Por Hugo Pérez White
Desde el día que contrajimos el sagrado vínculo matrimonial con mi esposa y juramentados ante el alar de Dios hasta que la muerte nos separe, pasaron seis décadas de duro batallar no exentos de dificultades y siempre unidos en el amor lo cual nos permitió sortear todos los obstáculos en la medida de lo posible.-
Fuimos un matrimonio octogenario ambos y pese a las dificultades de salud que nos deparó la vida con un temido cáncer de por medio que terminó con la vida de mi querida esposa, el fallecimiento de una hija por negligencia médica en el momento de un parto y del duro batallar diario para sobrevivir en un mundo convulsionado por guerras y tensiones, aún así, creo que la vida vale la pena vivirla y hay que luchar constantemente contra las adversidades que se presentan en el camino y a cada instante hay que defender esta maravillosa experiencia que el ser humano puede manejar a conciencia, aunque muchas veces se escapa de nuestro control emocional y después de haber nacido los hijos esperados, surgen los problemas que nos acompañarán durante toda la vida etapa en que los progenitores deben asumir sus responsabilidades como padres de los hijos que vienen y vendrán al mundo.-
Quizás nacimos en el momento menos indicado, pero, como somos hijos del amor, la vida llega en el instante menos esperado.-
Estamos viviendo una época en que el amor dura menos que un suspiro y el matrimonio tradicional que conocimos como la unión matrimonial con juramento incluso más allá de la muerte hoy se ha transformado en una convivencia temporal y aquellos que se han permitido contraer matrimonio a los pocos años se separan y cada uno sigue su camino afectivo buscando nuevas experiencias de convivencia.-
Las estadísticas dadas a conocer recientemente por organismos dedicados al seguimiento de estos hechos sociales dan a conocer que los divorcios han aumentado en un 118 % y este porcentaje en palabras simples significa que en el momento en que se está casando la pareja número 100 en ese mismo instante se está formalizando el divorcio número 118.-
Si seguimos esta constante en un tiempo no muy lejano, el acto matrimonial así como se concibe en nuestra legislación vigente, va a desaparecer de la vida cotidiana.-
Inspirados en el amor eterno se consolidaron numerosas familias que hoy ven a sus viejos en el ocaso de sus vidas y a la velocidad que se están produciendo los cambios, los matrimonios actuales serán para las futuras generaciones sólo un recuerdo del pasado.-
El bono de reconocimiento a las “bodas de oro” fue solamente un chispazo que hizo corto circuito en la credibilidad de los muchos matrimonios que aún están esperando este maná que se veía venir del cielo y al final se han dado cuenta que el mundo sigue lleno de buenas intenciones creando falsas expectativas y tejiendo ilusiones a las parejas que durante cincuenta o más años han sabido mantenerse unidos en el amor.-
Cuando se inicia el acuerdo que llamamos matrimonio se está entrando en algo que es una aventura porque cuando una pareja se casa, hace algo sobre lo que no sabe nada y cuando alguien lo hace más de una vez, sabe tanto o menos que la primera vez.-
Se dice que el matrimonio es la base de la unidad familiar y es la que más logra perpetuarse en el tiempo y en base a estas aseveraciones podríamos decir con bastante seguridad que aquel que destruye el matrimonio destruye la civilización.
Las leyes establecidas para contraer matrimonio difieren en algunos países, pero, como regla general, se tiende a normar las relaciones mutuas de acuerdo a la sociedad en que se vive y para que haya una sana convivencia familiar.-
Cuando dos personas contraen matrimonio, están acordando una relación legalmente vinculante, en gran parte establecida por las leyes estatales.-
Esas leyes pueden variar, pero, por lo general, un matrimonio requiere que los contrayentes tengan la edad legal para contraer matrimonio, mediante una ceremonia con testigos y presidida por un oficial público autorizado.-
El hecho de estar casado legalmente concede derechos y beneficios que mejoran y protegen a los cónyuges.
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