Por Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
Académico, escritor e Investigador (UACh)
La salud no tiene precio, y aquél que la arriesga de forma innecesaria, se convierte en un necio.
Si la prevención del embarazo adolescente, la ingesta excesiva de alcohol, el consumo de tabaco y drogas a nivel de los menores de edad necesitan convertirse en una prioridad nacional, en ese caso, la única estrategia posible –y recomendada– debe basarse en dos pilares fundamentales:
1. La participación directa de los padres en la formación valórica de sus hijos.
2. La entrega de una buena educación.
Esperar que sea el Estado –que se ha mostrado totalmente incompetente al respecto de estos temas tan sensibles– quien haga el trabajo por usted, es una utopía, cuando no una soberana estupidez.
Al respecto de estos temas, hace algunos días hablaba con una de mis pacientes, quién me hacía ver lo preocupados que estaban ella y su pareja a raíz de ciertos excesos que se estaban produciendo en los colegios de sus hijos, en relación con diversos temas relevantes de interés público tales como: el alto nivel de ingesta alcohólica en menores, el aumento del consumo de drogas y tabaco, así como la práctica de sexo precoz y sin los resguardos necesarios. En este último caso, con el fin de evitar el contagio de enfermedades de transmisión sexual y el SIDA, entre otras enfermedades.
Lo anterior, es especialmente relevante, si consideramos, que de acuerdo con la Autoridad Sanitaria –a julio de 2017– una apreciable cantidad de personas se han enfermado de SIDA en Chile: 61.000 personas. Sin embargo, lo que no se ha dicho ni se ha reconocido hasta ahora, es que hay entre un 30 y un 35% de personas que no saben que son portadores del VIH y, por lo tanto, estos sujetos –que constituyen un apreciable número de más de 20.000 personas– continúan infectando cada día a más gente sana, especialmente en el grupo de los más jóvenes y vulnerables.
Por otra parte, de acuerdo con un estudio de Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol (SENDA) entre el año 2015 y 2016 se registró un aumento del 11% de los casos problemáticos de consumo de alcohol y drogas en la población infanto-juvenil en Chile.
De ahí mi preocupación por ayudar a crear conciencia sobre la comprensible inquietud de mi paciente, de modo que la primera recomendación que quiero hacer, es que los padres no deben posponer la misión –y el deber– de sentarse a conversar con sus hijos acerca de temas como el consumo de alcohol, tabaco, drogas y la práctica de sexo precoz e inseguro. La razón es muy simple: desde la escuela básica puede haber niños que se sienten presionados y/o influenciados por sus pares más precoces a probar sustancias prohibidas para ellos, en tanto que hoy sabemos –a través de diversos estudios– que la edad promedio de inicio de la sexualidad en los jóvenes bordea los 16 años, lo que significa que hay niños y niñas que ya con 12 años han tenido su primera experiencia sexual, con el peligro adicional de un embarazo adolescente o de contraer una enfermedad de transmisión sexual.
Una segunda mala noticia la entrega un informe del Instituto de Salud Pública (ISP), donde se consigna un significativo y preocupante aumento en los casos de infección por VIH en los jóvenes entre 13 y 20 años. Ante esta dura realidad –que muchos padres parecen no querer ver ni enfrentar–, se hace necesario e imperativo sentarse con los hijos a hablar acerca de todos estos temas y hacerles ver que estas conductas no son aceptables ni tampoco son seguras para su bienestar y su salud. A todo esto: es importante que los padres sepan que una de las razones por las cuales muchos niños deciden no consumir drogas, es porque no desean desilusionar ni mortificar a sus padres en relación con cada uno de los problemas que acarrean aquellas conductas erradas, como las señaladas previamente.
La segunda recomendación, es que los padres deben explicarles a sus hijos la forma en cómo las drogas –que incluye el consumo de alcohol y tabaco– y el VIH pueden afectar severamente su salud. Si es necesario, los padres deberán informarse muy bien ellos mismos, con el objetivo de entregar información veraz y efectiva a sus hijos.
En este sentido, en primer lugar, es importante señalar a los hijos las consecuencias inmediatas que puede tener en un menor de edad el consumo de alcohol, tabaco y drogas, tales como: sufrir vómitos, experimentar la pérdida de la capacidad de concentración, sufrir fuertes mareos, tener dientes amarillos y mal aliento, mostrar conductas desinhibidas, perder el control de impulsos, sufrir accidentes (por caídas, por conducir en estado de ebriedad o por estar bajo los efectos de las drogas, etc.), aparición de conductas agresivas, enredarse en peleas callejeras, exponerse a abusos de todo tipo, etc.
Y aquí dejo para los padres un dato difícil de asimilar: de acuerdo con un estudio del Consejo Nacional para el Control de Estupefacientes (CONACE) más de 400.000 niños entre los 9 y los 15 años consumen alcohol en Chile, lo que significa que cuatro de cada diez adolescentes entre 8º básico y 4to medio reconocen haber consumido alcohol recientemente, y cinco de cada diez toman alcohol regularmente los fines de semana, realidad que nos lleva a otro dato aterrador: en Chile habrían alrededor de 200.000 alcohólicos jóvenes.
En segundo lugar –para el caso de la iniciación sexual temprana–, los padres deben señalar los riesgos de contraer diversas enfermedades de transmisión sexual (ETS), tales como: VIH/SIDA, clamidia, herpes genital, gonorrea, sífilis, virus del papiloma humano, etc.
En tercer lugar, los padres deben advertir a sus hijos que varias de estas conductas riesgosas pueden conducir a graves trastornos de su salud física y mental, incluyendo la muerte.
La tercera recomendación –aún cuando aparezca como obvia– es hacerle ver a sus hijos que el consumo de alcohol, tabaco y drogas son ilegales para los menores de edad, en tanto que la práctica sexual precoz puede conducir a un embarazo no deseado, en el caso de las niñas, con la consecuente sanción social, la probable interrupción de sus estudios, el quedar aislada de sus amistades, no poder gozar de una niñez acorde con su edad, experimentar sentimientos de culpa por los errores cometidos, tener que asumir desde muy joven un costo económico y familiar muy fuerte, como por ejemplo, dejar de estudiar para comenzar a trabajar y mantener al recién nacido.
La cuarta recomendación que se desprende de todas las anteriores, es que los padres deben mantener una comunicación abierta, clara y transparente con sus hijos e hijas, ya que este diálogo, generado en un ambiente de confianza, es una fórmula demostradamente efectiva para evitar –o por lo menos disminuir de manera significativa– la posibilidad de que sus hijos caigan en la tentación de consumir drogas o de ser influenciados negativamente por su grupo de pares, grupo, que a una cierta edad, está en grado de ejercer un mayor nivel de influencia en la conducta de los hijos, que los propios padres, por lo tanto, es preciso que los papás enseñen a sus hijos e hijas cómo resistir la presión y las malas influencias de los amigos.
La quinta recomendación, es de absoluta responsabilidad de los padres: infórmense, conozcan y participen activamente en la vida de sus hijos: sepan y conozcan quiénes son sus amigos y amigas, en qué lugar se reúnen o se juntan, con qué tipo de actividades se divierten regularmente, a qué lugares asisten, etc. Esta es una potente señal para los hijos de que sus padres se interesan por ellos.
Los padres responsables son aquellos que establecen algunas reglas de conducta y que se preocupan de que éstas se cumplan, señalando las consecuencias de romper las reglas establecidas, haciéndoles comprender, que en caso de no respetarlas, entonces deberán asumir las consecuencias de su comportamiento errado.
El hecho de que los padres estén en condiciones de detectar con tiempo –y a tiempo– el abuso de alcohol y drogas por parte de sus hijos, puede evitar que estos niños se expongan a futuro a sufrir daños físicos y problemas graves de salud, en función de lo cual, la última recomendación, es que los padres estén alertas a ciertos cambios de humor en sus hijos, que identifiquen los tipos de amigos con los cuales están saliendo, que verifiquen sus actividades y pasatiempos, o bien, que detecten ciertos cambios extraños en la apariencia física del hijo o hija, así como la presencia de un comportamiento poco habitual en los menores. Son todas señales de que algo está aconteciendo con sus hijos e hijas.
De ser así, existe la probabilidad de que alguno de sus hijos pueda estar involucrado en algún tipo de abuso de sustancias no aptas para menores de edad, en cuyo caso, lo mejor es acudir por apoyo profesional y especializado.
Recuerde y tenga muy presente lo siguiente: no hay mejor método para evitar problemas de todo tipo, que la prevención.