El carácter de electividad de algunas asignaturas en los últimos años de la Educación Media ha generado muchas dudas y un debate intenso. Por eso, no es menor el efecto que esta decisión pueda tener a nivel escolar, especialmente en lo referido a Historia y Ciencias Sociales.
“Para una parte importante de nuestros niños y jóvenes la escuela es el espacio que les permite aproximarse al conocimiento formal de ciertas disciplinas. Me imagino, que habrá quienes sostengan que esta función ya está siendo reemplazada por los medios y redes sociales. En efecto, estos mecanismos pueden aproximarnos a la información, pero no necesariamente al conocimiento”.
Así lo plantea, Eliana Urrutia, profesora de Historia y Geografía y académica de la Facultad de Ciencias de la Educación de la U. San Sebastián al referirse al debate que ha generado la exclusión voluntaria o electiva de esta asignatura de los dos últimos años de la Educación Media.
En este sentido Urrutia dice que es “preocupante la brecha que se puede generar entre quienes, además de la escuela, tienen un capital cultural y social que les permite consolidar conocimientos y quienes carecen de ello”.
Asimismo, comenta que “si bien se ha advertido un ajuste que balancearía la educación técnico profesional con la científica humanista, habría sido interesante que dicha nivelación se hubiese hecho fortaleciendo la formación en establecimientos técnicos y no disminuyéndolas en ambos”.
Un tercer elemento que incorpora en la discusión es lo que ella considera como una idea arriesgada y que es el hecho de creer que, “al distribuir los contenidos a través de los años hasta el segundo medio, se cumple con los requisitos de formación para rendir la PSU, al término de la educación escolar”.
Consideraciones esenciales
Eliana Urrutia menciona varios de estos aspectos fundamentales relativos al aprendizaje y especialmente a la exclusión de la Historia como área.
En primer lugar cita “la adquisición de las habilidades de pensamiento espacial y temporal que son propios del área de la Historia y la Geografía se desarrollan en los estudiantes progresivamente a lo largo de la trayectoria escolar, siendo los últimos años donde es posible trabajar de manera cabal con niveles superiores del pensamiento”.
Desde la perspectiva de los contenidos, Urrutia afirma que estos “se encuentran afectos al olvido por diversas razones vinculados a la forma en que el cerebro procesa la información como, por ejemplo, la falta de codificación, el desuso, la interferencia, el procesamiento superficial, etc”.
“Esto se vuelve más importante en aquellas áreas del conocimiento que están sufriendo cierta depreciación como un referente o valor en sí mismas, las decisiones curriculares previas dan evidencias de ello, mientras las humanidades, las artes y la actividad física han sido recortadas del currículo, el lenguaje y la matemática han sido fortalecidos”, agrega la académica de la USS.
Por eso, enfatiza que el estudio de la Historia y otras disciplinas de las humanidades “están en un espacio en el que el olvido será su mayor amenaza”.
Y pone como ejemplo lo que se refiere “al tratamiento de los pueblos originarios de Chile, reducido a una unidad en 2do año básico y nada más Pueblos originarios de Chile: costumbres, idioma, creencias, alimentación, fiestas y tradiciones, ubicación geográfica, vivienda. Diversidad cultural en la sociedad actual. El riesgo, un aprendizaje fragmentado y anecdótico sobre las culturas originarias que son parte de las bases de nuestra identidad”.
Deudas y formación ciudadana
Urrutia dice que si bien “nadie puede aprender todo lo que ha ocurrido en la historia de humanidad y mucho menos nadie puede enseñarlo en 12 ó 13 años, al menos resulta inquietante, la reducción de aquellas disciplinas como la Historia que permiten la reflexión sobre nuestro devenir, especialmente en los niveles superiores de la educación escolar donde el desarrollo del pensamiento abstracto así lo permite en niveles de mayor profundización y complejidad”.
Además señala que la formación ciudadana, “que sería el ámbito que se incluye en lugar de la Historia, es un campo que ya está presente en el currículum escolar a través de unidades desde la enseñanza básica hasta la educación media, la novedad es atribuirle un nombre y un espacio en sí mismo”.
En este sentido la académica sostiene que es preciso considerar que, como tal “no se puede reducir al aprendizaje de cómo funcionan las estructuras políticas y de gobierno, sino a comprender cómo históricamente se han construido las bases de nuestra actual institucionalidad”.
Urrutia también expone que “la idea de hacer más pertinente este cambio curricular con los intereses de los estudiantes encierra un riesgo no menor, cual es el pensar que todos los intereses estarán cubiertos; que el sentido de la escuela como espacio de reflexión y ocio tal como su significado etimológico lo advierte, se transforma en un recurso instrumental qué debe cambiar en consonancia con las expectativas de sus destinatarios y no con el sentido de un proyecto de país que desea ciudadanos críticos, participativos y por lo tanto, de una institucionalidad democrática”.
La docente recalca que no hay que confundir “la pertinencia de las asignaturas como bases del desarrollo humano e intelectual con la forma de enseñarla. En el campo de la Historia y las Ciencias Sociales, es posible advertir una deuda no menor, por cuanto su enseñanza y formación han estado centrada en contenidos referidos a datos y hechos, más que a responder a preguntas fundamentales, al desarrollo de las habilidades temporales y espaciales, al pensamiento crítico o el uso de fuentes, habilidades todas que si bien fueron incluidas en el currículum no han sido del todo bien implementadas”.
Por último, Urrutia plantea el desafío “de generar un currículum que contribuya a la formación de ciudadanos conscientes de su historia, por lo tanto, de su pasado; de las responsabilidades que como tal nos asiste y que se fundamentan en el sentido de pertenencia a una sociedad, que valora y celebra los logros, pero que mira críticamente los errores y los corrige con espíritu de superación y de respeto por el otro no sólo en un sentido de contemporaneidad, sino de futuro”.