Por Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
Académico e Investigador (UACh)
“La pareja perfecta no es la que no tiene peleas, sino que aquella que tiene peleas y sabe cómo resolverlas”.
Para efectos de evitar ciertas situaciones desastrosas –y que muy a menudo se salen de control–, así como minimizar los efectos de la sobrecarga de estrés sobre aquellas personas que enfrentan rupturas y crisis de pareja, la recomendación número uno, es aprender a discutir en forma sana y civilizada. Como todo nuevo proceso, éste no es fácil, pero es posible hacerlo y llevarlo a cabo de manera exitosa. Lo relevante, es comprender que, más importante que el hecho de definir quién tiene, en última instancia, la razón, es intentar llegar a un consenso o a un acuerdo que sea beneficioso para ambas partes en disputa.
Se sabe de muchas personas que han salido triunfantes de una discusión, pero que han terminado muertas con la razón de su lado, sin haber resuelto, obviamente, el problema de fondo. La gran ventaja de aprender a discutir de manera civilizada, reside en la filosofía que invita a las personas a vivir satisfechas, aún sin tener la razón de su lado, o bien, sin haber salido “victoriosas” del desencuentro de pareja. Por lo tanto, el hecho de ganar las discusiones no lo hace a usted más inteligente, ya que la verdadera inteligencia reside en no provocar las discusiones. A continuación se presentan algunas reglas de sana convivencia para evitar las “guerras y peleas de pareja”:
- Aprenda a cuidar y medir sus palabras. Una palabra equivocada, que ya salió de su boca puede ser un misil balístico difícil de esquivar, por lo tanto, sea mesurado y escoja sus palabras. Intente no hacer uso –o abuso– de frases que incluyan los “siempre” y los “nunca”, “todo” o “nada”. Ejemplos: “Tú nunca haces nada bien”, o “Tú siempre te comportas como un bruto”. Este tipo de frases, lo que logran es hacer que la pareja se sienta descalificada y herida. Piense además, que si con los adultos este tipo de frases producen un terremoto emocional… ¿qué no podrá ocurrir al interior del alma infantil, cuando los padres utilizan frases descalificadoras con sus propios hijos?
- Controle su ira y evite el uso de la agresividad. Si contar hasta diez no es suficiente, entonces espere a que su furia disminuya, de modo de poder expresar más tarde la molestia que siente, dando los argumentos. Al lograr manejar este aspecto de la discusión, también estará en grado de poder criticar de mejor forma el hecho en sí, y no al sujeto. Es muy distinto decirle a alguien “Me molesta que dejes tu ropa botada en el piso” a decirle “¡Eres un vago, un flojo y un desordenado porque no recoges tu ropa!”.
En el primer ejemplo se apuntó exclusivamente al hecho, en tanto que en el segundo, lo que se hizo fue atacar directamente a la persona. Una situación similar se produce, cuando la pareja, en un arranque de rabia le dice al otro: “¡Eres un egoísta al cubo!”, en lugar de expresarle: “¡Sentí que no me tomaste en consideración, y eso me incomodó!”, por cuanto, en el primer caso se emitió un juicio de valor sobre la otra persona –que puede ser verdadero o falso–, en tanto que en el segundo caso, se le da a la pareja la oportunidad para que ésta dé una mirada desde los sentimientos de quien le hizo esta aseveración.
- No divague y vaya al punto que lo aqueja. Hable directamente con la persona acerca del problema que ha generado el conflicto, por cuanto, comenzar a hacer un historial de las viejas discusiones, aparte de ser agotador, termina por desgastar a las personas, no conduce a solución alguna y genera más tensión y estrés. Por otra parte, hay sujetos que reclaman y se quejan mucho, pero lo hacen… a espaldas nuestras, siendo incapaces de enfrentar a su interlocutor y a los problemas que se generan entre ellos. Es una conducta despreciable e inaceptable, que puede corroer cualquier tipo de relación, sobre todo las relacionadas con la familia y la propia pareja.
- Escuche de verdad y con atención. Si la otra parte ha caído en un descontrol, baje usted el tono de su voz y pídale que se calme y que trate de explicar en forma detallada lo que le está pasando. De esta forma, la persona advertirá que se le está brindando atención y un espacio de acogida para expresar sus sentimientos y, en forma gradual, tenderá a tranquilizarse y reflexionar con más calma sobre sus molestias e incomodidades.
- Hágase cargo de sus planteamientos. Usted es el involucrado número uno en esta discusión, y por lo tanto, hágase cargo, tanto de sus dichos, como de sus propios sentimientos, sin buscar involucrar a terceras personas. No meta a su madre, hermanos u otros familiares en el asunto. Importante de considerar en este punto, es el hecho de dar cabida en la discusión, al concepto de NOSOTROS, de modo tal, de lograr que ambas personas, se hagan responsables de lo que están diciendo y viviendo en ese instante.
- No deje pasar mucho tiempo entre el suceso detonante y la conversación pendiente. Si bien es positivo –incluso recomendable– no engancharse en una discusión con los ánimos exaltados, para evitar caer en agresiones mutuas, tampoco es conveniente dejar transcurrir demasiado tiempo entre el suceso y la conversación pendiente, ya que ésta, luego, puede aparecer extemporánea, o bien, se pone cuesta arriba hacerse el ánimo de iniciar nuevamente una conversación, con el riesgo consiguiente de darse cuenta que ya pasó el momento clave y no se tocaron los temas importantes para la pareja.
- Uso del time out (o tiempo fuera). John Gottman, un especialista en el tema de las dinámicas de confrontación y de relaciones de pareja, ha demostrado en sus estudios, que cuando las partes en discusión hacen una suerte de pausa, y rompen, tanto el ritmo del debate como el tono del mismo, tienen más chances de calmarse y observar la discusión desde otra perspectiva. Por lo tanto, es recomendable, que cuando alguno de los participantes del debate perciba que las cosas están cayendo en un descontrol, ponga una pausa, luego de la cual, y tras haberse desconectado de las emociones negativas (rabia, rencor, resentimiento, frustración) que los embargan en ese instante, puedan retomar el tema, con un menor nivel de apasionamiento.
Se ha establecido, que en las relaciones de pareja, existen cuatro factores cruciales que conducen al quiebre y a la separación definitiva, a saber, la crítica destructiva, la evasión, la actitud a la defensiva y el desprecio. Cada uno de ellos por sí sólo, hace fermentar la rabia y subir los niveles de estrés hasta límites peligrosos. No digamos ya cuando se “juntan” todos los factores. Por lo tanto, si el problema va in crescendo, lo que resta, para poder salvar una relación de pareja, es ser capaz de detenerse a tiempo y evitar alcanzar el punto de fermentación, porque para entonces, ya será muy tarde.
- Ceder y negociar. Las dos partes deben haber acordado a priori, realizar un genuino esfuerzo por definir qué es aquello que no se puede transar, y en qué aspectos sí se está dispuesto a ceder y negociar. Lo óptimo es utilizar la estrategia de negociación gana-gana (win-win strategy), es decir, aquella que permite a ambas partes quedar conformes y satisfechos con los resultados obtenidos. Entre los principios que rigen la estrategia ganar-ganar, destacan los siguientes: a)se aprende a definir el conflicto como un problema mutuo, b)se persiguen resultados conjuntos, c)se busca encontrar acuerdos creativos, que permitan satisfacer a las dos partes, d)se hace uso de una comunicación abierta, honesta y veraz acerca de las necesidades, objetivos y metas de cada una de las partes, e)se evita el uso de las amenazas, f)se transmite flexibilidad en la posición que se asume: no existen las posiciones inexpugnables. Lo anterior, por oposición a estrategias de tipo perder-perder, donde ambas partes terminan con resultados negativos. O la fórmula perder-ganar, lo que implica que una de las partes ganó, pero lo hizo a costa de los deseos de la otra, y a la larga resulta ser peligrosamente insatisfactoria.
En el mediano y largo plazo, estas dos últimas, son fórmulas inútiles y generadoras de mayor nivel de tensión, estrés y resentimiento, que pueden incitar a adoptar conductas de venganza.
Y si todo lo anterior ha fallado, recuerde que aún le queda la estrategia del uso del humor, ya que el humor –al relajar y distender el ambiente ominoso que pudiese reinar entre la pareja– permite que las cosas se vean y se perciban de otra manera y bajo una nueva perspectiva o mirada menos apremiante y opresiva. El humor, le permite a las personas reenfocar y redefinir un determinado problema, sacando a la luz el lado absurdo y cómico de las circunstancias que, en ocasiones, rodean a un sujeto, a la pareja o a un grupo de individuos. La principal razón para destacar a esta última estrategia, es que más del 90 por ciento de la población humana considera que su pareja ideal, entre otras cualidades, debe poseer un buen sentido del humor. ¿Qué le parece?
Digamos finalmente, que si una persona no lucha hoy por lo que ama, que posteriormente no llore por lo que pierde mañana.
Como las personas no somos perfectas, nuestras relaciones con nuestro entorno natural, familiar, con personas en general y relaciones de parejas tampoco lo son. Las parejas perfectas “no existen”. En más de una oportunidad nos vemos -o nos veremos- envueltos en pequeñas o grandes discusiones, las que pueden pasar de pequeñas tormentas a convertirse en grandes huracanes. Por eso, nunca está demás leer información para poder aprender a manejar estas incómodas situaciones que pueden convertirse en “guerras” que llevan a la destrucción de las relaciones de parejas y todo otro tipo de relaciones.