Por Uwe Rohwedder
Director Escuela de Arquitectura
Universidad Central
La inclusión de los distintos grupos sociales, la integración de los migrantes y la valorización de la mujer, entre otros, son realidades que invitan a la sociedad a reflexionar y ver cómo aportamos en esos cambios.
Desde la Arquitectura no estamos ajenos a esas realidades y más allá de proponer iniciativas que mejoren la calidad de vida en las ciudades, debemos incorporar estas miradas no sólo en los proyectos urbanos, sino también en la formación que se entrega a los futuros profesionales. Por ello, es necesario comprender las necesidades y mejorar las condiciones de habitabilidad de nuestros ciudadanos, por ejemplo con la construcción de espacios públicos más inclusivos y sustentables. En parques y plazas se pueden incorporar jardines terapéuticos para la salud, mobiliario urbano para la tercera edad, accesibilidad adecuada para personas con discapacidad o mejorar la iluminación, entre otros.
Otro aspecto, donde podemos contribuir en la mejora de habitabilidad y calidad de vida, es revisando la actual política de contribuciones. Muchas veces, esto se transforma en un agente directo para degradar bienes inmuebles, generalmente habitados por adultos mayores con bajos ingresos de jubilación y que como propietarios de una vivienda, deben pagar con gran esfuerzo esas contribuciones y así evitar el desalojo. Al respecto, es necesario incorporar otros parámetros que sólo el costo del suelo o bien regularlo desde el Estado.