Por Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
Académico, escritor e investigador (PUC-UACh)
Cuando se pregunta por el significado del concepto “psicópata”, la respuesta que se obtiene, es que los sujetos psicópatas son “individuos que no tienen sentimientos de culpa ni experimentan remordimiento alguno por las acciones que realizan”, sin que importe mucho el tipo de actos que llevan a cabo, llegando incluso, a la tortura y asesinato de sus víctimas.
Por otra parte, desde un punto de vista netamente psiquiátrico, la psicopatía –o personalidad psicopática– corresponde a un trastorno antisocial de la personalidad, en relación con el cual, de acuerdo con el Manual de Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-V), los sujetos afectados por este trastorno muestran un “patrón de desprecio y violación constante de los derechos de los demás”, en función de lo cual, el psicópata estaría en condiciones de llevar a cabo acciones abusivas, maltrato psicológico y delitos graves sin que –tal como se señaló previamente– muestre ningún tipo de remordimiento o sentimiento de culpa.
Según el investigador español Iñaki Piñuel, quien lleva muchos años estudiando las diversas problemáticas que representan el acoso psicológico y las relaciones interpersonales de tipo tóxicas, cuando hablamos de “psicópatas integrados” (o psicópatas domésticos) estamos frente a personas egoístas, narcisistas que son altamente encantadoras y que están totalmente integradas en la sociedad, pero que carecen de conciencia moral, principios éticos y de respeto por los sentimientos y emociones de los demás, no conocen el significado del concepto empatía, a raíz de lo cual, se convierten en sujetos altamente oportunistas y eximios manipuladores emocionales, por cuanto, cosifican a las personas y las ven sólo como medios para alcanzar sus propios fines. Y aun cuando no tienen capacidad emocional o afectiva, sí tienen capacidad cognitiva, la que utilizan en su propio beneficio, para realizar comportamientos crueles e insensibles.
El sujeto “experto en manipular las emociones de los demás” muestra, asimismo, grandes habilidades para mentir y disfrazar sus engaños, así como también para no revelar cuáles son sus reales intenciones. Si bien, son más los hombres que mujeres quienes se revelan como psicópatas integrados, también lo pueden ser una madre o una hermana, las que pueden convertirse en verdaderos instrumentos de maldad y perversidad. En este sentido, el psicópata subclínico o integrado es el típico sujeto frío, calculador, manipulador, carente de empatía, quién, no obstante no llegar a cometer delitos tan graves como los que podría llevar a cabo el psicópata a secas, es un sujeto que se podría clasificar o calificar como una “mala persona”. Este, por lo demás, es el perfil de aquellos sujetos que pasan inadvertidos para la mayoría de las personas y que están integrados a la sociedad, y quienes –a primera vista– no son identificables más que por los rasgos y características arriba señalados, lo que los hace muy peligrosos para sus víctimas.
Existen muchas familias que, en apariencia, son “normales”, pero en las cuales, sus integrantes –de manera encubierta– han sufrido los abusos psicológicos de un padre, una madre, un hermano o una hermana destructores.
¿Dónde reside, entonces, su peligrosidad y letalidad? Muy simple: allí donde van y donde se mueven –familia, trabajo, ámbito social, etc.– van destruyendo la autoestima de las personas, sin que éstas tengan posibilidad alguna de saber y/o comprender qué es lo que les está sucediendo, hasta que ya es demasiado tarde.
La razón del cómo se produce esta situación, también es sencilla de comprender: los psicópatas integrados utilizan una técnica –o metodología– de carácter “gradualista”, es decir, van paso a paso, abusando, maltratando, acosando a sus víctimas, buscando “normalizar” este tipo de actuación.
Dado el hecho, que son personas que pueden ser descritas como encantadoras y hábiles sujetos manipuladores, estos individuos –hombres y mujeres– van minando, desgastando y destruyendo lentamente las relaciones con los demás, sin que las víctimas de turno lo adviertan, hasta que es muy tarde y reciben el estoque final o “tiro de gracia”: ahí reside su letalidad y peligrosidad.
Diversos expertos en el tema –entre ellos los psicólogos Iñaki Piñuel, Edith Sánchez, Leobardo Ruiz y otros– señalan, que dado el hecho, que en el caso de los “psicópatas integrados no se trata de ninguna enfermedad, su trastorno no tiene ninguna curación, ya que sería una condición del ser humano”. Este rasgo o condición, entonces, no sería reversible y los intentos de someterlos a terapia para modificar su conducta, suele producir el efecto contrario, por cuanto, en lugar de resolver la problemática, ésta se agrava, ya que comienzan a utilizar los conocimientos de la psicología para efectos de refinar su técnica y manipular de mejor manera a los demás.
Si bien, es muy infrecuente que una persona con experiencias de apego positivo, seguro y sano se enganche con un psicópata integrado o con un sujeto abusivo y maltratador, sí pueden caer en las redes de estos individuos personas a las cuales este tipo de relaciones tóxicas les “parecen naturales, normales o familiares”, en función de lo cual, les resulta muy difícil identificar a tiempo estas conductas venenosas con la finalidad de zafarse y alejarse de estos individuos lo antes posible para no caer en sus redes.
Aquellos niños y niñas que no tuvieron la experiencia de tener un padre o una madre incondicionalmente amorosos(as) hacia ellos –Piñuel los llama “niños perdidos”– tienden a experimentar una herida psicológica emocional a lo largo de toda su vida de adultos, condición que es percibida e identificada por los peores psicópatas y depredadores sociales, quienes aprovechan esa herida supurante con la finalidad de enganchar, someter y aprovecharse –de manera oportunista– de esa condición de niños perdidos.
De ahí la importancia de ayudar a estas posibles víctimas propicias a cerrar esta herida emocional de una vez por todas, dada la vulnerabilidad que muestran para ser abusados y depredados, más adelante, por otros psicópatas.
Cuando se trata de sujetos psicópatas –sin que importe mucho, si se trata del papá, la mamá, una hermana, el jefe, etc.– la idea es distanciarse o huir lo más lejos posible, en conocimiento de que cualquier relación con un sujeto de esta categoría, será sólo de sufrimiento y martirio.
El pretexto habitual que se da para “excusar” situaciones y tratos abusivos que, en rigor, no pueden ser excusados, es que se trataría de un padre, de una madre, de una hermana, de que es tu sangre, tu familia, o porque se trata de una persona mayor, que está vieja o que está enferma. El grave problema resultante, es que los psicópatas –sean familiares, mayores, viejos o enfermos– permanecerán siendo psicópatas y continuarán con sus manipulaciones y abusos, destrozando lentamente la vida de las personas de su entorno cercano. Y esa condición de martirio permanente no es vida.
Digamos finalmente, que las personas deben saber –y comprender– que no es la sangre lo que te hace o te convierte en familia, sino que es el respeto, el amor, el cariño, la confianza, el compromiso con el otro lo que crea y que le da forma al vínculo familiar.