Por Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
Académico, Escritor e Investigador (UACh)
“Si alguien anda buscando un cubo donde echar su basura personal, que no sea tu mente ni tu espíritu” (Dalai Lama, líder espiritual del Lamaísmo o Budismo Tibetano).
Sepa usted, que los vampiros emocionales existen, andan sueltos por ahí, giran y pululan en torno nuestro, buscando una presa fácil y generosa sobre la cual abalanzarse, con la única finalidad y esperanza de poder hincar sus sedientos y filudos colmillos, los que se convierten en verdaderos extractores de nuestra energía vital, nuestra voluntad y fuerza interna, y que terminan por desgastarnos emocionalmente.
Es posible que, inicialmente, usted no se dé cuenta cabal de cuáles son sus verdaderas intenciones. Incluso más: es factible que sienta la tentación de ser gentil, educado y querer acoger con buena voluntad a estos sujetos, hasta que… al cabo de un corto lapso de tiempo usted comienza a advertir que cada vez que se le acerca uno de estos vampiros emocionales –y luego de algunos minutos de paciente escucha–, usted lo único que desea es huir y alejarse en forma despavorida lo más lejos posible de quien lo ha dejado agotado, exhausto y en un lastimoso estado de ánimo.
Este tipo de sujetos pueden ser fácilmente reconocidos, siempre y cuando usted preste un poco de atención a ciertos elementos que permiten descubrirlos, con el fin de poder establecer las necesarias distancias y barreras de defensa.
¿Cómo detectarlos? Pues desde el mismo momento en que comienzan a “atacarlo” a usted, contándole con pelos y detalles sus tristes y pegajosas historias de vida, transmitiendo sus miedos, su odio, infelicidad, amargura y desgracias, contando con lujo de detalle sus “graves enfermedades” y dramones personales, descargando sus constantes quejas en contra de sus “inútiles” compañeros de trabajo y jefes, especialmente, cuando cree que él es el único ser humano valioso sobre la tierra.
Súmele a lo anterior, la gran experticia que tienen estos sujetos para manipular los sentimientos de las pobres víctimas que caen entre sus garras y ya tendrá un pequeño panorama de lo que le espera, si no logra zafarse de estos “chupa-energías”.
Es lo que plantea la psiquiatra Judith Orloff en su obra “Energy Vampire Survival Guide”, así como el psicólogo Albert Bernstein, autor del libro “Vampiros emocionales: cómo reconocer y tratar con esas personas que manipulan nuestros sentimientos”, a saber, la gran dificultad que existe de “convivir” con uno de estos vampiros, así como también tener muy poca –o ninguna idea– de cómo mantenerlos alejados y con sus dosis adecuadas de sangre emocional, para que no sea usted el gentil y bondadoso donador, ya que se expone a experimentar los siguientes graves síntomas: cansancio mental, cefaleas tensionales, decaimiento del ánimo, problemas de concentración, pérdida de vitalidad, entre otros. Sus víctimas preferidas para descargar sus rabias y frustraciones –dada su ignorancia supina y su sobrevaloración intelectual– son aquellas personas con Inteligencia Emocional, a las que considera gente “mojigata que no dicen lo que piensan”, que son “poco inteligentes”, que son individuos “estresados y presos de sus emociones”. Nada más tonto y equivocado.
Orloff y Bernstein usan el concepto de “vampiros emocionales” para clasificar a aquellos sujetos que van por la vida quejándose y demandando tiempo de los demás y, por sobre todo, extrayendo la energía vital y fuerza interna de los otros. Veamos algunos de ellos:
1. Los vampiros apocalípticos: son aquellos sujetos eternamente angustiados que logran traspasar a otros sus negativas emociones, sean rabias, amarguras, odio o resentimiento. Sus temas preferidos de conversación son las enfermedades de fulano y zutano, el cuento de la prima de la tía de una lejana amiga de Australia que tuvo un infarto cerebral y que casi se muere. Es esa persona angustiada que siente miedo por todo: del celular, de los postes de electricidad, de que el vecino le “pegue” el cáncer, etc.
2. Los “vampiros del pensamiento hablado”: son aquellos que resuelven sus enredos y problemas “hablando” con el interlocutor de turno, dedicándose con gran entusiasmo a repasar –de manera interminable–, las situaciones que los atormentan. Ensayan soluciones, identifican los errores cometidos, así como aquello que deberían haber hecho o dicho, en una suerte de eterno monólogo que les sirve para manejar sus conflictos personales, utilizando a su interlocutor como un verdadero “punching ball”. Para qué decir, que le da lo mismo si lo escuchan o no, quedándose feliz y contento si el interlocutor le responde con un “¡ajá!”, “exacto”, “correcto”, “toda la razón”, “¡pero claro que sí!”. Y si cada 20 minutos este chupa-energías le pregunta… “Y tú ¿qué opinas?”, usted no se asuste, ya que basta con responder “¡Tienes toda la razón!” para que el sujeto quede feliz como unas pascuas.
3. Los “vampiros tirabuzones”: tienen la rara cualidad de “extraer” confesiones e información, logrando que la persona que tienen al frente les cuente todo aquello que jamás habría querido revelar. Comienzan su trabajo de manera sutil y con una cara de absoluta complicidad imposible de resistir, hasta que la persona se da cuenta de que está hablando de sus cosas íntimas, de su pareja, de lo que le dijo su compañero de trabajo en forma confidencial, etc., es decir, de todo aquello que jamás debió haber salido de su boca, ya que a los tres minutos de haberlo hecho, este malicioso vampiro se aleja relamiéndose los colmillos y saboreando toda la sangre jugosa en información que acaba de extraer de su víctima de turno y que ahora comenzará a divulgar –urbi et orbi– por todos lados.
4. Los “vampiros quejumbrosos”: para estos sujetos, todo es motivo de queja, ya sea que llueva o que salga el sol, que haga frío o calor, y su día comienza con… “¡Qué lata tener que levantarse hoy!”, “Qué penca los compañeros de trabajo que tengo: son los reyes del serrucho, y los demás hasta los consideran inteligentes emocionalmente”, “Te mueres si supieras la cantidad de pega que me dio el maldito de mi jefe”, etc., pasando luego, a las quejas de tipo existencial: “Mientras todos los demás son felices, yo vivo una vida miserable”, “Siempre tengo mala suerte”, “Nunca he podido encontrar el verdadero amor”, “Todos me tienen envidia y me traicionan, porque soy inteligente y tengo las mejores ideas”, etc. Y si usted –en su inmensa generosidad y bondad– pretende calmarlo y animarlo diciéndole que no se preocupe, que todo va a pasar, que a muchos les sucede lo mismo, usted habrá “pisado el palito”, ya que es la excusa que estaban buscando para continuar quejándose, ya que es su modo preferido de vida. Es casi una profesión. (Y no se le ocurra decirle que debe cambiar su paradigma o visión de las cosas, porque se expone a que este vampiro emocional las emprenda a golpes en contra de usted).
5. Los “vampiros histéricos”(o “gomeros): se sienten fascinados cuando son el centro de mesa y no tienen ningún empacho en interrumpir una conversación si otra persona se ha ganado la atención del resto. Les resulta imposible no meter su cuchara si alguien está contando una anécdota, ya que necesitan agregar aquello que se le “pasó” al otro, aunque no tenga nada que ver con lo que se está contando. Les encanta opinar de todo… aunque no tengan la mínima idea de lo que están hablando. Son de aquellos que exigen a los demás la atención devota y eterna que creen “merecer”.
6. Los “vampiros detallistas”: son esos sujetos que en la escuela nunca aprendieron el significado de la palabra “síntesis”. Por eso mismo, usted nunca les responda con un “no” cuando le preguntan si vio tal película o si hizo tal o cual cosa, ya que en ese caso, usted estará perdido y tendrá que armarse de paciencia, porque le tocará ver la película –que usted dijo no haber visto– en colores brillantes, con detalles mínimos, con los diálogos exactos de los actores y con efectos especiales de fondo, ya que estos vampiros que le absorben su tiempo y su energía, adoran contar acerca de sus fotos, sus vivencias y experiencias personales con todo tipo de detalles y entretelones.
Digamos finalmente, que hay muchos otros tipos o “razas” de vampiros emocionales: el colega de trabajo que anda siempre quejándose de los demás y divulgando chismes, rumores maliciosos y malintencionados, o bien, aquel padre o madre tóxica que envenena el ambiente familiar, o esos “amigos” o parientes cercanos que intentan controlarnos a través de su eterna victimización y que nos hacen caer en sus redes asfixiantes, así como en sus universos vacíos de respeto, reciprocidad, amor y empatía. Frente a este tipo de sujetos sólo queda una sola alternativa: huir y alejarse cuanto antes, bajo riesgo de terminar enfermos y en un estado depresivo. Razonar con estas personas es una lastimosa pérdida de tiempo, ya que muchas de ellas se consideran que son las únicas personas “inteligentes”, “capaces” e “informadas” que existen sobre la tierra, y que siempre tienen la razón. Estos individuos son los más peligrosos de todos, y se los llama los sujetos “inconscientemente incompetentes”, es decir, sujetos que… no saben que no saben.
Lamentablemente, este tipo de sujetos existen, andan sueltos por ahí y rondando en todas partes: en el trabajo, en el entorno familiar, aquellos supuestos “amigos” cercanos que no dejan de importunar, etc.
Buscan víctimas propicias sobre las cuales hincar sus filudos dientes para extraer la fuerza interna, la voluntad y la energía vital de las personas que caen en sus redes.
Nunca lo permita y aléjese de ellos(as) lo antes posible, ya que usted puede sufrir una serie de problemas, dificultades y trastornos de salud: jaquecas, cefaleas tensionales, pérdida de vitalidad, cansancio, frustración e, incluso, depresión.
A todo esto: más que dientes son verdaderos colmillos chupa-energía vital los que utilizan para poner en práctica sus malas artes.