Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
Académico e Investigador (UACh)
“Si lo podemos soñar, lo podemos hacer” (Walt Disney, dibujante, guionista y cineasta norteamericano).
“Lo que conduce y arrastra el mundo no son las máquinas, sino las ideas” (Víctor Hugo, poeta, dramaturgo y novelista francés).
Qué duda cabe que durante la infancia todas las personas tienen un potencial creativo y asociativo que es altamente significativo. Sin embargo, cuando estas mismas personas llegan a la adultez, pocas de ellas habrán logrado desarrollar todo su potencial, o al menos, una parte importante de dicho potencial. La pregunta que surge en forma natural es… ¿qué es lo que sucedió en el camino? Hay varias respuestas y explicaciones a esta importante pregunta, algunas de las cuales intentaremos explorar en este breve escrito.
Comencemos por revisar qué es lo que dice la Neurociencia Cognitiva. Señalemos, primero que todo, que la Neurociencia Cognitiva corresponde al estudio del Sistema Nervioso Central de los seres humanos, de sus funciones, de su fisiología, de sus lesiones o patologías en directa vinculación con el cerebro. De este modo, a través de su estudio se logra conocer mucho mejor su funcionamiento para, eventualmente, poder actuar sobre él.
Hoy sabemos que la confianza en uno mismo, la perseverancia, el entusiasmo y la fuerza de voluntad tienen la capacidad de favorecer las funciones superiores del cerebro. La zona pre-frontal de este extraordinario órgano, que es el área donde tiene lugar el pensamiento más avanzado, donde se inventa el futuro a través de la capacidad creativa y asociativa, donde evaluamos estrategias con el objetivo de solucionar los problemas que enfrentamos y poder tomar decisiones, etc., está influenciada por el sistema límbico, sistema que representa nuestro cerebro emocional. Por lo tanto, su estudio ha contribuido a la comprensión del cerebro y su funcionamiento, aportando al campo de la educación conocimientos fundamentales acerca de las bases neurobiológicas de la conducta, del aprendizaje, de la memoria, del lenguaje, la creatividad, las emociones y otras funciones cerebrales que pueden ser estimuladas –o inhibidas– en la sala de clases o en el propio hogar.
Cuando un bebé llega al mundo, su cerebro es un conglomerado de billones de neuronas que están a la espera de formar un tejido mental (o redes neuronales) de alta complejidad. Estas neuronas muestran un potencial infinito: si son usadas, se integran al interior de los circuitos cerebrales. Si no se usan, se pierden y mueren, en un proceso que es IRREVERSIBLE. Este fenómeno se denomina “poda neuronal” o “poda sináptica”, a través del cual, el cerebro va eliminando aquellas conexiones o redes neurales que el niño no utiliza o que no son ESTIMULADAS.
Existen períodos críticos en la maduración, crecimiento y desarrollo neurológico en que el organismo está más preparado y receptivo para determinados aprendizajes. Sin embargo, si los períodos críticos para desarrollar ciertas habilidades –como la creatividad– transcurren sin que los menores sean estimulados, éstos se pierden, o bien, en el mejor de los casos, posteriormente se requerirá un esfuerzo mucho mayor por parte del sujeto, para desarrollar esa habilidad perdida. Este es el caso de la gran mayoría de nosotros en relación con nuestra capacidad creativa que se ve coartada o inhibida. ¿Cómo pudo suceder esto?
La respuesta que dan muchos expertos, es que el sistema educacional tradicional imperante en algunos países como el nuestro, concentra sus mayores esfuerzos en la rememoración de eventos, fechas y sucesos, dejando casi completamente de lado el potencial asociativo y creativo de los niños, realidad que repercute negativamente en el desarrollo integral de estos menores, cuyo costo lo pagarán, posteriormente, siendo mayores: jóvenes y adultos sin capacidad creativa o una capacidad imaginativa y de asociación muy restringida.
A continuación pondré en práctica una “lluvia o tormenta de ideas” (Brainstorming, en inglés), con el fin de entregar algunas luces y sugerencias de cómo ampliar y expandir la capacidad creativa y de asociación de ideas de quienes se interesen por el tema. Esta herramienta ideada por Alex Faickney –cuya búsqueda de ideas creativas se transformó en una suerte de “proceso interactivo”, bajo la forma de un grupo no estructurado– permitía que los participantes de dicho proceso comenzaran a generar más y mejores ideas que el número de ideas que podían producir los individuos trabajando de manera aislada o de manera independiente. En este proceso se toma en consideración la cantidad sin pretender apuntar a la calidad de las ideas aportadas, valorándose su originalidad. Durante el desarrollo del ejercicio no se puede “enjuiciar” ni calificar ninguna idea por “tonta” que parezca, de otra forma, el autor de la idea se sentirá sancionado o cuestionado, en función de lo cual, a futuro optará por guardar silencio y no seguirá participando en el proceso. Revisemos algunos aprendizajes que podrían reforzar nuestra creatividad y nuestra capacidad de asociación o de recordación:
- Aprender a captar los detalles de las cosas. Esta es una fórmula que permite agudizar la capacidad de percepción. De esta forma, se desarrolla la observación junto con la pasión por verificar, probar y experimentar con las observaciones realizadas.
- Aprender a ligar las cosas entre sí (o asociación de ideas). El acto de relacionar las cosas se hace equivalente al acto de “pensar” sobre ellas. Es por ello, que resulta importante entrenar la habilidad para relacionar ideas, causas y efectos.
- Entrar al mundo de los detalles. Por intermedio de la descripción detallada de un objeto o suceso, es posible descubrir muchas cosas nuevas. De lo que se trata en este caso, es de mirar en profundidad para detectar aquello que no se advierte a simple (o primera) vista.
- Imaginar cómo mejorar. Esto significa dejar a un lado la realidad objetiva y concentrarse en pensar de qué manera podríamos mejorar aquello que nos interesa o que ha captado nuestra atención (innovando, por ejemplo).
- Utilizar la técnica del “Mind Mapping” (o Mapa Conceptual). El mapa conceptual es una técnica utilizada para la representación gráfica del conocimiento. Es, por así decirlo, una “red de conceptos relacionados”. Personas como Miguel Ángel, Mark Twain y Leonardo da Vinci, entre otros genios creativos de la historia, utilizaban el Mind Mapping como una estrategia habitual. Esta herramienta permite utilizar ambos lados de nuestro cerebro, ya que al mismo tiempo que despertamos el área analítica, también lo hace el área creativa y la zona del hipocampo, que es donde reside la capacidad de memorizar y recordar cosas. El mapa conceptual consiste en una asociación de ideas, donde una de estas ideas conduce a la siguiente y así sucesivamente. Se parte de una “idea base” (o núcleo central) a partir de la cual se comienzan a establecer múltiples relaciones ramificadas. Por ejemplo, al pensar en una CASA como idea base, de ahí se comienzan a desprender distintas ramificaciones de este concepto: CASA me conduce a cocina, refrigerador, ollas, platos, cubiertos, comida. La misma idea base de CASA me lleva a conceptos relacionados con otra sección de la casa: baño, ducha, agua, jabón, toalla, pasta dental, etc. En la actualidad, países como Finlandia y Singapur –cuyos estudiantes ocupan regularmente los primeros lugares en rendimiento escolar– lo han adoptado como método de enseñanza, porque hace del proceso de aprendizaje una experiencia estimulante, entretenida y, por sobre todo, eficaz para el estudiante.
- Conocerse a sí mismo. El hecho de ser capaz de reconocer las propias fortalezas y debilidades, permite descubrir qué aspectos debe potenciar la persona para efectos de ser más creativo.
Señalemos finalmente, que para ayudar a desarrollar la capacidad creativa hay que acostumbrarse a tener siempre a mano una pequeña libreta de apuntes. Por esta vía, podrá anotar todas aquellas ideas que surjan de su mente, por cuanto, la simple acción o actividad de escribir, tomar apuntes o dibujar algo, es un impulso creativo. De igual forma, el acto de desarrollar el hábito de la lectura –ojalá desde muy joven– permite abrirse a nuevas perspectivas, nuevas ideas, multiplicidad de conocimientos, datos e información que se acumulan en el hipocampo (o zona de la memoria) de nuestro cerebro, nutriendo a este órgano con material potencialmente creativo.
Complementariamente con lo anterior, es preciso ejercitarse en el uso de nuestros dos hemisferios cerebrales, dominio que se logra, cuando intentamos cambiar la óptica (o punto de vista) de nuestro pensamiento de manera constante. Lo anterior, implica pasar del análisis de los detalles de un evento –propio del hemisferio izquierdo– a ver el panorama general y/o global del mismo evento –propio del hemisferio derecho–, con un claro objetivo: ser capaces de observar los hechos acaecidos y desarrollar ideas integrales y asociadas, resultado que se conoce como “pensamiento holístico”.