Por Raúl Hozven Valenzuela
Jefe de Carrera Trabajo Social, UST Viña del Mar
Trabajo Social en su dialéctica, tanto en el Siglo XX como en los inicios del nuevo milenio, se despliega sobre los estados de precariedad que experimentan sujetos (as/es) y colectivos, pero que no la eximen de aquella condición. En nuestra temporalidad nacional interpelada por un nuevo orden social, emerge entonces un nuevo mandato para esta profesión/disciplina. Parafraseando a Butler, esclarecer la distribución desigual de vulnerabilidad y complementariamente, coadyuvar a diversos actores a encontrar una vida vivible, mas no sobrevivir.
Aquello implica para el trabajo social una particular tensión: dilucidar su reclutamiento al capital o forjar una práctica ético-política emancipadora que, mediante los procesos de (co) investigación y de (co) intervención, reconozcan plasmaciones sociales de resistencia que en la actualidad, expresa y simbólicamente se crean, resignifican y performan en territorios específicos.
Ante aquello se remasteriza un principio del trabajo social, a saber, la interdependencia, valor necesario para alistarse a una nueva acción política y que puede asir para acompañar la (re) construcción del tejido social que aborda en su ejercicio, así como su (re) significación identitaria. En rigor, maestros, practicantes, asociaciones, academia y colectivos afines comprendan como enseña Butler, que la conciencia de la vulnerabilidad es una forma de activismo para consigo misma, como para el despliegue de una acción transformadora que su ideario y tradición propone.