Nutricionista alerta sobre los riesgos del consumo excesivo de comida rápida para la salud hepática y entrega recomendaciones para evitar el daño a nuestros órganos.
La cirrosis por lo general se asocia al consumo excesivo de alcohol y, si bien es cierto que esta es una de las principales causas, no es la única. El hígado graso no alcohólico en estados avanzados también puede llevar a cirrosis hepática e incluso a cáncer de hígado. Por eso es importante controlar la ingesta de alimentos altos en grasas, evitando la comida rápida y sobre procesada.
El nutricionista y académico de la Universidad Andrés Bello, Javier Maruri, explica que el hígado graso no alcohólico es una enfermedad donde se produce una acumulación excesiva de lípidos en el hígado, generalmente asociada a algunos factores de riesgo como la diabetes tipo 2, colesterol y/o triglicéridos elevados, hipertensión arterial y malnutrición por exceso (sobrepeso u obesidad).
“Esta enfermedad, mantenida en el tiempo, puede evolucionar a cirrosis, en que ya el hígado, debido a las lesiones que va sufriendo, va formando cicatrices que dificultan el funcionamiento de este órgano, llevando a complicaciones como decaimiento, aumento o baja de peso, problemas de coagulación, entre otras”.
Evidencia científica
Maruri agrega que, hace solo meses, la revista científica “Clinical Gastroenterology and Hepatology”, publicó un estudio que indica que las personas que consumen al menos un 20% de su ingesta diaria en “comida chatarra” o “comida rápida”, presentan un incremento de la grasa a nivel del hígado, alza aún mayor en personas que presentan Diabetes u Obesidad, transformando al hígado graso no alcohólico en la principal causa de cirrosis, mayor aún, que la provocada por el hígado graso alcohólico.
El especialista hace un llamado de atención respecto del incremento evidenciado en el consumo de la llamada comida chatarra, debido a múltiples factores, como el consumo social para compartir y los costos asociados. “El confinamiento en pandemia acercó la comida rápida a las casas e hizo que esto se mantuviera por razones de tiempo y comodidad”.
Esto, asegura, sumado a un estilo de vida cada vez más sedentario, en que se pasan largas horas frente a una pantalla, aumentan la probabilidad de hígado graso no alcohólico. “En esto hay que ser claro. Si bien hay ciertos factores de riesgo que favorecen la aparición de hígado graso, con la posterior evolución a cirrosis, como el sobrepeso y la obesidad, estos no son excluyentes. Es decir que, una persona con un estado nutricional considerado normal no está ajeno a estas complicaciones, por lo que la prevención pasa a ser clave. En esto, el nutricionista debe jugar un rol clave”.
La cirrosis es una enfermedad no reversible, pero sí es posible evitar su progresión. El tratamiento de elección debiera ser dieta y ejercicio físico.
Algunas recomendaciones
La dieta mediterránea, en que las grasas que se consumen son principalmente grasas de buena calidad, como el aceite de oliva, los pescados y los frutos secos, incorpora vegetales y cereales como base de los platos principales, acompañado de una base proteica como legumbres, huevos, carnes blancas y en menor medida carnes rojas magras. “Si sumamos el consumo de frutas, además de una ingesta adecuada de agua y ejercicio físico, nos encontramos con que es totalmente opuesto a las comidas rápidas, donde prevalecen las grasas saturadas, frituras, sal y bebidas azucaradas”.
Mejorar hábitos alimentarios desde la niñez es clave. Se estima que un 74% de la población chilena entre los 15 y 24 años, consume comida rápida al menos 1 vez a la semana (no descartando que puedan ser más veces), cifra que disminuye a un 53% de la población entre 25 y 34 años, estadísticas que preocupan considerando la aparición de enfermedades crónicas no transmisibles (Diabetes Mellitus 2, Hipertensión Arterial, Dislipidemia) a edades cada vez más tempranas. “No se trata de demonizar la comida chatarra, pero si tomar conciencia de lo que comemos”, enfatiza el nutricionista.