Por Ricardo Bascuñán Cisternas
Psicólogo y académico de la Universidad Central
Hoy como nunca antes somos parte de una nueva calificación que bien podría definir nuestra sociedad. Somos ‘testigos’, testigos elocuentes, destacados y latentes, frente a un sinfín de contenidos que nos muestran los medios de comunicación. Somos testigos, como en ‘La ventana indiscreta’ de Hitchcock que expone la vida de otros frente a mi lente o mis ojos.
Basta ver cinco minutos de un noticiero. Haga la prueba. Nuestra sociedad se ha vuelta insensible frente a hechos de violencia injustificada, pero que a pesar de su frecuencia aún existen informaciones que logran sorprendernos superando el umbral de lo macabro. En este rótulo podríamos instalar la violenta agresión a un perro llamado ‘Cholito’.
Irrelevante se vuelve cuestionar este hecho puntual. Es uno más de muchos, al igual que la respuesta de la ‘sociedad’, que busca hacer justicia por el ‘ojo por ojo’, o sea combatir la violencia con más violencia. Detengámonos un momento, respiremos profundo, analicemos nuestro entorno y veamos porqué este tipo de actos se repiten cada vez con mayor frecuencia.
Hace más de una década la Organización Mundial de la Salud dio la alerta al considerar la violencia como un problema de salud pública y por ello emite boletines periódicamente sobre este tema, tanto para casos de homicidios, suicidios, pueblos originarios, terrorismo y tantos otros casos.
Lo primero a tener claro es que la violencia es un espiral que es muy difícil de reducir al corto plazo. Algunos apuntan, para casos extremos, a medidas como la pena de muerte para dar solución a un fenómeno que ha estado presente en la historia de la humanidad y que va en aumento en el tiempo, o sea quieren combatir la violencia con violencia, algo que se repite con frecuencia. Por lo mismo, la evolución humana ha generado instancia, como los sistemas judiciales, para intentar generar un control social sobre el comportamiento de las personas.
Otro dilema que se genera en nuestra actual sociedad es que da diversos significados a la violencia y dependiendo de los casos, la violencia puede ser incluso algo bueno. Cuando es para castigar a quien ha cometido un hecho calificado como ‘malo’, se nos presenta como algo positivo y de justicia (como podría ser el linchamiento de delincuentes). De igual forma, si una persona debe reclamar por un tema determinado, o trabaja en el rubro de las ventas o comercio, se entiende que el tener una actitud agresiva muchas veces te permite acceder a mayores posibilidades de éxito. Por otra parte se nos dice que no es bueno ser violento en ninguna de sus formas.
En el tiempo se han buscado métodos de combatir las conductas agresivas, siendo la educación valórica uno de los elementos más efectivos para nuestra naturaleza de animal socializado. Lamentablemente estamos época de crisis de los valores donde se les ha quitado importancia. Hay factores psicológicos, fisiológicos y sociales que nos han llevado a esta realidad, transformándonos en individuos carentes de sentido de comunidad.
Esto se explica por el modelo neoliberal que prima en el mundo, que si bien ha traído elementos positivos, también trae consigo esta tremenda crisis valórica donde la medición de las conductas no es igual para todos. Ya no vale que una persona sea honesta, pacífica o que respete a las demás personas, ya los valores no tienen valor, valga la redundancia y nos pone una gran meta como sociedad si queremos empezar a reducir los hechos de violencia que irán escalando cada vez más.