Por Hugo Pérez White
Mi generación llegó a este mundo afectado por dos guerras mundiales donde millones de personas perdieron la vida a causa de la ambición de poder que carcomía la mente y el corazón de algunos ilusos que creyeron que podían imponer sus ideas y sus sistemas de vida como ellos lo consideraban mejor para la humanidad, como si el planeta en ese entonces hubiera estado plagado de insectos contagiosos a quienes había que exterminar o simplemente creían que eran ellos los redentores espirituales destinados a salvarlos de una muerte natural.
Hoy día las cosas no han cambiado mucho en la forma de pensar y actuar de muchos líderes mundiales que se creen dueños de la verdad y no trepidan en exponer la vida de sus ciudadanos para conseguir sus objetivos.
Hay más y mejor tecnología en todos los aspectos, es cierto, pero los métodos y las formas de enfrentamientos son tan sofisticados que al primer intento de traspasar la línea confrontacional las multitudes salen en forma rápida y espontánea a tomarse las calles a vociferar sus demandas y a reclamar sus legítimos derechos a vivir en paz y a tener un planeta sin hambre y miseria donde todos puedan usufructuar de las bellezas que aún van quedando en la faz de la tierra para deleite de quienes puedan conocerlas y extasiarse con ellas.
Todos hemos venido abriéndonos paso sin claudicaciones ante los gritos de alegría de las madres que esperan ansiosas tan impactante y esperado momento en que las matronas con ágiles manos saben recibirnos y darnos la palmada para lanzar nuestro primer grito de libertad en el nuevo mundo al que se llega demostrando con este llanto que estamos dispuestos a llenar todos los espacios donde nuestra presencia fuese necesaria.
Luego viene la calma y alegría porque ha nacido un niño y hoy cuando estamos al borde de volver al lugar de nuestros orígenes pienso que ese grito de esperanza y alegría fue el aliciente premonitorio de una vida plena de fe y esperanzas y de realizaciones cumplidas de la cual esperamos irnos en las mismas condiciones que llegamos y que a pesar de todas las viscisitudes pasadas, nos seguimos aferrando con alegría a la vida.
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