Por Francisco Saavedra
Estudiante Periodismo, U.Central
Los Cóndores 7s son probablemente el grupo de jugadores que más logros han conseguido en lo que va del 2019 para Chile, concretando una campaña histórica durante el verano y convirtiéndose en los campeones del circuito Sudamericano. Pero más allá de los méritos deportivos, su actitud y entrega los transforma en un equipo al que no se le puede exigir nada.
En Chile nadie come del rugby, los jugadores entran a la cancha por pasión y no por dinero. Apenas reciben un poco de cobertura cuando obtienen un triunfo colosalmente destacable, pero aun así, siguen luchando.
Particularmente los rugbistas de la selección tienen que entrenar en las mañanas antes de ir a sus trabajos (sí, ellos trabajan y/o estudian al mismo tiempo que juegan), y luego en la noche regresan para seguir entrenando.
Los Cóndores 7s fueron campeones del Bowl en el Mundial de San Francisco, ganaron los Sevens de Punta del Este y Viña del Mar, derrotaron a los All Blacks en Silicon Valley, y han alcanzado las semifinales de la Qualy de Hong-Kong para acceder al circuito mundial de la disciplina tres veces consecutivas, quedando a un paso de convertirse en un equipo de élite planetaria. Todo esto siendo amateur.
Pero para lograrlo, estos deportistas se privan del descanso, limitan su alimentación, coartan su vida social, entrenan mucho. Realmente mucho. Están constantemente en actividades para promocionar el rugby y lidian con la exigencia de competir en torneos locales, además de representar a la selección en el extranjero.
Sinceramente, como un amante del deporte, soy incapaz de criticar a un grupo de jugadores que muestra esta actitud y lucha hasta el final en cada partido. No puedo criticarlos por perder, si cada día ellos le ganan el partido al cansancio, a la falta de apoyo, al hambre, a los prejuicios y siguen adelante.
Más allá de los increíbles triunfos deportivos que han logrado, los Cóndores 7s son una selección ‘inchaqueteable’. No por ganar títulos, sino por ganar respeto, como un grupo de personas que jamás bajaron la cabeza y que cada día luchan por subir otro peldaño, pero no por su ego, ni fama o gloria.
Ese sacrificio lo hacen por el sueño de un país que se acerque más al rugby, que rompa los prejuicios y que pueda ver su bandera flameando en lo más alto. Ellos lo hacen por pasión. Por eso, sus partidos siempre serán para verlos con la camiseta bien puesta y sin chaqueta.