Por Martina López, investigadora de ESET Latinoamérica
Ciberseguridad, una palabra que en los últimos años ha tomado fuerza. Si bien se habla constantemente de ella en todas las plataformas digitales, trabajos y medios de comunicación, aún sigue tratándose de manera aislada en la vida cotidiana de las personas, ya que muchos no dimensionan o entienden el riesgo al que nos enfrentamos día y noche.
Recientemente la empresa global de provisión de talento profesional y soluciones de capital humano, Experis, realizó una encuesta en la que reveló que la mayoría de las personas se sienten poco o nada propensas a sufrir un ciberataque en su lugar de trabajo, específicamente el 36% asegura que “pocas veces” se siente así y un 19% “nunca”, lo que para nosotros como especialistas en ciberseguridad activa múltiples alertas.
No es necesario ir lejos para ver los ejemplos que tenemos día a día en la región y el mundo en cuanto a vulneraciones de empresas, entes gubernamentales y hackeos de cuentas de redes sociales y Whatsapp, en los que la principal víctima es la sociedad civil.
Tal vez hace unos años era posible pensar que las personas naturales no eran parte del foco de los ciberdelincuentes, sin embargo esto está muy fuera de la realidad en la actualidad, ya que la mayor parte de los incidentes de seguridad digital se generan por el usuario tradicional.
Por qué somos un blanco fácil
A medida que la tecnología avanza y las compañías actualizan sus servicios de seguridad, los ciberdelincuentes también van mejorando y preparando nuevas tácticas para vulnerar los sistemas de una compañía o plataformas y equipos digitales de una persona.
¿Cómo logran entrar en nuestros dispositivos? La respuesta es simple, las personas cometemos muchos errores de seguridad digital en nuestra vida cotidiana. Conexiones en redes de WiFi libres, hacer clic en links sospechosos, entregar información a cualquier plataforma digital que nos los solicita, sin una previa investigación son solo algunas de ellos.
Hoy gran parte de las estafas más comunes observadas a nivel global están destinadas al eslabón débil, la ciudadanía. En ocasiones para usar información personal y así extorsionar, hasta un nivel mayor: captar a una víctima que sea la base de entrada a los sistemas de una compañía o infraestructura crítica del Estado.
Cualquiera que sea el objetivo de los cibercriminales, es claro que siempre será con la intención de hacer daño y así lograr lucrarse. Aunque existen casos que están relacionados a conflictos geopolíticos.
Por ello, hay que insistir en la educación digital constante y las recomendaciones básicas para evitar ser víctimas de un ciberataque:
– No entregues información personal.
– Haz copias de seguridad de la información de tus dispositivos.
– No hagas clic en links que llegan de usuarios desconocidos.
– Evita contestar llamadas o mensajes de desconocidos, principalmente si se trata de una supuesta oferta, muy común en los últimos meses.
– Usar claves de acceso alfanuméricas y con caracteres especiales que sean difíciles de adivinar.
– Activar la doble autenticación.
Además, es clave que las empresas sigan implementando medidas para entregar conocimientos de ciberseguridad a los colaboradores. Asimismo, sigue siendo importante que los Estados mantengan las políticas de regularización para el uso de ciertas tecnologías, así como impulsar leyes que resguarden la integridad de los ciudadanos ante las ciberamenazas que cada vez son más frecuentes.