Por Nicole Revillot, Country Manager.
En los últimos años vimos surgir una gran cantidad de startups que crecieron a una velocidad impresionante. Muchas de ellas nacieron en contextos especiales, impulsadas por necesidades urgentes del mercado, por ejemplo la pandemia. Pero tan rápido como crecieron, enfrentaron una realidad compleja: sostener ese crecimiento en el tiempo no es tarea fácil.
El auge inicial llevó a contrataciones masivas, expansión a nuevos mercados y modelos de negocio ambiciosos. Pero al estabilizarse el entorno, varias startups se encontraron con estructuras sobredimensionadas, procesos poco eficientes y proyecciones que ya no se sostenían. La consecuencia fue clara: muchas quebraron, otras se estancaron y unas pocas lograron adaptarse a tiempo.
Uno de los errores más comunes fue asumir que las condiciones que favorecieron ese primer crecimiento durarían para siempre. Se apostó fuerte, sin la agilidad para reajustarse rápidamente cuando el mercado cambió. La lección es dura, pero necesaria: crecer es solo el comienzo, mantenerse es lo verdaderamente desafiante.
Hoy, más que nunca, las startups necesitan construir sobre bases sólidas. Eso implica modelos sostenibles, estructuras livianas, equipos ágiles y una capacidad constante de adaptación. También significa entender que el talento no solo se atrae, sino que se cuida, en entornos donde la flexibilidad, el desarrollo profesional y la cultura organizacional marcan la diferencia.
La etapa más crítica no siempre es el inicio, sino lo que viene después. Porque en el mundo startup, no gana quien crece más rápido, sino quien logra mantenerse y evolucionar en el tiempo.