Desde hace unas décadas, ya existe la cultura generalizada de lo imprescindible que es proteger la piel con filtro solar, pero no siempre existe la misma conciencia con respecto al cuidado de la salud de los ojos, por eso la cantidad de personas que presentan infecciones y otros problemas aumenta en la temporada estival. En este sentido, los lentes de sol son, más que un complemento, una protección, pero deben contar con características especiales para que realmente filtren la luz solar y no dañen la vista. La exposición directa al agua de mar, lago o piscina también puede generar infecciones oftalmológicas peligrosas.
Al respecto el jefe territorial de la zona norte de la red de clínicas Ultravisión, Rodrigo Sierra, indica: “Es necesario cuidar los ojos y la vista durante todo el año, pero más aun en temporada de verano en que estos están más expuestos. Además, al cuidarlos, protegemos también la piel que los rodea, la más fina y delicada de todo el cuerpo”. Entrega las siguientes recomendaciones con respecto a los lentes de sol que se deben usar:
- Que estén homologados y hayan pasado todos sus componentes por los controles de calidad adecuados y fidedignos.
- Que filtren convenientemente la luz que “no vemos”: la ultravioleta (UV), la parte más dañina de la radiación solar. Está señalado con unas siglas seguidas de un número –por ejemplo, UV400–, indicando que filtra toda la radiación susceptible de causar problemas como fotoqueratitis o fotoconjuntivitis.
- Que al usarlos la luz del sol no nos deslumbre; es decir, que sus cristales sean más o menos oscuros. Un código de números, del 1 al 4, señala no solo la oscuridad de ese filtro de menor a mayor, sino para qué actividad está indicado o contraindicado.
“Se trata de los tres factores con los cuales deben estar siempre convenientemente marcados todos los lentes de sol de buena calidad. Por eso es importante comprarlos en establecimientos que ofrezcan esa garantía y cuenten con personal especializado capaz de indicarnos el filtro adecuado a nuestras necesidades: los establecimientos sanitarios de óptica”, indica Rodrigo Sierra.
Frío dentro y calor fuera: la lucha contra la sequedad ocular
Para sobrellevar las altas temperaturas del verano buscamos lugares –en casa, en el auto,– que tengan aire acondicionado o ventiladores. Estos crean unas corrientes de aire fresco, pero también resecan el ambiente y, por tanto, la superficie de nuestros ojos. Para ver bien y no sufrir molestias necesitamos que la superficie de los ojos este siempre cubierta y humedecida por la lágrima. Una buena recomendación es situarnos lejos o, al menos, no exponernos directamente a las rejillas por donde expulsan esos aparatos el aire frío. Así evitaremos la sensación de incomodidad y arenilla que produce la sequedad ocular y el enrojecimiento de los ojos. Además, esta situación puede ser especialmente molesta si usamos lentes de contacto.
En el exterior, las altas temperaturas del verano –y más aún si el aire es seco– también pueden causarnos esa sensación incómoda. Podemos tratar de aliviarla con las llamadas lágrimas artificiales. Humectantes y lubricantes, no se parecen mucho a las lágrimas naturales, pero ayudarán a mitigar la molestia. Sus componentes, como el ácido hialurónico (uno de los más populares), crean una fina capa de humedad que persiste durante un tiempo sobre la superficie del ojo.
Cloro, sal y microbios bajo el agua
El agua del mar, los ríos o las piscinas presenta un riesgo importante de irritación o infección en el caso de que entre en los ojos. Por eso debemos protegerlos del cloro o la sal, que producen picazón, ardor o enrojecimiento, y de los microorganismos que pueden generar peligrosas infecciones como queratitis o conjuntivitis víricas o bacterianas.
La forma de prevenirlo es no abrir los ojos debajo del agua y si lo hacemos, usar anteojos de natación o buceo. Estos deben ser convenientemente homologados para la actividad que se va a realizar y, en el caso de que sea necesario, pueden estar graduados.
Qué pasa si uso lentes de contacto
Nunca hay que bañarse con ellos puestos en la piscina o el mar. De hecho, cualquier situación en la que pueda entrar agua en el ojo, como darse una ducha, contraindica su uso. Las sustancias irritantes (cloro, sal…) y los microorganismos presentes en el agua pueden quedar atrapados en el lente o entre el lente y el ojo, causando una molestia mayor o más duradera e incrementando también el riesgo de infección.