejar cosas que, en realidad no sabe ni puede. 4. Concientemente competente, que es el estado al cual todos nosotros deberíamos apuntar.
Digamos finalmente, que toda persona que quiera estar en un proceso de constante evolución y desarrollo, debe estar dispuesta a pasar por un proceso continuo de aprendizaje, una condición que pasa, justamente, por el flujo de desaprender y reaprender, ya señalado por Alvin Toffler.
La razón es muy simple: aprender a aprender es una de las actividades más importantes y cruciales que podemos emprender –y realizar– en nuestras vidas.