Por Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
Académico, escritor e investigador (PUC-UACh)
“La verdadera amistad duplica las alegrías y divide las angustias por la mitad” (Sir Francis Bacon, filósofo, escritor y político inglés del siglo XVI, padre del empirismo científico).
Si una persona dedica un poco de su tiempo –sólo un poco– a estudiar el mundo de la farándula, muy pronto se dará cuenta que ésta está repleta de revelaciones acerca de la vida –supuestamente privada– de un montón de personajes públicos, donde las borracheras, las peleas, las infidelidades, la violencia intrafamiliar, las estafas, etc., son reveladas y –literalmente– ventiladas por el “amigo/a” ante el público expectante que sólo puede mover la cabeza ante tanta tragicomedia personal, que –una vez más– eran vivencias, supuestamente, secretas.
En este sentido, las traiciones que se producen entre las “amistades glamorosas” de la farándula, también se replican –como si fueran dibujadas con papel de calco– con los ciudadanos más comunes: secretos que fueron confidenciados en nombre de la “amistad eterna” llegan a los oídos atentos de la dueña del quiosco de la esquina; críticas y burlas a espaldas del amigo o amiga, se convierten en la comidilla del barrio completo; el “amigo/a” que rejuró sobre la tumba de su abuela que estaría presente en las buenas y en las malas… brilla por su ausencia.
Lo anterior demuestra en forma clara, que algunas “amistades” penden de un hilo muy delgado y no representan ese fuerte y sólido vinculo que uno espera de una relación de amistad en grado de fraterno.
Una experta en el tema, es la socióloga de la Universidad de Stanford, Jan Yager, quién escribió un libro que tituló “Cuando la amistad daña”, donde afirma que hay cuatro puntos o aspectos claves que, si no son satisfechos o no se cumplen en un cien por ciento, una amistad de ese tipo puede ser más perjudicial que saludable, en cuyo caso, lo mejor y más recomendable es “echar a volar” cuanto antes a ese amigo/a.
Si bien es cierto, que las amistades puede que no sean perfectas, lo que sí debe primar en ellas, es la sensación de sentirse respetado, querido, escuchado y apoyado por parte de quién se declara nuestro amigo/a.
Revisemos algunos de los puntos clave de las amistades dañinas que destaca Jan Yager:
- Los secretos revelados y hechos vox populi: no existe nada que pueda herir más a una persona que el hecho de saber, que su mejor amigo/a ha revelado a otros aquello que fue contado en la más estricta confidencialidad. Para qué recalcar el hecho, que si esta conducta de contar a otras personas temas que son sensibles para el afectado, es recurrente, entonces resulta evidente que el “amigo/a” no está respetando para nada la intimidad ni la confianza que se ha depositado en esa relación de amistad. Por lo tanto, lo que queda, es dar una fuerte y diplomática patada en el traste a aquel sujeto incapaz de respetar algo que se ha contado en confidencia.
- Burlas injustificadas, ya sea de frente o a espaldas del amigo/a: ¿le ha sucedido, que usted está intentando bajar de peso y su amistad se burla ácidamente de sus esfuerzos? ¿O le lanza a boca de jarro una serie de frases irónicas acerca de lo mal que se viste usted? Lo mismo sucede cuando, por ejemplo, el amigo/a ventila en público ciertas anécdotas o historias que dejan muy mal parada a la persona traicionada. En función de lo anterior, la persona afectada deberá preguntarse cuál es la razón o motivo de fondo para este tipo de conducta por parte del “amigo/a”: ¿quiere ser gracioso/a o busca, en realidad, humillar a la persona? Ahora bien, es posible no estar de acuerdo con lo que dice o hace el amigo/a, así como también estar en desacuerdo con la forma de vestir o la manera de administrar la casa que tiene el amigo/a, sin embargo, uno puede manifestar la opinión –o punto de vista personal– de una manera respetuosa, sin denigrar, ofender o burlarse de la persona.
- El “amigo” fantasma que brilla por su ausencia: uno de los aspectos o componentes esenciales de la verdadera amistad, es que el vínculo establecido entre dos personas entregue apoyo mutuo, compromiso y compañía cuando ésta sea necesaria. Pero si es usted la única persona que siempre está llamando o mandando mensajes para saludar y saber del amigo/a, si es usted siempre quien busca las instancias de encuentro, en ese caso, se ha producido un notable desequilibrio en la relación de amistad, y el balance final se vuelve negativo y molesto. Peor aún, si la única vez que usted tiene un problema, está triste y llama a su amigo/a esperando recibir ánimo y apoyo, y éste le dice que está invitado a una fiesta y que ahora no puede, entonces es mejor que piense en darle otro diplomático puntapié en el traste a una amistad que no está dando al otro, lo que siempre ha recibido del verdadero amigo.
- Claridad y reciprocidad: estos son otros dos elementos que no pueden faltar en una verdadera amistad, por cuanto, debe existir total claridad acerca de lo que se espera de la relación con la otra persona, así como el respeto absoluto por guardar los secretos o temas que sean sensibles en la vida del amigo. Por otra parte, la reciprocidad se refiere al nivel de entrega y compromiso que ofrece cada amigo/a a la relación: si a uno de ellos le toca escuchar, al otro le corresponderá hacerlo la próxima vez; si uno de ellos es el que presta apoyo en un momento dado, entonces el otro también deberá responder con la misma fuerza y diligencia cuando deba apoyar al amigo/a en dificultad, de otra forma, esté preparado para dar un cuarta y diplomática patada en el traste a ese patán que tiene usted como amistad.
El verdadero amigo/a, ese que vale y que merece estar a nuestro lado, es aquél que jamás traiciona la confianza, el apoyo y el compromiso con los cuales se edifica una relación de amistad.
Digamos finalmente, que la verdadera –y mágica– amistad sólo se construye cuando encontramos a ese ser especial que actúa –y se comporta– como si fuera nuestro reflejo en el espejo, es decir, entregando al otro de manera recíproca lo que recibe con tanto cariño: respeto, afecto y lealtad, por sobre todas las cosas.