Si tienes más de 60, ¿demos un paseo por nuestro pasado?

Publicado por Equipo GV 6 Min de lectura

¿Habremos ganado más de lo que hemos perdido con el paso del tiempo? La nostalgia nos pasa la cuenta.

Por Arturo Alejandro Muñoz
Columnista Granvalparaiso.cl

 

bbvbLos psicólogos aseguran que no existe peor mal en nuestra época que aquel llamado “frustración”, causante incluso de muchos suicidios, además de quiebres laborales y familiares. Que hay mecanismos para controlar el mal, dicen también los psicólogos. Uno de esos mecanismos es la “regresión”, que en palabras simples podríamos definirla como una fórmula para evitar que la frustración provoque males mayores… ¿y cuál es la formulita de marras? Regresar… eso es… regresar mentalmente a un tiempo pasado en el cual se poseían elementos, capacidades físicas y redes sociales para salir triunfante de situaciones complejas.

Tal vez un profesional de la psicología dirá que la definición es imperfecta, insuficiente, que tiene desconexiones… en fin… que no es la verdadera. Sin embargo, permítanme insistir en que lo mencionado en estas líneas permite caracterizar al concepto, y entenderlo en castellano habitual.

Las personas mayores –en especial las muy mayores- tendemos a regresar a tiempos en los cuales poseíamos capacidad de respuesta ante las impetraciones de la sociedad. Por ello, para no frustrarnos por no poder satisfacer ciertas necesidades planteadas por los vertiginosos tiempos actuales, de vez en cuando nos refugiamos en el mecanismo comentado, dando una larga torera (como decía García Lorca) por los años de nuestra ya ida juventud para reverdecer algunas de nuestras ya perdidas capacidades.

A ello le invito, amigo lector, a dar un paseo por aquellos calendarios, siempre que usted haya superado ya la línea de la “velocidad máxima” (65) y en sus tiempos mozos hubiese vivido (y escandalizado) en Santiago del Nuevo Extremo, la capital del reino. Subamos pues a la nave llamada “memoria” y viajemos al pasado… a la década de los años sesenta.

NADA QUEDA YA… SÓLO QUEDAMOS USTED, YO, Y UNOS POCOS MÁS.

Mi juventud se desarrolló en esa bella época de las colonias y perfumes Flaño y Monix, del calzado Lenox y Gino; de los cigarrillos Lucky Strike y del tabaco aromático para pipa; de los automóviles top de entonces: Volvo, Mini y Simca 1000; de los Beatles, de la películas de James Bond y de los Spaghetti Western; de Sábados Gigantes; de los bailongos en Las Brujas; de las noches de juerga en La Sirena, de los clásicos universitarios, y de los veraneos en San Sebastián, en Llolleo y en El Tabo.

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 Y conste en actas que no quise decir nada respecto de las inolvidables noches de pool los viernes, en los Alonso (ubicados en el segundo piso de la esquina de Diez de Julio y Lira) o en los Ahumada (en los ‘bajos’ de los cines City y York, en pleno Paseo Ahumada), de los lomitos completos en el ‘Münich” de doña María (en Vicuña Mackenna esquina Santa Isabel), ni tampoco de las escapadas en patota a Valparaíso, al barrio Clave, a los 7 Espejos y al American Bar; de las gozaderas en el Picaresque (en Recoleta) y en el Bim-Bam-Bum (calle –hoy ‘paseo’- Huérfanos). De todo ello, nada queda… sólo quedo yo, y unos pocos más.

Mi muy buen amigo, Salie Orrzaip, desde Porto Alegre, tierra de los “gaúchos” brasileños, comenta oportunamente: “yo me cuento en ese grupo; te faltó La Fuente Alemana, que es la única que va quedando junto con la Fuente de Soda Munich”.

 Ah, la Fuente Alemana, el Munich y “El Chunchito’ (en 10 de Julio casi al llegar a San Camilo) fueron lugares de normal salvataje para saciar nuestra hambre de buenos sándwiches. Ellos continúan enhiestos resistiendo el paso del tiempo. Pero, aunque duela decirlo, son casi los únicos, las excepciones, ya que hoy ni siquiera quedan nuestro barrio, ese de Vicuña Mackenna y Argomedo. el viejo cine Regina y el inolvidable hotel Valdivia.

Diablos… estoy a punto de llorar, pese a que faltó mencionar otros lugares que eran recorrido habitual para nosotros en ese entonces, como por ejemplo: el Zepelin (calle Bandera), “El chancho con chaleco” (en Maipú); La tía Carlina (en Vivaceta); el “Il Bosco” (en la Alameda); el Ravera (las más populares pizzas de esos años, en el Portal Fernández Concha, en la Plaza de Armas); el Club Hípico; en fin… lo cierto es que éramos unos cabros asiduos al carrete, pero sanos (deportistas), buena onda y “reguleques” en el estudio (después, ya más viejos, mejoramos esto último).Y como trabajábamos y ganábamos nuestra platita, nunca tuvimos que andar al tres y al cuatro para carretear…

Pertenezco a la generación que inventó ‘casi’ todo lo que ustedes, muchachos, usan y disfrutan hoy. La televisión, los celulares, la internet, los Cd, los motores turbo, en fin, ya lo dije, mi generación inventó casi todo lo que hoy está en boga, y aquello que no lo inventó, simplemente lo “agiornó”, como el neoliberalismo y el choripan.

Venimos de un pasado glorioso, algo provinciano tal vez, pero romántico y solidario, lo cual contrasta severamente con el individualismo actual. Por ello, ‘regresamos’…mentalmente, de vez en cuando para respirar y oxigenar el alma.

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2 Comments
  • EXCELENTE ARTÍCULO DE Arturo A Muñoz.
    Recuerdos de una época ¿ mejor o peor?, no importa era la de nuestra juventud. Ideales, quimeras y estilos distintos.
    Remembranzas de un ayer que sigue presente en todos aquellos que lo vivimos.
    Saludos.

    J Rivas P

  • En los 60 mi mundo eran los juegos. El trompo, el emboque, las bolitas, el enzarte, el caballito de bronce, los países, la vuelta a la manzana, la pichanga (terminaba cuando quebrabamos los vidrios de la Sra. Juanita) Todos juegos colectivos y al aire libre. Donde nacieron amistades para toda la vida.

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