Por Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
Académico, Escritor e Investigador (UACh)
“Miente, miente, miente que algo quedará; cuanto más grande sea una mentira, más gente estará dispuesta a creerla” (Joseph Goebbels, Ministro de Propaganda de Adolf Hitler, 1939-1945).
“Nunca fui consciente de cualquier otra opción que no fuera la de cuestionar todo” (Noam Chomsky).
Desde hace algunos días, estamos siendo bombardeados por afiches, folletos, avisos radiales, programas de televisión, volantes, lienzos, gigantografías, etc., “alabando” las virtudes de cientos de candidatos a cargos públicos de diputados, senadores, presidentes de la República, conteniendo miles de grandes y maravillosas promesas que… JAMÁS serán cumplidas.
Dada la triste realidad que nos rodea, hoy da exactamente lo mismo ser cínico e hipócrita, y así engañar al público. Especialmente, si esta actitud engañosa, le permite al sujeto recibir los votos y ser elegido para el cargo público al cual postula. Son las cuestionadas estrategias de los distintos grupos políticos e ideológicos para ganar votos.
Por lo tanto, en relación con el tema de la propaganda política y sus nefastas consecuencias, resulta muy importante recordar lo que un lugarteniente de Hitler, el poderoso y mítico Ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, logró hacer con una nación culta, educada e intelectualmente preparada como el pueblo alemán, a saber, conducir a esta nación a una “guerra total” de muerte y destrucción, donde, por sobre todo, se destaca la aniquilación sistemática y metódica de casi seis millones de judíos que nada le habían hecho al pueblo germano, así como el asesinato planificado de cientos de miles de homosexuales, gitanos, enfermos mentales y discapacitados. Estos últimos –los enfermos mentales y los discapacitados– debían ser eliminados por ser considerados por el Tercer Reich como un conjunto de “zánganos” y “sujetos inútiles” que estaban “drenando” y dilapidando los recursos del pueblo alemán, en función de lo cual, el gobierno del Führer nunca obtendría de vuelta el “retorno sobre el capital invertido” en esta “gente inútil”. En este sentido, la consigna de Hitler era muy simple: toda propaganda efectiva y que quisiera obtener resultados óptimos debía limitarse a unos pocos lemas que debían “machacarse” una y otra vez, hasta que los aceptara el último miembro de la sociedad a la cual iban dirigidos.
Ahora bien, a raíz de los constantes casos de corrupción, nepotismo, enriquecimiento ilícito, cohecho, lavado de activos, malversación de fondos públicos, emisión de boletas y facturas falsas, fraude al Fisco, pagos millonarios por informes del tipo “copy-paste”, etc., que se descubren cotidiamente en nuestro país, la ciudadanía está más que saturada e indignada con el actuar de su actual clase política y gobernante, lo que hace que el pueblo chileno implore –literalmente– por un (re)cambio de un numeroso contingente de sujetos políticos que se han demostrado ante la opinión pública como un grupo de individuos corruptos y de gente que abusa descaradamente de su poder y posición política, y quienes, sin embargo, tienen la firme intención –y el descaro– de buscar nuevamente su reelección.
¿Qué metodología pretende usar la clase política y gobernante para lograr este objetivo? La respuesta es muy sencilla: el uso indiscriminado de la propaganda política y el machaqueo constante de la población con eslóganes, frases, cantos de sirenas y grandes promesas –que no podrán ser cumplidas–, a modo de lavado de cerebro (¡y de imagen!), aprovechando la escasa capacidad de memoria que, en general, tiene el ser humano.
Es así, que tanto el lingüista, politólogo y activista político Noam Chomsky, como así también el experto en campañas políticas, Drew Westen, autor del libro “The Political Brain”, ponen en sobre aviso a la ciudadanía acerca de los variados métodos y triquiñuelas que usan los políticos para ganar votos, principalmente, a través de distintas estrategias de manipulación:
- Uno de los elementos básicos y esenciales para manipular la mente de la gente, es el uso de la distracción, es decir, el acto de desviar la atención de lo que, verdaderamente, es importante, por intermedio de inundar los espacios y la mente de los ciudadanos con promesas grandilocuentes, cantos de sirena y con elementos distractores que alejan la atención de aquello que es relevante, por medio de esparcir información masiva irrelevante e insignificante.
- Otra fórmula muy apreciada, tanto por los gobiernos de turno, así como por los políticos y candidatos a puestos públicos, es crear –y si es necesario– inventar grandes problemas para generar fuertes reacciones en la población, para luego aparecer ante la ciudadanía como los “salvadores de la nación”. Un ejemplo habitual, es permitir –y fomentar– todos los disturbios, revueltas, asaltos, robos, ataques de todo tipo, etc., que se pueda, con el fin de que las personas se quejen y que le permitan, entonces, al gobierno intervenir y actuar con toda la violencia que dicho gobierno estime pertinente, pasando incluso, por encima de las leyes y los derechos de las personas.
- Cuando en temas de política, la razón y la emoción se ven enfrentadas una con la otra, la emoción gana siempre de manera invariable, por lo tanto, el “mercado” que importa conquistar en política, es el mercado de las emociones, porque son éstas las que impactan en la mente y en el corazón de las personas. Se entiende que esta “resonancia” en el ser humano tiene un carácter emocional y el ciudadano se inclinará por la fórmula de si… “me agrada o desagrada” el sujeto, si “me cae bien o me cae mal”, más que por la ruta de la reflexión y del razonamiento, y de si el candidato logra convencerme con sus ideas, propuestas y argumentos.
- Si usted, como ciudadano, presta algo de atención a la propaganda que lee o escucha, advertirá que las campañas políticas exitosas siempre tienden a presentar mensajes positivos y negativos. Estos últimos –los mensajes negativos– son muy eficaces cuando se refieren a “los otros”, es decir, cuando se ironiza, se burla o se descalifica a los opositores. Si el político se concentra sólo en lo positivo y deja lo negativo a sus oponentes, entonces eso es lo mismo que entregarle la victoria a su oponente.
- Los temas de carácter polémico son aquellos que despiertan las más fuertes emociones: rabia, indignación, odio, rechazo, impotencia, frustración, etc. El ejemplo clásico, es cuando los políticos, la prensa o el gobierno comienzan a generar rabia y resentimiento en la población en contra de los extranjeros e inmigrantes: los inmigrantes son “ladrones”, son “delincuentes”, “nos vienen a quitar el trabajo”, o cuando se proclama por todos lados que se ha producido “un tsunami y un alud de extranjeros que han invadido al país”. Por lo tanto, dado que la gente vota según sus pasiones –y no de acuerdo con su sentido común–, entonces la opción de entregar la pasión a “los otros”, siempre será una estrategia perdedora.
- Otra de las grandes tentaciones de los políticos de pacotillas, es darse “vueltas de carnero”, una y otra vez, condición que los convierte en sujetos populistas y demagogos, prometiendo cosas que saben que jamás podrán cumplir. Son sujetos que desean aparecer en el imaginario del pueblo como los salvadores de los pobres y los rescatistas de las víctimas que han caído en las garras usurpadoras de “los otros”, es decir, de los contrincantes, sean éstos los comunistas, los socialistas, los derechistas, los fascistas, los castristas, los chavistas, los marxistas y todo concepto que termina en “istas” (racistas, clasistas y esclavistas incluidos).
- Dado que las personas votan por aquellos candidatos que generan fuertes emociones, y no por los candidatos que presentan las mejores ideas y argumentos, prepárese para enfrentar un carrusel de emociones, ya que este carrusel emocional limita en un mínimo la capacidad de análisis racional, reflexivo y crítico en el individuo, por medio de agitar, precisamente, las emociones básicas del ser humano.
- Un aspecto al que muy pocas personas prestan atención, se relaciona con el hecho de que las personas pobres, ignorantes y mediocres que se dejan guiar por sus impulsos más básicos e inmediatos, representan la mejor presa posible para aquellos sujetos que tienen más estudios y más poder. Para muchas de estas personas, es “mejor no saber” que los están robando, manipulando y engañando miserablemente. Una frase que refleja muy bien esta actitud de enterrar la cabeza en el suelo, al estilo de un avestruz, es cuando la gente dice que “por eso mismo, no miro ni escucho las noticias, ni tampoco leo los diarios”. Las personas parecemos olvidar una famosa frase del filósofo griego Platón, quién señalaba, hace 25 siglos atrás, que “el precio de desentenderse de la política, es ser gobernado por los peores hombres”.
- Los candidatos que tienen éxito, son aquellos que capturan la imaginación del público deseoso de identificarse con este súper héroe nacional, mezcla de Tarzán, Rambo, Rocky, Hulk, Batman y Superman, todo en uno, en función de lo cual, estos candidatos se presentan ante la opinión pública como los “nuevos héroes” o los “héroes renovados”.
Tenga usted presente, que, demasiado a menudo, el candidato que resulta ganador, no es el que presenta las mejores ideas, las mejores propuestas y argumentos, sino que aquel que tiene la mejor retórica y que toca las fibras más sensibles e íntimas de las personas, sin que importe mucho lo falso, vacío, hipócrita, populista y demagógico que pueda sonar a los oídos del pueblo.
Sugerencia final: en estas próximas elecciones no use sus emociones y sus sentimientos para elegir y votar por un determinado candidato, sino que use su capacidad para pensar, razonar y reflexionar. Gana usted, gana su comunidad y gana su país.
Un artículo muy ad hoc en época de elecciones, en donde estamos siendo bombardeados con propaganda política, actos públicos, donde los distintos candidatos a un cargo determinado (presidencial, senador, diputado, etc.), van a recurrir a cualquier estrategia, artimaña y recursos para resultar ganadores, es decir, “Pan y circo para el pueblo”.
Lamentablemente, en este país sale ganador el candidato que, dicho en buen chileno, “sabe vender mejor la pomada”, es decir, el que posee la mejor oratoria y tiene un buen poder de convencimiento y que usa este don para conquistar y manipular la masas y obtener los votos de los ciudadanos.