Por Mauricio Castro Jara
Académico Escuela de Ingeniería, UCEN
Claramente los efectos provocados por el estallido social y la pandemia, han puesto al descubierto lo frágil de nuestro actual modelo económico, traducido en carencias sociales como educación, salud y pensiones, pero también nos ha permitido ver la deficiencia en la producción y consumo de bienes y servicios a partir de una economía lineal, que presenta elementos de sobreexplotación de recursos naturales y de contaminación, por lo tanto, el sistema económico post crisis social y post coronavirus deberá generar un modelo de producción y consumo sostenible, que tenga de base la equidad social.
Estamos en un punto de inflexión, de oportunidades y desafíos, respecto a lo que nos depara el futuro, tanto, en el ámbito global como local, lo que nos lleva a mediano y largo plazo a tener que tomar medidas correctoras a partir de una nueva visión de cómo nos queremos desarrollar como sociedad y desde la acción, de cómo lo haremos, donde primen valores y principios elementales como justicia, igualdad, libertad, democracia, bien común, sostenibilidad.
Debemos cambiar nuestra filosofía de desarrollo y por tanto hacer cambios en nuestro sistema económico para satisfacer las nuevas necesidades, tanto de las actuales generaciones como de las futuras, a partir de la implementación de las economías llamadas transformadoras como la Social, la del Bien Común, la Circular, entre otras; modelos complementarios que responden a un cambio de paradigma, que garantice la justicia social y la sostenibilidad.
Un nuevo sistema económico debiese incorporar cambios en nuestra forma de relacionarnos socialmente y con el medio ambiente, fomentando la comunidad como base de desarrollo, una visión de futuro que promueva consumo y producción sostenible, rompiendo con los actuales paradigmas de producción lineales, para transitar a un modelo circular, que permita generar justicia social, con una redistribución más equitativa, que considere nuestras prioridades como sociedad en cada fase de nuestra vida: educación y salud en niñez y adolescencia, trabajo digno y salud en la edad adulta, pensiones y salud en la vejez; todo esto en ciudades y territorios equitativos, sostenibles e inteligentes.
Para lograrlo, nuestro rol como ciudadanos-consumidores es vital: debemos ser garantía del cambio de sistema y para ello, cuidar nuestra capacidad de sorprendernos, indignarnos y entender que la crisis social-sanitaria que vivimos ha demostrado fuerte y rápidamente las amenazas de un sistema económico y social insostenible; llegó el momento de ver otras alternativas como la Economía Circular, la Economía Social o la Economía del bien Común, es hora de la cooperación y la sostenibilidad.