Por Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
Académico, Escritor e Investigador (UACh)
“Mientras los médicos sigan viendo sólo enfermedades y olviden al enfermo como una unidad psicológica y social, serán simples zapateros remendones de la personalidad humana” (Dr. Ramón Carrillo, neurocirujano y neurobiólogo argentino).
De acuerdo con las estadísticas internacionales, el Trastorno Límite –también limítrofe– de Personalidad (Borderline Personality Disorder) es un trastorno psiquiátrico con carácter grave, que tiene una alta prevalencia en la población, siendo un trastorno que no resulta siempre fácil de identificar, ya que presenta una marcada complejidad diagnóstica, presentándose más en mujeres que en hombres, si bien, hoy en día, a través de los nuevos enfoques de diagnóstico, las cifras de mujeres y hombres con Trastorno Límite de Personalidad (TLP) han tendido a equipararse. Los distintos estudios del TLP muestran resultados variables que van del 0,5 al 5,9% de prevalencia, estimándose una media en la población general de 1,3%.
Dadas las especiales características que tiene un TLP, las personas afectadas por este trastorno, lo primero que necesitan, es que se les ayude a comprender a cabalidad su enfermedad y, en segundo lugar, que puedan ser tratados correcta y adecuadamente una vez realizado el diagnóstico.
Ahora bien, es preciso adelantar que con el fin de conseguir resultados satisfactorios en el tratamiento de los sujetos diagnosticados con TLP, se precisan –fundamentalmente–dos cosas: una elevada y persistente motivación por parte del paciente por adherir al tratamiento y la presencia de un buen terapeuta.
Los pacientes que no son tratados –o que abandonan su tratamiento– tienden a sufrir una calidad de vida extremadamente dolorosa y destructiva, al igual que las personas que están cerca de ellos –y que sufren las consecuencias de sus comportamientos–, sea que hablemos de sus familias, de sus parejas, e incluso de quienes trabajan cerca de estas personas.
¿Por qué razón destaco esto? Muy sencillo. Porque de acuerdo con el experto en TLP, el Dr. John Gunderson, entre los aspectos clínicos más característicos del TLP, este trastorno presenta una alta mortalidad por suicidio, una elevada heterogeneidad en sintomatología clínica, una comorbilidad asociada con otros trastornos psicológicos, así como notables carencias funcionales y afectivas.
Recuerdo el caso de una paciente que se enamoró de una joven que sufría de TLP, quién bajo los efectos del alcohol experimentaba una elevación de conductas asociadas a la agresividad y a la falta de control de impulsos, hasta el punto, que en una ocasión en que esta joven bebió más de la cuenta, comenzó a golpear e insultar a su pareja, llegando hasta el grado de intentar violar a la paciente, a raíz de lo cual, ella tuvo que escaparse esa noche del departamento donde vivían, y refugiarse en la casa de su padre.
De acuerdo con el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) una de las características esenciales del TLP, es un patrón general de inestabilidad en las relaciones interpersonales, problemas con su auto-imagen y la afectividad, así como también una notable falta de autocontrol de impulsos, síntomas que parten al principio de la edad adulta (adolescencia) y que se da, tal como se señaló previamente, en diversos contextos de la vida del sujeto afectado: hogar, familia, pareja, trabajo.
Los sujetos con este trastorno están constantemente realizando frenéticos esfuerzos para evitar un abandono, ya sea éste real o imaginario. Son personas muy sensibles a las circunstancias ambientales a las que se enfrentan, y la percepción que estos individuos tienen de una inminente separación, rechazo o la pérdida de la estructura externa, pueden ocasionar cambios profundos en la auto-imagen, afectividad, cognición y comportamiento final.
Las personas con TLP, a menudo presentan alteraciones bruscas y dramáticas de su auto-imagen, caracterizadas por cambios de objetivos, valores y aspiraciones personales y/o profesionales. Se aburren con facilidad con las cosas que hacen y están buscando siempre otras cosas. Lo anterior, las obliga a abandonar sus trabajos, o bien, a ser despedidas de los mismos.
El estado de ánimo básico de tipo disfórico de los sujetos con TLP suele alternarse con períodos de ira, angustia o desesperación, siendo raras las ocasiones en las que un estado de bienestar o satisfacción llega a tomar el relevo. (El concepto “disfórico” se define como una emoción desagradable –o molesta– que embarga por completo a un sujeto, donde prima la tristeza, la irritabilidad y la ansiedad por sobre emociones positivas, siendo lo opuesto del concepto “euforia”).
No obstante lo anterior, el TLP ha pasado de ser un concepto coloquial tomado del Psicoanálisis para clasificar a los “neuróticos difíciles de tratar”, hasta convertirse en un diagnóstico válido y que tiene un tratamiento psicoterapéutico específico y efectivo.
Este diagnóstico y tipificación del TLP ha permitido, entre otras cosas, distinguirlo de otros trastornos a los cuales, tiempo atrás, había sido asociado, tales como la Esquizofrenia y el Trastorno Depresivo Mayor. En los últimos 20 años, se ha profundizado, asimismo, en el estudio del carácter hereditario del trastorno y en la naturaleza polifactorial de la etiología del TLP, lo que ha conducido a un incremento del número de opciones terapéuticas a disposición de los especialistas, generándose un cambio en la visión de su pronóstico.
En este sentido, algunos investigadores han observado que las tendencias suicidas y las autolesiones representarían los criterios de mayor relevancia en el diagnóstico de TLP, en tanto que otros estudiosos han señalado que la característica más distintiva de las personas con TLP, es su miedo al rechazo y al abandono por parte de terceros. Lo cierto es que, indistinto del hecho de si unos investigadores tienen más razón que otros en sus planteamientos y observaciones, lo más sabio es estar atento al conjunto de síntomas y conductas, con el objetivo final de entregar un diagnóstico acertado y, por esta vía, poder ayudar de manera efectiva e integral al sujeto afectado.
Ahora bien, para que el proceso terapéutico sea exitoso, se precisa que: 1. El paciente no abandone el tratamiento a medio camino. 2. Intervenga un equipo multidisciplinar (psicólogos, psiquiatras, centros de atención). 3. Que exista apoyo de la familia, apoyo que se convierte en una pieza clave en el tratamiento del TLP. La familia recibirá pautas específicas para que puedan afrontar los problemas y dificultades del día a día. 4. El establecimiento de límites conductuales (manera de comportarse, duración de las sesiones, respeto de los acuerdos). 5. Mantener la independencia del paciente, con el objetivo de evitar su extrema tendencia a la dependencia y, por esta vía, que aprenda a hacer las cosas por sí mismo de manera correcta.
Finalmente, se puede señalar que el TLP tiende a remitir gradualmente con la edad, es decir, suele mejorar a medida que la persona va adquiriendo madurez y aprende a reestructurar su forma de pensar y de hacer las cosas.
Dado el hecho de que son muchas las personas en Chile que sufren de este severo trastorno, bienvenido sería que el sistema público de salud lograra reaccionar en algún momento de nuestra historia, con el principal objetivo de brindar un servicio DIGNO DE SALUDO a éstas -y muchas otras personas enfermas en nuestro país- que lo necesitan. Es imposible hacer un diagnóstico “acertado” cuando los médicos atienden, en promedio, a cada paciente en los hospitales públicos durante tres minutos con cuarenta segundos. Casi mágico.