Por Hugo Pérez White
Yungay es un pueblo enclavado en la zona cordillerana de Chillán y lo recuerdo con cariño porque en esa ciudad ejercí funciones como director de la escuela de esa localidad y cuando caminaba por sus calles me deleitaba respirando el aire puro que llenaba el ambiente y hoy recuerdo sus calles como si estuviese leyendo algún cuento de hadas y por ellas veo pasar lentamente algunas carretas tiradas por bueyes que adornaban el paisaje cordillerano simulando las pinceladas de un pintor bohemio haciendo resaltar el color ocre de la tierra salida de las entrañas del suelo, conocido como “trumao” polvo que con el agua cristalina del invierno toma una consistencia gelatinosa muy apetecida por los artesanos que se dedican a confeccionar los cacharros de greda.
Adoquines de piedra forjada a golpes de martillo, unidas con manos de albañil, van plasmando las calles de Yungay.-
Son muchos los años que han pasado desde la fundación de este pueblo y en el aire aún se percibe el olor a bosques inmaculados, con sus árboles añosos derribados lentamente por el golpe certero del hacha manejada por el hombre, herramienta metálica usada en las faenas diarias con la cual le daban certeros cortes que le hacían perder su esbeltez y caían ruidosamente al suelo.-
Revisando la historia del pueblo, Yungay fue fundado el 20 de enero de 1842 por el general Fernando Baquedano cuya efigie se encuentra ubicada en una hermosa plaza rodeada de frondosos árboles.
Se han pavimentado caminos que han mejorado ostensiblemente la calidad de vida de sus habitantes y hoy se ven los campos cubiertos de verde césped y flores multicolores y presenciamos con alegría cómo con las primeras lluvias surgen las hermosas gavillas del dorado trigo, del cual se produce la blanca harina con la cual se hace el rico pan amasado.
Yungay es la zona que más trigo produce por hectárea en el país y ese milagro lo supo recoger el hombre de campo y poner en el surco la semilla adecuada que posteriormente brilla con los reflejos del sol y que indica que la madurez ha llegado.-
Yungay, sigue siendo ingenua como la muchacha campesina que rodea en las tardes las vacas para encerrarlas en los galpones y a la mañana siguiente ordeñarlas para alimentar con leche fresca a sus hijos.
El paso del tiempo se ve reflejado en sus campos extensos, hermosos de color verde intenso, con olor a tortillas de rescoldo y pan amasado cocidos en hornos de greda hechos por manos expertas y cocidas en las cenizas calientes del fogón. Cómo no tener añoranzas de un pueblo que se lleva en el corazón donde la amistad brota en todos los rincones y donde la tranquilidad enseña a vivir y gozar de la pródiga naturaleza que aún nos va quedando en algunos lugares de este hermoso país y que debemos cuidarlos permanentemente .
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