Los siete pasos para desarrollar inteligencia emocional

Publicado por Equipo GV 12 Min de lectura

Por Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
Académico, Escritor e Investigador (PUC-UACh)

 

“No hay separación entre la mente y las emociones. Las emociones, los pensamientos y el aprendizaje están directamente relacionados” (Eric Jensen, profesor y miembro de la Sociedad para la Neurociencia y de la Academia de Ciencias de Nueva York).

 

inteligenciaEl hecho de ser un “esclavo” de las emociones –especialmente, si son emociones destructivas–, sin que la persona muestre la intención de ponerse a trabajar sobre ellas, se convierte en una verdadera bomba de tiempo que puede explosar en cualquier momento, lugar o situación, con graves consecuencias.

En cambio, el hecho de preocuparse por desarrollar la Inteligencia Emocional (IE) con la finalidad de poder enfrentar de manera exitosa los conflictos a los cuales nos enfrentamos regularmente, puede transformarse en la mejor receta y decisión, con el fin de estar bien con uno mismo, así como también con el entorno social que nos rodea.

Uno de los psicólogos que se ha preocupado del tema –junto a Daniel Goleman, Howard Gardner, Hendrie Weisinger y otros– es Roberto Rosenzvaig, un terapeuta que pone mucho énfasis en el gran nivel de influencia que ejercen las emociones sobre nuestras acciones y reacciones.

Las relaciones interpersonales de todo tipo –en el trabajo, con la pareja, con los hijos, con los colegas, con los amigos, etc.– pueden verse muy dañadas y afectadas, si ante los conflictos que surgen, las personas actúan por “instinto” y por impulso, más que meditando o reflexionando acerca de aquello que dicen y hacen.

Las emociones, son conexiones cerebrales muy complejas que impulsan a las personas a la acción y pueden tener efectos muy negativos cuando se manejan mal. Emociones como la ira, la rabia, la furia, los celos, etc., pueden ser, incluso, mortales, cuando la persona está presa de algunos de estos circuitos de violencia. De ahí que se hable del “circuito de la ira o de la furia”, y cómo hacer para desactivar y/o controlar dicho circuito. Las constantes peleas que vemos, el uso de la violencia y los femicidios son un triste ejemplo de lo anterior.

Aquellas personas que son incapaces de reconocer sus propias emociones y sentimientos, tienden a actuar como verdaderos “analfabetas emocionales”, en función de que no han aprendido a identificar y leer correctamente en sí mismos –y tampoco en los otros– los signos y señales de carácter afectivo o emocional, a raíz de lo cual, culpan, habitualmente, a los demás por todos los conflictos que se producen.

Por lo tanto, el acto de hacer consciente nuestra realidad emocional y trabajar sobre las emociones que nos embargan, nos ayuda a comprender de mejor manera cómo éstas nos afectan en lo personal, así como en la relación con otras personas, lo cual, tiene como resultado final, el poder conducirnos de mejor manera y con más éxito en nuestras relaciones interpersonales. Revisemos algunos de los pasos necesarios que hay que dar:

  1. Aprender a hacerse cargo de uno mismo. Este proceso representa el primer peldaño hacia el desarrollo de nuestra IE, ya que ello implica comenzar a buscar soluciones a los problemas relacionales. Y con el fin de “hacerse cargo de uno mismo”, es preciso evitar razonamientos del tipo: “¡Yo soy así, y si no te gusta…!”, ya que esa expresión significa  resignarse ante una forma equivocada de ser o de actuar. Esto requiere que la persona se conozca a sí mismo, sepa cuáles son sus fortalezas y debilidades y se dé cuenta a tiempo de cuándo es necesario pedir ayuda a los demás. Es fundamental hacer la diferencia entre “ser alguien” y “elegir ser alguien”, en función de lo cual, es preciso responsabilizarnos por lo que hacemos o dejamos de hacer. Decir al otro: “¡Yo soy mal genio!” o “Yo soy celoso(a)” es una forma manipuladora de actuar, porque conduce a pedirle al otro que acepte una conducta que puede provocar mucho daño. Tenemos al país repleto y rebalsando de violencia intrafamiliar, femicidios, peleas y eventos destructivos de todo tipo.
  2. Aprender a poner “paños fríos” en las discusiones. Bajar la temperatura del conflicto permite a las personas pensar con más claridad y actuar con más mesura. Para realizar lo anterior, lo mejor es replegarse y suspender todo tipo de discusión inútil, dado el hecho que actuar “en caliente” lo único que logra es que las personas se cierren a cualquier salida y que el conflicto escale aún más, ya que lo que desea cada una de las partes es imponer “su” verdad y “su” punto de vista. Por el contrario, desarrollar y aplicar la IE va por la vía de frenar y/o evitar las acusaciones y recriminaciones mutuas, y comenzar con una postura ganar-ganar.
  3. Analizar las soluciones intentadas en el pasado. Para toda persona que quiera desarrollar y afianzar su IE, este aspecto es esencial, ya que cualquier otra vía seleccionada se convertirá en algo estéril y en un callejón sin salida. Es importante auto-observarse y reflexionar acerca de las “soluciones” que hayan sido probadas en el pasado con el fin de superar crisis o conflictos anteriores, ya que ello le permite a la persona reflexionar acerca de si tales soluciones fueron –o no– eficaces. Esto permite preparar y abonar el terreno con el fin de buscar soluciones nuevas y que sean efectivas, en aquel caso en que las soluciones del pasado no dieron resultado.
  4. Desarrollar la capacidad de autorregulación emocional y control de impulsos. Toda persona que quiera llamarse a sí misma “inteligente emocionalmente” tiene que aceptar que es necesario aprender a  modular y controlar la respuesta hacia el otro. Para lograr esta capacidad, nuestro desafío consiste en reconocer, primero que todo, que estamos reaccionado en forma inadecuada. Una de las variables que dificulta el desarrollo de esta capacidad, se vincula con la permanencia de emociones negativas/destructivas en nuestro interior, así como con la ausencia de conciencia de esta realidad. El momento en que se logra tomar conciencia, es cuando se puede hacer el cambio interno. No hay que olvidar nunca, que nosotros somos los únicos sujetos responsables de regular y controlar nuestras emociones.
  5. Negociar con el otro y buscar acuerdos. La salida óptima a cualquier conflicto, requiere del desarrollo de  habilidades de negociación, por cuanto, es muy posible que las personas jamás lleguen a una solución o acuerdo, si no se concentran en que dichos acuerdos beneficien a ambas partes, Y aquí, nuevamente, hace su aparición la postura win-win, es decir,  que ambas partes salgan favorecidas, evitando que uno de los “negociadores” lo haga a costa del otro, ya que cuando eso es así, ello genera mucho resentimiento. Lo anterior, significa que hay que estar dispuesto a perder “una parte del todo deseado”, ya que resulta imposible querer ganar el pozo completo, si lo que se busca es una salida amigable.
  6. Desarrollar la capacidad de trabajar en equipo. Da lo mismo, si se trata de una relación de pareja, de si estamos en el trabajo con jefes y colegas, o si nos encontramos en una relación de amistad con un grupo de amigos, etc., si de lo que se trata, es de “remar en la misma dirección”. Ninguna persona podrá autocalificarse de ser “inteligente emocionalmente”, si no es capaz de establecer relaciones interpersonales positivas con los demás y de trabajar en armonía con las personas de su entorno cercano en la búsqueda de una visión común.
  7. Desarrollo de la empatía. Resulta insuficiente decir: “Hay que colocarse en los zapatos del otro” o “tienes que ponerte en el lugar del otro”, ya que con eso lo único que hemos logrado es cruzar sólo el umbral hacia lo que realmente se requiere cuando de empatía se habla. La empatía requiere de verbos activos que reflejen el deseo de llevar a cabo una serie de acciones, a saber: (a) tratar de entender qué es lo que la otra persona me quiere decir, (b) escuchar activamente, lo cual significa que deberé parafrasear lo que el otro me dice, con el fin de asegurarme de haber comprendido bien aquello que me ha dicho, (c) crear un clima de confianza que permita a la otra persona hablar con un cierto grado de libertad, y sin que la persona se sienta juzgada o enjuiciada por quien escucha y, (d) ayudar al otro que se ha acercado a mí específicamente –y no a otra persona–, a encontrar una solución, y esto significa exactamente lo que se ha señalado: ayudar y colaborar en la búsqueda de una solución, en lugar de “regalar” una solución, ya que se trata de un trabajo colaborativo, de a dos (o más) personas.

Digamos, finalmente, que hay dos factores principales en esta historia, si es que queremos tener éxito en nuestro objetivo de desarrollar nuestra IE: 1. Aprender a estar alerta ante el surgimiento de nuestras emociones. 2. Aprender a leer y decodificar los llamados “signos afectivos o emocionales” presentes en los demás, de otra forma, siempre estaremos corriendo el riesgo de ser clasificados como “personas analfabetas emocionalmente” e, incluso, de “sujetos disfuncionales y violentos”, por no encajar del todo en la sociedad en la cual estamos insertos.

 

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  • Hoy en día son muchas las empresas que buscan colaboradores que tengan esta cualidad de ser personas con Inteligencia Emocional, ya que son ellas las que hacen la diferencia: mejora la productividad, mejora el clima organizacional, el nivel de compromiso con la empresa se eleva, bajan los niveles de ausentismo laboral, etc.

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