MIRO A TONKA Y ME RECONOZCO ABUELO

Publicado por Equipo GV 8 Min de lectura

Por Arturo Alejandro Muñoz

TonkaTENÍAMOS años mozos, vivíamos en el mismo barrio, constituíamos un magnífico grupo, éramos jóvenes, solteros y estudiábamos el primer año en la Universidad de Chile.

Tu padre no; él había ingresado a la Escuela de Carabineros y pronto egresaría con grado de oficial, aunque pronto también abandonaría el uniforme por cuestiones que más adelante te contaré.

Tonko e Ivo Tomicic Humphrey, tu papá y tu tío. O si prefieres, Antonio y Juan, en idioma castizo.

¿Sabías que ellos y yo éramos componentes de la Unidad Popular y trabajamos en la campaña presidencial que llevó a Salvador Allende a La Moneda el año 1970? Algunas noches (cuando eran tranquilas aún en Santiago) salíamos a pintar murallas y pegar carteles.

Lo hacíamos en cualquiera de las brigadas existentes en la época, la Elmo Catalán, la Ramona Parra, en fin, no importaba el partido, sólo interesaba Allende. En realidad, ahora lo descubro, pintábamos el mundo con los colores regalados en París el año 1968 por Rudy ‘el Rojo’ y la revolución de las flores.

Obviamente, Woodstock –la gran fiesta musical que puso fin a la cultura hippie en Estados Unidos- fue también uno de nuestros referentes. Hoy, casi cuatro décadas más tarde, sigo considerando que la actuación del grupo comandado por Santana en aquella fiesta, interpretando ‘Soul Sacrifice’, brindó el mejor solo de batería que he escuchado nunca. Si desconoces esa presentación, puedes ingresar a Youtube y gozar con la calidad del baterista.

Pero, nosotros, idealistas a concho, tarareábamos letras de canciones muy diferentes, muy nuestras. Quilapayún, Inti-Illimani, Piojo Salinas, los hermanos Parra, Rolando Calderón, Pato Manns, el Temucano, Illapu, Los Jaivas….esa era nuestra música, esos eran nuestros sueños.

Un día cuya fecha ya olvidé, tu padre apareció por mi casa informándome que había renunciado a Carabineros. ¿Por qué, si era un excelente funcionario? “Mis superiores determinaron integrarme al Grupo Especial, a ese grupo que se dedica a patear traseros estudiantiles y a volar dentaduras de trabajadores. No acepté, ya que deseaba incorporarme a Tránsito y Carreteras”.

Tu papá, Tonka, fue coherente y consecuente siempre. ¿Sabias que tu ‘viejo’ salvó de un asalto y de una posible herida a cuchilla a una mujer en las cercanías de la Estación Mapocho una tarde lluviosa de invierno? Con su metro ochenta y su preparación física obtenida en la Escuela de Carabineros, se interpuso entre la dama y los dos patos malos, a quienes les dio una paliza de padre y señor mío, entregándolos después –amoratados y molidos- a una patrullera policial.

Vivíamos en la avenida Vicuña Mackenna, a la altura del 500, muy cerca de la entonces pecaminosa calle San Camilo donde nunca hubo noches aburridas.

Te prometo que nuestras aventuras juveniles se realizaban en otros lados, como en la boite ‘La Sirena’ (en el show de las tres de la madrugada), o en la barra del inmortal ‘Münich’ que dirigía nuestra querida señora María Carreño, dirigente del Audax Italiano y protectora de Carlitos Reinoso, Chita Cruz y Chamaco Valdés. Los ‘lomitos con palta y tomate’ del Münich aun no son igualados.

No puedo decirte que el golpe de estado de 1973 nos separó para siempre, pues ello sería una falacia. El grupo comenzó a difuminarse en la medida que las exigencias universitarias y laborales impusieron sus términos.

Todos los componentes de aquel fantástico grupo fuimos abandonando el barrio e instalándonos en diferentes comunas del gran Santiago. Yo fui el primero. Luego fue Elías Pizarro, después Leo Domínguez, Teo Brugnole, Willy Larrazábal, Claudio Esquivel, Ricardo Diez, Paul Friederichs, Nibaldo Carreño….hasta que finalmente tu papá y tu tío también emigraron.

Pasaron los años y mucha agua corrió bajo los puentes del Mapocho. La antigua amistad de aventuras, ilusiones y sueños se había deshecho en las gasas del tiempo. Poco y nada sabíamos unos de otros.

Sin embargo (¿cuándo ocurrió aquello?), una nueva figura del modelaje nacional comenzó a destacarse en los medios. Eras tú, Tonka, y tu apellido nos hizo rememorar los viejos años, las bellas amistades y algunas de nuestras locas e inocentes travesuras.

Por fin, luego de sorprendentes coincidencias, supimos que eras hija de uno de los nuestros. Nos alegramos por ello, ya que gracias a ti hemos ido reencontrándonos luego de decenios de olvido. Involuntariamente, cierto, lograste que fuésemos capaces de recoger hilos añosos para volver a abrazarnos, y eso merece nuestro agradecimiento honesto y sentido.

Pero, fíjate qué lamentable, aún no hemos podido reunirnos con tu padre ni con tu tío. Quizá, a través de estas líneas consigamos lo que falta para reconstruir el viejo grupo, aunque sólo sea para cenar una parrillada acá en el campo de Coltauco, o en las atochadas calles de Santiago.

Querida Tonka, si puedes y si te parece conveniente, te ruego hagas llegar a tu progenitor y a tu tío este pensamiento con el que viaja la esperanza de un ansiado reencuentro luego de tanto olvido y tantas ilusiones cercenadas.

Diles, por favor, que una vez más mi alma de contrabandista, ermitaño de los montes y saqueador de fortunas mal habidas, debe agradecerles con emotiva sinceridad la estupenda conversación que sostuvimos durante tanto tiempo en la guarida de los esperanzados.

El magnífico recorrido cósmico y estelar que allí se realizó, con abundamiento de anécdotas olvidadas por los ignorantes que creen ser sabios, y por los sabios oficiales que en realidad son iletrados a fuerza de servilismo, condujo a mi yo interno hacia las cavernas iluminadas con las lágrimas de Platón, e incandescentes merced a las sonrisas de vestales y pitonisas de la caverna del Minotauro.

Fue, a no dudar, la mejor época de esta perenne primavera. Imposible no crecer con la guía por ellos proporcionada alrededor de las cinco neuronas que distinguen mi escuálido intelecto de aprendiz….tozudo al grado de la insoportable levedad del ser.

Diles, por favor, que estoy por llegar. Que me esperen -como es habitual- con una andanada de promesas de mejor vida y mayor emprendimiento. Llevo en mi morral las fresas silvestres recogidas en el país de las sombras largas y una carta que me entregó para ellos el lobo estepario. Que enciendan la hoguera de las vanidades y abran el boquerón de la quimera del oro, pues celebraremos con chacolí doñihuano ese esperado reencuentro.

Me he atrevido a solicitarte lo anterior porque formo parte de las raíces de tu gente, y las suyas se han entronizado mágicamente en las que me pertenecen. Por eso, y porque cada vez que te veo en televisión o en fotografías de periódicos, concluyo afirmando que podría ser yo una especie de falso ‘tío abuelo’ tuyo, y que esa otrora majestuosa primavera de mi vida está tocando a su fin.

 

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