Cada año el cambio de horario en Chile genera un período de ajuste que no solo altera las rutinas diarias, sino que también afecta la salud mental de la población. Según Gerardo Riffo, Director de la Carrera de Psicología de Universidad de Las Américas, esta modificación impacta los biorritmos del cuerpo, es decir, los relojes internos que regulan el sueño, la energía y el bienestar emocional. “Nuestro cerebro necesita readecuarse nuevamente con cada cambio de hora, lo que puede generar estrés, ansiedad y problemas físicos como malestar estomacal, cefaleas y migrañas”, advierte el académico.
Este proceso de adaptación puede durar entre una y tres semanas, periodo en el cual es común experimentar cansancio, dificultades para concentrarse e incluso desorientación. “El ajuste horario no solo genera fatiga, sino que también aumenta la irritabilidad y el aislamiento social, afectando nuestras interacciones diarias”, señala el académico de UDLA.
Si bien la mayoría logra adaptarse con el tiempo, los infantes y personas de edad avanzada son más vulnerables a este tipo de cambios. “Uno de los principales grupos de riesgo o que podría presentar mayor dificultad ante este escenario son los niños, ya que primeramente necesitan pasar una mayor cantidad de horas durmiendo debido a su etapa de desarrollo. Sumado a ello, su ciclo de sueño está muy vinculado a la luz y la oscuridad, por lo que el proceso de adaptación al cambio de hora dura más tiempo en ser asimilado”, explica Riffo. En el caso de personas mayores, el especialista advierte que este ajuste puede ser especialmente complejo si padecen trastornos del sueño, enfermedades metabólicas o demencias.
Para minimizar el impacto del cambio de hora, el especialista recomienda realizar ajustes graduales en los días previos, regulando los horarios de sueño y evitando la exposición a pantallas antes de acostarse. “Es clave realizar lo que se conoce como higiene del sueño, asegurando que la habitación sea un espacio adecuado para el descanso, evitando comidas pesadas y estimulantes por la noche, y manteniendo actividad física con luz de día”, señala el profesional.
Este nuevo contexto también puede influir en la productividad y el desempeño en los entornos de trabajo y educativos. Durante este período de ajuste, es común experimentar disminución en la atención, bloqueos de memoria e incluso mayor riesgo de accidentes. “A pesar de que se argumenta que el cambio de hora permite ahorrar energía y aumentar la productividad, la evidencia indica que puede afectar el rendimiento y la capacidad de razonamiento lógico”, enfatiza el experto.
Para mitigar estos efectos, las instituciones educativas y laborales pueden implementar medidas como flexibilizar los horarios en los primeros días posteriores al cambio, promover pausas activas y fomentar hábitos saludables de descanso entre sus trabajadores y estudiantes. “Entender cómo este ajuste afecta a cada persona nos permite abordarlo de manera consciente y tomar medidas para facilitar la adaptación”, concluye Riffo