SEPTIEMBRE, VISIÓN DE FUTURO Y NOSTALGIAS DEL PASADO

Publicado por Equipo GV 6 Min de lectura

Por Hernán Narbona.

Septiembre ha sido en mi vida un hito recurrente. Seré autoreferente para expresar un sentimiento confuso que me produce este mes y que quizás interprete a mucha gente. Mi abuela paterna, Blanca Laura nació un 19 de septiembre y en mi infancia viví las fiestas que celebraban las efemérides dieciocheras, con desfiles, encuentros familiares, con mi hermosa abuela recibiendo sus visitas en la casona de la calle Basterrica, en Valparaíso. Ella falleció cuando yo tenía once años, un 11 de septiembre.

septiembreEl 4 de septiembre de 1970, fueron las elecciones presidenciales que ganó el Presidente Salvador Allende. La edad no me alcanzó para votar por él, pero, como estudiante de Periodismo de la Universidad de Chile, pude integrarme al fragor de la campaña y tuve la suerte de estar esa noche, allí, en Amunátegui, Santiago, en el Comando Nacional de la Unidad Popular, transmitiendo al aire en Radio Magallanes, justo cuando se anunció que Allende había ganado, alrededor de las 23 hrs. Recuerdo que pude dar una breve arenga a los jóvenes católicos para que nos sumáramos a la vía democrática hacia el socialismo, antes que Rafael Tarud convocara a los auditores a la Universidad de Chile donde Allende daría su primer discurso. Este episodio, vivido a mis 20 años quedó grabado a fuego y fue aquel septiembre, 40 años atrás, quizás a la misma hora que hoy escribo esta crónica.

Luego vino el 11 de septiembre de 1973 y de allí en más, luego de esos 1000 días de los cuales queda tanto aún por aclarar, el alma de Chile se fracturó y grandes dolores y odios asolaron las familias, creando desconfianzas y miedos. Historia vieja, pero que aún se arrastra como pesado fardo. Y quienes vivimos esa época, sin odios, sin violencias, a cara limpia y a fuerza de ideas y pasión, hoy sentimos la necesidad de tratar de aportar testimonios para que no se caricaturice la historia, no se la use para sacar dividendos políticos, sino con respeto se lea para extraer esas esporas de verdad que permitan oxigenar esa alma trizada de la Patria para ir adelante en sinceros esfuerzos de reconciliación nacional. Habrá que asumir que la sociedad chilena, en sus doscientos años ha ido avanzando de quiebre en quiebre, con lastimados y olvidados, como los rodriguistas, carreristas de ese período en que surgía la república; o los balmacedistas, o los allendistas, amplias generaciones de chilenos que tuvieron que vivir extensos períodos de invisibilidad por parte de la historia oficial que, como es sabido, la escriben los triunfadores.

En septiembre 11, pero de 2001, a la apertura del milenio, el atentado terrorista a las torres gemelas nos escamoteó ese 11 de septiembre de 1973. Luego por decisión democrática y republicana se le borró de los festivos por ser símbolo de desunión. Pero, sabido es, que la reconciliación profunda no habrá de llegar hasta que la solución biológica opere y pasen los historiadores a recopilar los segmentos que resten para recrear el siglo XX con visiones y posiciones encontradas, como siempre ha sido.

Hoy, esta noche, quise recordar el contenido histórico y vivencial de este mes de la Patria. Y obvio que lo hago con la visión y ambición de ser parte del futuro, como protagonista de estas primeras décadas del Siglo XXI. Y el sentimiento positivo que se percibe en Chile es una gran energía que debe capitalizarse en una impronta progresista que nos permita creer que podemos hacer las cosas mejor y no sólo en el fútbol -que hoy nos tiene absortos y expectantes – sino en todos y cada uno de los trabajos, profesiones, roles, oficios y responsabilidades que debamos afrontar como personas, ciudadanos, vecinos y familias, comprometiéndonos con nuestra cuota de seriedad, de compromiso por superar mediocridades, por ser más exigentes y empoderarnos para combatir las amenazas que se pueden llamar corrupción, delincuencia, colusión, monopolios, abusos, y que, en síntesis, para superarlas, nos exige echar mano a todo el potencial moral de un país que ha crecido en autoestima, pero que sigue pateando piedras, que se ha tecnologizado, pero que aún no llega a hacer de las redes factores de grandes proyectos movilizadores.

En Septiembre, sigamos apostando por cambiar, partiendo por cada cual, en su fuero íntimo, de manera que podamos otra vez en Septiembre levantar banderas transversales, rupturistas, innovadoras, que rompan el hastío, las inercias y los estatu quo, para dejar que la historia fluya y aprendamos a estar alegres desde nosotros mismos, generosos porque nos permite ser mejores, soñadores porque no queremos ser zombies sino personas.

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